Raquel: > Julio, 1819. Sé que reconocerás las palabras de Keats. He empezado a leer el libro que tanto te gusta. Ahora puedo decir que entiendo lo que ese hombre trataba de expresarle a la señorita Brawne acerca de lo mucho que había capturado su corazón. Igual que tú has capturado el mío, Raquel. Te echo en falta. No puedo dejar de pensar en ti y si pudiera decírtelo otra vez y conseguir que me creyeras, hallaría algo de consuelo. Lo único que puedo
Ella me llamó esa tarde al móvil. No vi su llamada por culpa de una estúpida reunión. Quería matar a los imbéciles que me habían entretenido pero en su lugar llamé al buzón de voz. -Elliot, he recibido tu carta -su voz sonaba temblorosa y la necesidad de ir junto a ella era tal que no sabía cómo conseguiría mantenerme alejado-. Gracias por enviármela. Las flores también son muy bonitas. Solo..., solo quería decirte que he hablado con mi padre y que me ha contado algunas cosas... -entonces perdió la entereza. Podía oír sus llantos amortiguados. Sabia que estaba llorando y eso me rompió el corazón en mil pedazos-. Tengo que irme... Quizá podamos hablar más tarde -la última parte la dijo entre susurros-. Adiós, Elliot -y entonces colgó. Pensé que iba a romper la pantalla del teléfono por la fuerza con la que apretaba los botones tratando de pulsar rellamada, al tiempo que rezaba para que lo cogiera y hablara conmigo. El tiempo se detuvo mientras entraba la llamada y me pareció una eter
Dejé de besarla y acaricié su labio inferior con mi pulgar: -Vas a venirte conmigo. Ahora. Afirmó con la cabeza todavía entre mis manos y me volvió a besar. Un beso con el que me daba las gracias. No hablamos mientras caminábamos hacia el Range Rover. Pero íbamos de la mano. No la iba a soltar hasta que no me quedara más remedio, cuando entráramos en el coche. En cuanto estuvo en el asiento del copiloto y se cerraron las puertas me giré y la miré bien. Parecía muerta de hambre y eso me enfadó. Recordé la primera noche que nos conocimos y cómo le compré la barrita de proteínas y el agua. -¿Dónde vamos? -me preguntó. -¿En primer lugar? A por algo de comida para ti -mis palabras fueron un poco más bruscas de lo que pretendía. Afirmó con la cabeza y luego apartó la mirada y posó la vista fuera de la ventanilla-. Después de que comas vamos a comprarte un teléfono nuevo con otro número. Necesito que me des el viejo para poder rastrear a quien trate de ponerse en contacto contigo. ¿De a
-A la mierda con las buenas ideas -exploté-. ¿Podrías mirarme a la cara al menos? -levantó la mirada, fijó los ojos en los míos y ardieron con destellos de un color rojo fuego, lo que les hacía parecer muy marrones. Quería tirar de ella hacia mí y sacudirla, hacerla reaccionar y obligarla a entender que esta mierda de no estar juntos era parte del pasado. Ella iba a venir a casa conmigo, punto y final.Giré la llave y arranqué.-¿Qué quieres de mí, Elliot?-Eso es muy fácil -hice un ruido inapropiado-. Quiero retroceder diez días. Quiero tenerte en mi oficina, ¡follarte en la mesa de mi despacho con tus piernas envueltas en mí! Quiero tu cuerpo debajo del mío y que me mires con unos ojos distintos a los que me pusiste cuando me dejaste frente a los ascensores -posé la frente en el volante y cogí aire.-Vale..., Elliot -su voz sonaba temblorosa y más que ligeramente entristecida.-¿Vale, Elliot? -la imité-. ¿Eso qué significa? ¿Que vale que me voy a casa contigo? ¿Que vale que estamos j
