Justo al terminar la obra y cuando se levantaban de sus asientos para salir del recinto, Dmitry tomo la mano de Nina desprevenidamente y le sonrió con cierta naturalidad y galantería. —¿Puedo acompañarte después a tu hotel, Nina? Ella frunció el ceño levemente, no creyó que su coquetería funcionaria tan rápido, pero pensó que Dmitry debia estar acostumbrado a no tener que esperar por mucho tiempo, sin embargo, no iba a darle el gusto. —Discúlpeme, pero Alek me acompañará devuelta al hotel, ademas creo que es demasiado pronto para que me pida algo así, actualmente no estoy buscando un sustituto para él. —No me malentienda, solo pretendo ser amable y llevarla a casa si es que Alek tiene otros planes—se inclinó levemente hacia ella hasta que sus labios tocaron ligeramente su piel y su aliento tibio le hizo cosquillas—aunque el día en que finalmente pueda poseerla, cuando por fin la tenga desnuda debajo de mí, olvidara el recuerdo de Alek y cualquier otro hombre que haya pasado por su
Sarah dio otro sorbo a su bebida, deleitándose en la atención y sorpresa que le habían dado las personas reunidas a la mesa.—¿Tiene usted un palco en la casa de la ópera Rumana?—cuestionó Dmitry sorprendido, ya que un palco era un lujo innecesario que solo los ricos podían tener, por supuesto, únicamente para hacerse notar entre la sociedad más adinerada de Rumania."El tuyo" pensó Sarah, pero hacía años que no iba debido a las carencias a las que el tío de Dmitry la había recluido y por supuesto, negarle el palco para asistir a la ópera era una de esas carencias, aunque en su situación, eso se había vuelto irrelevante.—En efecto. ¿De qué otra forma se puede conseguir amistades?—bromeo casi insinuando que de esa forma conseguía a sus víctimas o mejor dicho a sus patrocinadores.—Querida señorita Stoica—pronuncio aquel hombre que los había saludado antes en el palco. Sarah se volvió hacia él un tanto desconcertada de que ese hombre supiera su nombre, al menos el que usaba en aquel mo
Dmitry vio con tristeza como Alek acompañaba a Nina fuera del bar, nunca en su vida había envidiado a Alek como en ese momento¡Qué m****a!Nina era la mujer más cautivadora que se había encontrado al menos en los últimos años, no parecía impresionarse fácilmente y el sexo no era exactamente su prioridad, buscaba entretenerse, era una mujer bella, ingeniosa e inteligente y algo ruda. ¿Qué otra cosa necesitaba un hombre de una mujer?Al irse Nina, la noche perdió su encanto, incluso cuando se le acercó Carinna y se sentó a su lado para comenzar a susurrarle al odio proposiciones vulgares que podrían hacer en cualquier habitación de un hotel o incluso en su auto, pero su mente permaneció tranquila, puesto que se preguntaba cuál era exactamente el encanto de Nina, ya que no dejaba de pensar en ella. —Esta noche no—le susurro a Carinna con desánimo, no recordaba alguna sola ocasión en que hubiese rechazado el poder acostarse con una mujer tan sexi como Carinna, pero con Nina en su cabeza,
Una mucama entró a la habitación y se dirigió hacia la terraza donde se encontraban ambos amigos, llevaba en las manos un enorme jarrón de rosas rojas, grandes y de pétalos abiertos, el color era tan intenso que fue imposible que pasara desapercibido por Sarah y Alek.—Señorita Stoica. Han traído flores para usted—le expreso la mujer situándose no muy lejos de ellos, esperando instrucciones de lo que debia hacer con ese obsequio.—Tu esposo se volvió loco por ti—declaro Alek encantado de ver los frutos de sus esfuerzos—¿Tendrá alguna tarjeta?Sarah se levantó de su asiento y camino hasta aquella señorita para buscar entre las flores algún mensaje de quien le había enviado tan hermoso detalle. Luego de unos segundos vio una pequeña tarjeta y mientras la abría, le ordeno a la joven que dejara las flores sobre la mesa que estaba frente a la puerta de entrada de su habitación, para que todo el que entrara se admirara de lo bien que olían.—No puedo creerlo—dijo volviendo a su lugar frente
