Samantha agarró su celular mientras le daba los últimos detalles a su diseño. Sonrió al ver el resultado final, le encantaba.—Buenas tardes —contestó sin mirar el identificador.—Samantha, soy Viola.Su sonrisa desapareció y perdió interés en el dibujo sobre su escritorio.Había pasado tres días desde que vio a Viola en la fiesta de Lara. No esperaba su llamada, ella nunca llamaba. No la había llamado en ninguno de sus cumpleaños, ni cuando se graduó en la escuela de modas, ni en ningún otro evento especial.—¿Viola? ¿A qué debo el honor de tu llamada? —preguntó.—Quería ver si tienes tiempo para ese café del que hablamos.Se preguntó qué demonios estaba pasado. Si fuera una niña, otra vez, habría pensado que sus deseos se estaban haciendo realidad, que su madre quería ser parte de su vida.Bueno, no era más una niña y hace tiempo había dejado ir a su madre.—Estoy demasiado ocupada.—Supongo que sí, pero no será más que un café. No tomará mucho tiempo.No había mentido al decir que
—Necesito que localicen a Viola Santis y la traigan a mi oficina antes del medio día —ordenó Giovanni mientras entraba a la constructora. Enfurecía cada vez que recordaba todo lo que le había contado Samantha y más al ver el efecto que había tenido en ella la actitud de Viola.Iba a lidiar con esa mujer antes de que se volviera un problema más grave. No la quería cerca de Samantha, ni de su hija.—Sí, señor —respondió Cristiano.Entró al ascensor y subió hasta su planta. Como cada día, su secretaria se levantó al verlo y se puso a su lado.—Buenos días, señor.—Leonora —saludó—. ¿Qué hay en mi agenda para hoy?—A las diez llegaran los tres finalistas para ocupar el puesto de arquitecto. Sus currículos están sobre su escritorio.Debido a la demanda de trabajo iban a necesitar de un arquitecto más. En especial porque Giovanni iba a trabajar desde casa a partir de la siguiente semana y luego del nacimiento de su hija planeaba tomarse un mes libre. —A las tres de la tarde tiene la re
Samantha estaba preparándose un bocadillo cuando sintió un leve dolor en el vientre —no más fuerte que cuando su hija le daba una patadita. No duró demasiado y volvió a lo suyo en cuanto pasó.Unos veinte minutos después, mientras estaba comiendo, volvió a sentir el mismo dolor. Al igual que la primera vez, no duró demasiado, pero esta vez despertó sus sospechas. Aunque faltaban algunos días para su fecha de parto, la doctora le había explicado que no sería nada raro si se adelantaba.Se prometió ir a buscar a Giovanni si volvía a sentir dolor otra vez.Estaba dibujando unos vestidos para su bebé cuando sintió dolor por tercera vez. Estaba vez no le quedó duda, en especial porque fue un poco más intenso. Se frotó el vientre y respiró profundo hasta que pasó, luego fue a la oficina de Giovanni. Él estaba en una reunión y ese era el único motivo por el cual no estaba sobre ella.Entró a la oficina después de tocar. Giovanni levantó la cabeza y le dio una sonrisa.—Es hora —informó, calm
Giovanni besó a Samantha en la frente y, asegurándose de no hacer demasiado ruido, salió de la habitación. Ella estaba descansando, lo necesitaba después del arduo esfuerzo que había puesto para traer a su hija a este mundo.Su mujer era valiente y fuerte.Todavía era capaz de escuchar sus gritos y maldiciones. Se había sentido impotente sin poder hacer nada más que mirarla.No encontró a ninguno de los miembros de su familia en la sala de espera. Sonrió. No era difícil adivinar donde estaban.Se dirigió hasta el ala de recién nacidos y, como esperaba, allí estaba su familia, casi todos de espaldas a él, mirando a través de una ventana hacia el interior de la habitación en la que descansaban los bebés. Su padre, en cambio, estaba del otro lado de la ventana con su nieta en brazos.Sacudió la cabeza. Estaba seguro de que había usado su encanto y sus contactos para convencer a algún miembro del personal de dejarlo entrar.—¿Creen que la secuestre? —preguntó deteniéndose justo detrás de
