Desastre

—¿De ninguna manera me voy a desnudar en la maldita cocina? —. le digo.

Raphael sonríe. —¿Quién ha dicho nada de desnudarse? —. Y luego levanta la ceja en mi dirección. —Y si no quieres en la cocina, tengo un dormitorio arriba. Puedes desnudarte allí.

Me quedo con la boca abierta y me asombro. —Acabas de arruinar tanto mi repostería como mi ropa.

Raphael asiente. —Estoy seguro de que te verás mejor sin ropa que con ropa, y en cuanto a tu repostería... bueno, estoy seguro de que sabrás mejor que cualquier cosa que estuvieras planeando hornear.

Casi se me salen los ojos de las órbitas. ¿De verdad acaba de decir eso?

Le doy un golpe en el brazo y murmuro —pervertido— al pasar.

—¡Ya lo he oído!

—Bien—, le digo mirándole fijamente a los ojos. —Se suponía que tenías que hacerlo.

Agarro la bolsa de harina que tengo a mi lado y la vuelco sobre la cabeza de Raphael antes de que pueda darse cuenta de lo que acaba de pasar. Sus dedos se convierten en puños a mi lado y me agarra la mano tirando d
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