La noche había sido productiva, nadie lo había visto salir del pueblo y la arrogancia de Franco era tal que la seguridad en su mansión era mínima y patética, solo un par de hombres en la entrada, más entretenidos en sus celulares que en comprobar si algún enmascarado se colaba por las rejas y se escabullía tras la casa. Franco había colaborado inconscientemente con Gabriel, cuando el muchacho asomó la cabeza por la ventana, logró ver al español en su despacho, junto al asiático que tenía el fusil colgado frente al torso. Sacó su celular con el brillo al mínimo y capturó cuantas imágenes quiso, incluso un par de franco sacando su arma de entre los pantalones y colocándola en el escritorio. Había regresado a casa rápido, sin que nadie lo viera, y subir por el poste fue relativamente más fácil de que imaginó. En la ma&nt
Axel había salido del baño lentamente. Sin decir una palabra tomó del brazo a Gabriel sin dirigirle una mirada a nadie y lo arrastró fuera del baño y fuera del hospital.Gabriel se sentía confundido y abrumado, y no podía imaginarse lo que pasaba por la cabeza de su primo, que lo había liberado apenas habían salido lugar, pero lo empujaba con la palma de la mano en la espalda para que avanzara rápido. Gabriel trató de ver su rostro, tratar de adivinar qué pasaba por su cabeza, pero el rubio permanecía solo un paso más atrás de él y no lograba conseguir hacer contacto visual. Cuando llegaron a la casa, Axel azotó la puerta con fuerza y, literalmente, empujó a Gabriel adentro.—¡En qué mierda estabas pensado? —le gritó y Gabriel no contestó —Amenazar a franco, por dios, está mal, realmente mal.
Las personas alrededor estaban concentradas en la película, pero Gabriel se acercó más al enfermero para que este no tuviera que hablar muy fuerte y él se tomó su tiempo en comenzar.—Creí haberme enamorado una vez —comenzó —ahora sé que no era nada de eso, solo cosas de adolescentes, supongo —hizo una pausa en la que parecía que veía la película, pero Gabriel sabía que no —Mi papá tiene mucho dinero, es el dueño de una empresa de ropa que tiene sucursales en toda Colombia, incluso en estados unidos. Mi abuelo comenzó con el negocio cuando papá estaba joven así que él creció, como decirlo, en la alta sociedad. Le importaban tanto las apariencias que mis hermanas y yo crecimos en una cárcel de reglas y etiqueta.—¿Tienes hermanas? —Samuel sintió, y Gabriel vio como se le ilumin
—Las cosas se van a poner feas —las palabras de Samuel resonaban en su cabeza y hacían que el hueco en su estómago se hiciera más grande, y los acontecimientos que vinieron después de esa noche no hicieron más que incrementar su malestar. Cuando el enfermero lo había llevado a casa, desapareció en un segundo dedicándole un silencioso a dios, y Axel prácticamente lo había arrastrado adentro de la casa. El pueblo esa noche estaba bajo el más silencioso letargo, como si cada habitante hubiera muerto y solo quedaran los fantasmas silenciosos deambulando por ahí. Incluso Axel, haciendo caso omiso a su acostumbrada algarabía, había bajado el volumen del televisor mientras veía Yo me llamo al mínimo posible, y Gabriel, casi instintivamente trataba de hacer todo el silencio posible, como si algún hombre en fusilado fuera a entrar en cualquier momento y matarlo p
—¡ No puedo creer que contestaras eso? —casi gritó Gabriel, y de la risa perdió el equilibrio y casi cae de la silla, samuel lo sostuvo mientras también se reía.—Ella me estaba insultando —se justificó el hombre y Gabriel río más fuerte.—Te dijo hijo de papi y tu le dijiste rubiecilla tetona —el muchacho tuvo que sostenerse el estómago de la risa y Samuel se encogió de hombros.—Tenía un mal día —la comida ya estaba en el estomago y los platos perfectamente ordenados en el locero, Samuel había destapado una botella de vino que no tenía alcohol y llevaban rato hablado cómodamente. Después de que Gabriel se calmara, se formó un silencio cómodo que Gabriel ocupó acariciando los vellos del brazo del enfermero —¿cómo estás? —le preguntó —&ique