Samantha sonrió en cuanto vio aparecer a su padre. —Hija. —Su padre se detuvo y dejó su maleta en el suelo antes de envolverla en un abrazo—. Mi pequeña y preciosa hija —dijo y la besó en la cabeza—. Gracias por venir. Desde la primera vez que lo había visitado, había ido a verlo cada dos fines de semana, sin falta. Aunque había faltado a la última visita debido al nacimiento de su hija, nada la habría detenido ese día. Su padre lo había logrado. Esa mañana había sido dado de alta oficialmente. Todavía le quedaba un camino largo fuera de la clínica, pero no lo dejaría solo. —Te dije que estaría aquí. —Lo hiciste. —Su padre dio un paso hacia atrás. —El conjunto te queda muy bien —comentó mirándolo de pies a cabeza luchando con el nudo en su garganta. —Por supuesto que sí, lo eligió mi hija y ella tiene un gusto exquisito. —¿Estás listo para irnos? —Más que nunca. —Su padre recorrió la habitación con la mirada y volvió a poner sus ojos en ella—. ¿Dónde está mi nieta? Me muer
—Tal vez no debería ir —comentó Samantha mientras salían del edificio en el que vivían. Giovanni se detuvo y la tomó del rostro con delicadeza. —Ángel, a mí no podría interesarme menos lo que vas a llevar en nuestro gran día, podrías ir en pijama y yo sería feliz. Samantha sonrió. —El pijama no suena tan mal. —Sin embargo, quiero que sea el mejor día de tu vida y que cada detalle sea perfecto. Así que, ve y diviértete. Pruébate todos los vestidos de novia que quieras hasta que encuentres el indicado. Samantha soltó un suspiro. —Eres demasiado dulce. —Espero que lo suficiente como para que me envíes una foto de ti usándolo. —No, es de mala suerte ver a la novia en su vestido antes de la boda. —Debía intentarlo. Samantha miró a su hija y luego de regreso a él. Era la primera vez que iba a pasar algunas horas separada de Bianca. Giovanni lo entendía. El primer día de regreso a la oficina, se la había pasado todo el día ansioso pensando en cómo estarían ambas. Había llamado al
Samantha se observó en el espejo con una sensación de regocijo. El peinado, el maquillaje, el vestido… todo era como se lo había imaginado. Y después de tanta espera, su gran día había llegado al fin. —Falta algo —dijo Bianca llamando su atención.Su futura suegra se acercó con un estuche cuadrado y lo abrió para mostrarle lo que había en su interior.Samantha se quedó anonadada al ver el collar de diamantes. La joya brillaba con los reflejos de la luz.—Es hermoso —comentó acariciándolo.—Es tuyo.—No puedo aceptarlo.—De eso nada, claro que lo harás.—Ya deberías saber que nadie gana contra mi madre cuando algo se le mete a la cabeza —comentó Sienna.Bianca se colocó detrás de ella y le puso el collar.—Perfecto.—Yo… —Respiró profundo mientras intentaba de contener las ganas de ponerse a llorar.—Ni se te ocurra —advirtió Sienna apuntándola con un dedo—. Arruinarás el maquillaje y, si eso sucede, tardaremos en salir. No hay manera de que salgas con el maquillaje corrido, no en mi
Los primeros rayos del sol empezaron a iluminar la habitación. Giovanni llevaba media hora despierto escuchando la respiración acompasada de Samantha y observándola dormir con la precaria luz del amanecer. Ella estaba durmiendo boca abajo. Su cabello, desordenado, le tapaba una parte del rostro. La sábana llegaba hasta la cintura y podía ver el contorno de sus senos asomándose por un costado. La necesitaba otra vez, con tanta intensidad, que era difícil creer que la había poseído varias veces en los últimos días. Se preguntó si en algún momento ese deseo insaciable que lo consumía llegaría a disminuir al menos un poco. Lo dudaba seriamente. Intentó pensar en otra cosa. No debería perturbar su sueño, habían estado despiertos hasta muy entrada la noche haciendo el amor y ella requería algunas horas más de sueño. Aun así, como un niño atraído hacia un objeto brillante, su mano cobró vida propia y se posó sobre la espalda de Samantha. La acarició de arriba hacia abajo con las yemas de