Resignada a su suerte

Fahriye no podía creer lo que estaba sucediendo, al ver la sonrisa sardónica del hombre frente a ella, sintió temor y a la vez furia.

—Hola, preciosa, ¿Me extrañaste? —el hombre preguntó aún sonriendo.

—Eres un imbécil, ¿Cómo pudiste? —Farh deseaba tener la fuerza suficiente para ponerlo en su lugar inmediatamente.

Farh no pudo contener toda la ira reprimida, alzó su mano para dirigirla hacia la cara de aquel descarado para golpearlo, él tomó su brazo fuertemente para evitarlo.

—No te equivoques Fahriye, pobre de ti si te atreves a golpearme, olvidaré que soy un caballero y podría hacerte daño —sentenció mientras la miraba fijamente, la sonrisa en su rostro se había borrado.

—¿Un caballero? Después de lo que me hiciste, ja, ja, ja —Farh se rió irónicamente.

—He entendido que mi venganza no es contra ti, tú no tuviste que ver en la muerte de mis padres.

—Dejame ir, Abdel —suplicó, aunque sabía que no la dejaría ir tan fácilmente.

—No lo haré, sé que podremos ser felices junto a nuestro
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