Axel sentía una gota de sudor que le bajaba por la frente, pero si soltaba el brazo del hombre este caería sobre Melissa y complicaría la operación.—¿Está seguro que no quiere anestesia general? — preguntó la doctora y el hombre le gritó algo inentendible para Axel. La tormenta golpeaba el pueblo con violencia, los truenos hacían vibrar la tierra y había gotas de agua que se colaban por el techo y hacían un charco enorme en el suelo —La bala tiene agujero de salida —dijo Melissa más bien al aire —solo hay que detener la hemorragia y estará bien. Axel miraba alerta todas las entradas, presintiendo el contra ataque en cualquier momento. Hacía una media hora, estaba terminando todo en la farmacia para irse a casa cuando la enfermera, Laura, llegó corriendo hasta él con las mejillas pálidas y sudorosas. Axel comprendió de inm
Maoy, Gabriel y Samuel escucharon atentos cuando Axel dio el último sorbo a su taza de café y la dejó en la mesita de enfrente. —Los reuní porque necesito de su ayuda —los tres hombres permanecieron en silencio un momento mientras el rubio se aclaraba la garganta —Lo que pasó ayer me hizo comprender que mientras Franco esté en el pueblo nadie va a estar a salvo, ya sabemos que hay un grupo armado que él prácticamente ya exterminó, pero, ¿qué nos asegura que después de eso no llegue otro? ¿o que él comience a inculpar de manera paranoica a cualquiera de haberlos escondido o ayudado? —Maoy se inclinó hacia adelante. —Llevo varios años trabajando en el caso de Franco, tengo evidencia que inculpa a todos sus secuaces, pero él no, tiene excelentes coartadas y un historial limpio. —lo sé —Axel se recostó en el respaldo de su mueble y cruzó las manos tras el cuello —peo yo si sé donde esconde todo lo que lo pueda inculpar —Samuel y Maoy se inclinaron hacia él.
Gabriel había puesto la alarma a las cuatro de la mañana, pero estaba despierto desde media noche, y antes de eso había tenido pesadillas molestas, y perturbadoras donde era él quien estaba arrodillado en el atrio de la iglesia frente al arma de franco, y despertaba siempre de un salto cuando la bala le travesaba la cabeza y aun despierto podía escuchar el sonido del cráneo al romperse. Al final desistió de intentar dormir. Bajó hasta la sala donde el televisor estaba encendido y encontró a Axel, envuelto en su cobija rosa, viendo the flash.—Tampoco puedes dormir —afirmó cuando lo vio aparecer y le hizo espacio para que se metiera en la cobija con él.—Tengo pesadillas con lo de hoy —le dijo Gabriel tapándose con la cobija y Axel suspiró.—Yo extraño a Tomás —se quedaron viendo una maratón de las series que ten&iacu
Dos camionetas estaban atravesadas en medio de la carretera, y fuera de ellas unos cuantos hombres armados esperaban a que la escalera estuviera más cerca y el chofer redujo la velocidad.—Miguel, debajo de la carpa —Gritó el chofer al ayudante que estaba sentado unos puestos más atrás. El joven se puso de pie y levantó una carpa negra que cubría unos bultos de café.—Escóndanse ahí —les dijo y Axel miró a Gabriel.—¿Por qué nos ayudas? —le preguntó el rubio y el ayudante se encogió de hombros —si alguien está en contra de Franco, es de mi equipo.—¡Rápido! —les gritó el chofer y Axel se metió bajo la carpa. Gabriel sacó el disco duro y su celular del bolsillo y los puso en el pecho del ayudante que lo miró con los ojos abiertos.—Esto será