—No tienes que verlo si no estás lista —dijo Giovanni.Samantha miró fijamente la clínica en la que su padre estaba internado y dudó por un instante antes de responder.—Necesito hacerlo.Había pasado un poco más de tres meses desde la última vez que vio a su padre. Samantha no lo había contactado ni una sola vez en todo ese tiempo, aunque había tomado su teléfono en repetidas ocasiones con la intención de llamar a la clínica, siempre se había echado para atrás en el último segundo. Extrañaba a su padre y tenía tantas cosas que contarle. Quizás ya era hora de arreglar su relación con él.Su padre había dado el primer paso, al contactarla a través de Giovanni para preguntarle si podía visitarlo.No tenía idea de lo que iba a sentir al verlo y si el enojo volvería a resurgir.Giovanni se bajó del auto y caminó hasta su lado para abrirle la puerta. Pasó una mano por su cintura y la acompañó hasta la recepción.La recepcionista era una mujer joven y amable.—Voy a avisarle a alguien pa
Samantha se sorprendió al ver a Lara en su galería. Estuvo a punto de levantar las manos y frotarse los ojos, pero se detuvo a sabiendas de que a ella no le haría ninguna gracia.Se obligó a recuperarse y le dio una sonrisa educada.—Bienvenida, señorita Lara.—Esto debe ser una broma —dijo la aludida retirándose los lentes de sol. Soltó un resoplido mientras la evaluaba con la mirada—. ¿Trabajas aquí?—De hecho, soy la dueña —respondió dejar de sonreír—. ¿Quieres que te muestre algunas de nuestras prendas?—No tienes gente para eso.Samantha no estaba de humor para explicarle que a veces le gustaba tan solo ayudar a los clientes a encontrar lo que estaban buscando. En especial cuando se aburría de estar encerrada en su oficina.—¿Qué estás buscando? Tenemos vestidos para todo tipo de ocasión y recientemente lanzamos nuestra colección de primavera.—Un vestido de noche, algo llamativo y único. —Por supuesto. Por aquí, por favor. —Dejó que ella fuera primero y le hizo una señal a Let
Giovanni miró con descontento a los fotógrafos afuera del hotel. Estaba acostumbrado en algunos eventos de los que acudía, eso no quería decir que le agradaba.Lara debía de haber contactado a todos los medios posibles porque la cantidad de fotógrafos era mayor a la usual. A ella sí que no le gustaba pasar desapercibida.—¿Todavía quieres entrar? —preguntó girándose para ver a Samantha.Ella dejó de mirar a través de la ventana y le dio una sonrisa. —No es la primera vez que vengo a eventos como estos. Mi padre solía llevarme como su acompañante.—Si te sientes cansada, me lo dirás ¿verdad?—Por supuesto.Se preparó mentalmente para lo que se venía y bajó del vehículo. Extendió una mano para ayudar a Samantha.En cuanto se pusieron a recorrer el camino hasta la puerta del hotel, los fotógrafos comenzaron a hacer su trabajo.Giovanni y Samantha se detuvieron un par de veces y posaron para las cámaras. Él estaba demasiado ocupado mirando a Samantha como para recordar lo incómodo que l
Samantha agarró su celular mientras le daba los últimos detalles a su diseño. Sonrió al ver el resultado final, le encantaba.—Buenas tardes —contestó sin mirar el identificador.—Samantha, soy Viola.Su sonrisa desapareció y perdió interés en el dibujo sobre su escritorio.Había pasado tres días desde que vio a Viola en la fiesta de Lara. No esperaba su llamada, ella nunca llamaba. No la había llamado en ninguno de sus cumpleaños, ni cuando se graduó en la escuela de modas, ni en ningún otro evento especial.—¿Viola? ¿A qué debo el honor de tu llamada? —preguntó.—Quería ver si tienes tiempo para ese café del que hablamos.Se preguntó qué demonios estaba pasado. Si fuera una niña, otra vez, habría pensado que sus deseos se estaban haciendo realidad, que su madre quería ser parte de su vida.Bueno, no era más una niña y hace tiempo había dejado ir a su madre.—Estoy demasiado ocupada.—Supongo que sí, pero no será más que un café. No tomará mucho tiempo.No había mentido al decir que