Odio esto. -Él iba a la universidad y yo estaba en el último año de instituto -prosiguió-. Me temo que se creía con derecho a pensar que yo le estaría esperando cuando él volviera a casa por vacaciones, pero no era una relación seria ni mucho menos. Sé que me puso los cuernos. Él simplemente esperaba que yo me muriera por sus huesos y estuviera a su disposición cuando volviese de la universidad. Yo sabía que estaba cabreado conmigo porque salí con otro chico que conocí en una competición de atletismo, pero no tenía ni idea de lo cruel que sería conmigo por culpa de eso.-¿Ibas a atletismo en el instituto? –pregunté.-Sí…, corría –asintió con la cabeza y volvió a mirar su vaso-. Total, que me desperté en una completa nebulosa e incapaz de mover las extremidades. Creemos que quizá me echaron algo en la bebida… -bebió con dificultad y continuó con valentía-. Hablaban sobre mí pero al principio no sabía que era yo. Ni lo que habían hecho. Eran tres y eran las vacaciones de Acción de Grac
En su lugar seguí invadiendo la boca de Raquel. Con ese beso le dejé saber todo lo que sentía, cogiendo sus labios, dándole mosdisquitos, tratando de estar dentro de ella. Cuanto más profundo estuviera más difícil sería para ella volver a dejarme. Mi mente funcionaba así con ella. Esta era una estrategia de guerra y podría hacerlo todo el día. No volvería a salir corriendo de mi lado nunca más, no habría escondites, ni excusas. Ella sería mía y dejarla que la amara.Raquel se derritió en mis labios, se volvió dulce y sumisa, encontró el lugar que necesitaba y se acomodó, igual que hice yo al tomar el control. Entre nosotros funcionaba, y muy pero que muy bien. Me eché hacia atrás y suspiré con fuerza.-Ahora vamos a casa,-¿Qué ha sido de aquello que dijimos de tomarnos las cosas con calma? –preguntó con dulzura.-Todo o nada, nena –susurré-, con nosotros no puede ser de otra manera –si supiera todo lo que tenía preparado para nosotros de cara al futuro posiblemente se volviera a asus
Empecé por sus zapatillas de deporte. Después los calcetines. Sujeté sus pies entre las palmas de mis manos y se los masajeé antes de subir por su pierna y sus caderas hasta la goma de sus pantalones cortos. Mis dedos se deslizaron por debajo y aprehendieron la cinturilla. Después tiraron de ella hacia abajo. Mis ojos contemplaron el descubrimiento de su piel a medida que la tela iba desapareciendo... El ombligo, los huesos de la cadera, el vientre, su sexo, y sus largas piernas. Piernas que me rodearían cuando estuviera bien dentro de su desnudo y precioso sexo. Jesús bendito.Tenía sentido que mi chica fuera modelo. Modelo de desnudos. Tenía un cuerpo que ostentaba el poder de dejarme sin palabras. Sin embargo, aún no había terminado de mostrar mi obra maestra. Alargué la mano hacia la camiseta. Era también una parada rápida: no llevaba nada debajo. Tenía ganas de gritar un sí triunfal. Sus pechos se balancearon al quitarle la prenda por encima de la cabeza.-Raquel... estás precios
Escuchar todo lo que Elliot nos decía, hizo que me sonrojara más de una vez. No imaginé que mi cuñado fuese así, aunque pensándolo bien, es igual que su hermano mayor.Por mi pasado que suene, me pregunto si su padre era igual. Quizá sí lo era, más no iba preguntarle tal cosa a los chicos. Qué les importaría a ellos lo que hacía su padre con su madre,o con otra mujer.Miré a Elliot con asombro y él me sonrió y me dio una palmadita en el rodilla.-Es fuerte escuchar tal cosa pero soy así, cuñada -dice divertido.- No creo que debas esperar menos de mi hermano.-Eh -al escuchar aquel comentario me sonrojé mucho más. Y eso causó que todos los presentes rieran, incluyéndome.-Elliot, no la molestes -le advierte David serio.-Ya, ya, lo siento, Karla -dice sonriéndome de nuevo-. Sólo qué... no sé... David es... incontrolable.-Ya tú boca suelta -le regaña David un poco molesto.-No me importa que sea incontrolable -le digo divertida-. Así lo adoro, Elliot.-Eso no me sorprende. David tiene