—El señor Gregoire Petit de la joyería Cartier, madame—le expreso Emile mientras un joven hombre junto a un par de mujeres entraban en la estancia.Sarah se levantó de su sitio y le extendió la mano al hombre, quien le respondió el saludo.—Es un placer conocerla—le dijo el hombre trajeado—espero no interrumpirla.—No, señor Petit, de hecho solo estaba disfrutando de una tarde tranquila ¿Desea que le pida un té o algo de beber?—No, muchas gracias, señorita Stoica, de hecho, me gustaría pasar directamente al asunto que me ha traído hasta aquí.Con un chasquido de dedos, las jóvenes que le acompañaban, levantaron un par de maletines negros, los cuales tenían una seguridad de varios dígitos que Sarah presencio aunque claramente eran difícil de recordar la combinación. Una vez abiertos, el señor Gregoire, los coloco sobre la mesa que estaba frente a Sarah para que contemplara las piedras preciosas que se guardaban en su interior, por poco a Sarah le dolieron los ojos de los centelleantes
Al cabo de una hora llamaron a la puerta, Alek había salido para tratar algunos asuntos importantes según él, pero Sarah intuyo que tal vez había quedado de verse con esa tal Carinna, pero no lo culpaba, la chica era bella y el hecho de que fueran amigos y la estuviera ayudando con sus planes no implicaba que tenía estar con ella siempre.—Una visita, señora—anuncio Emile aproximandose a ella para entregarle una tarjeta de presentación. A Sarah le brinco el corazón al pensar que tal vez sería su esposo Dmitry, pero al ver la tarjeta frunció el ceño y torció los labios.¡Ese hombre es imposible! Pensó dejando escapar un suspiro casi doloroso.—Hazlo pasar, por favor—el hombre asintió y Sarah tomo su copa de whiskey, lo necesitaba después de haber rechazado una fortuna en joyas. Ella esperó en silencio hasta que aquel hombre que ya rondaba los cincuenta años hizo acto de presencia.—Señor, Vasile—expreso Sarah volviendo a personificar a Nina, por supuesto, ya que la presencia de ese hom
Nina suspiró discretamente. ¿Cómo explicarle que en realidad había sido su orgullo quien había rechazados sus obsequios, no ella? Pará cualquier mujer sería impensable rechazar semejantes regalos, mucho menos uno que causa placer y suntuosidad.—Las joyas era bellísimas, señor Petrov...—Dmitry—le corrigió él.—Muy bien, Dmitry. Usted no me ha ofendido de ninguna forma, de hecho ha sido muy halagador de su parte, pero apenas nos conocemos y no puedo aceptar semejante generosidad que pueda afectar o cambiar el estado de nuestra relación.Él parpadeó, la escucho, pero no la comprendió.—Me parece que aún no es consciente de que cambiar el estado de nuestra relación es precisamente lo que pretendo—resoplo y tomo su taza de té para darle un trago a falta de una bebida más ardiente—le juro que no te comprendo y eso me frustra un poco, juegas conmigo y luego me rechazas.—Por favor, exageras—dijo mientras tomando uno de los cojines a su lado para juguetear con la punta de un pompón—a lo que
—Tus labios saben mucho mejor que lo que imaginaba—musito apartándose de ella para deslizar sus labios sobre su cuello apoderándose de su piel con una necesidad brutal.Natasha le había explicado todo, el cómo el hombre que él eligiera trataría de provocarla, besándola, acariciándola y friccionando su zona íntima para encender el ardor en su ser, para que la única cura fuera precisamente él.Dmitry cubrió su seno con su mano, rodeándolo y apretando mientras cubría cada zona de su cuello con besos y ya con los pezones dolorosamente erectos, ella gimió cuando de un jalón, él descubrió su seno y de pronto su boca ya estaba ahí jugueteando y succionando como si fuera un niño, hundiendo sus labios contra su carne y una extraña sensación en su columna provoco que Sarah hundiera las uñas sobre la espalda de Dmitry.—Si no paramos ahora—le dijo con una respiración entrecortada mientras se separaba de su piel—te voy a tomar aquí mismo, en este maldito sofá.Con la respiración entrecortada, Dmi