—Necesito que localicen a Viola Santis y la traigan a mi oficina antes del medio día —ordenó Giovanni mientras entraba a la constructora. Enfurecía cada vez que recordaba todo lo que le había contado Samantha y más al ver el efecto que había tenido en ella la actitud de Viola.Iba a lidiar con esa mujer antes de que se volviera un problema más grave. No la quería cerca de Samantha, ni de su hija.—Sí, señor —respondió Cristiano.Entró al ascensor y subió hasta su planta. Como cada día, su secretaria se levantó al verlo y se puso a su lado.—Buenos días, señor.—Leonora —saludó—. ¿Qué hay en mi agenda para hoy?—A las diez llegaran los tres finalistas para ocupar el puesto de arquitecto. Sus currículos están sobre su escritorio.Debido a la demanda de trabajo iban a necesitar de un arquitecto más. En especial porque Giovanni iba a trabajar desde casa a partir de la siguiente semana y luego del nacimiento de su hija planeaba tomarse un mes libre. —A las tres de la tarde tiene la re
Samantha estaba preparándose un bocadillo cuando sintió un leve dolor en el vientre —no más fuerte que cuando su hija le daba una patadita. No duró demasiado y volvió a lo suyo en cuanto pasó.Unos veinte minutos después, mientras estaba comiendo, volvió a sentir el mismo dolor. Al igual que la primera vez, no duró demasiado, pero esta vez despertó sus sospechas. Aunque faltaban algunos días para su fecha de parto, la doctora le había explicado que no sería nada raro si se adelantaba.Se prometió ir a buscar a Giovanni si volvía a sentir dolor otra vez.Estaba dibujando unos vestidos para su bebé cuando sintió dolor por tercera vez. Estaba vez no le quedó duda, en especial porque fue un poco más intenso. Se frotó el vientre y respiró profundo hasta que pasó, luego fue a la oficina de Giovanni. Él estaba en una reunión y ese era el único motivo por el cual no estaba sobre ella.Entró a la oficina después de tocar. Giovanni levantó la cabeza y le dio una sonrisa.—Es hora —informó, calm
Giovanni besó a Samantha en la frente y, asegurándose de no hacer demasiado ruido, salió de la habitación. Ella estaba descansando, lo necesitaba después del arduo esfuerzo que había puesto para traer a su hija a este mundo.Su mujer era valiente y fuerte.Todavía era capaz de escuchar sus gritos y maldiciones. Se había sentido impotente sin poder hacer nada más que mirarla.No encontró a ninguno de los miembros de su familia en la sala de espera. Sonrió. No era difícil adivinar donde estaban.Se dirigió hasta el ala de recién nacidos y, como esperaba, allí estaba su familia, casi todos de espaldas a él, mirando a través de una ventana hacia el interior de la habitación en la que descansaban los bebés. Su padre, en cambio, estaba del otro lado de la ventana con su nieta en brazos.Sacudió la cabeza. Estaba seguro de que había usado su encanto y sus contactos para convencer a algún miembro del personal de dejarlo entrar.—¿Creen que la secuestre? —preguntó deteniéndose justo detrás de
Samantha sonrió en cuanto vio aparecer a su padre. —Hija. —Su padre se detuvo y dejó su maleta en el suelo antes de envolverla en un abrazo—. Mi pequeña y preciosa hija —dijo y la besó en la cabeza—. Gracias por venir. Desde la primera vez que lo había visitado, había ido a verlo cada dos fines de semana, sin falta. Aunque había faltado a la última visita debido al nacimiento de su hija, nada la habría detenido ese día. Su padre lo había logrado. Esa mañana había sido dado de alta oficialmente. Todavía le quedaba un camino largo fuera de la clínica, pero no lo dejaría solo. —Te dije que estaría aquí. —Lo hiciste. —Su padre dio un paso hacia atrás. —El conjunto te queda muy bien —comentó mirándolo de pies a cabeza luchando con el nudo en su garganta. —Por supuesto que sí, lo eligió mi hija y ella tiene un gusto exquisito. —¿Estás listo para irnos? —Más que nunca. —Su padre recorrió la habitación con la mirada y volvió a poner sus ojos en ella—. ¿Dónde está mi nieta? Me muer