¿Será tarde para el perdón?La noche era un abismo sin fin, un vacío donde solo quedaban las palabras que nunca se dijeron y las heridas que nunca sanaron.El viento soplaba con fuerza, alzando mechones del cabello de Eleonor, pero ella apenas lo notaba. Todo su cuerpo temblaba, no por el frío, sino por la angustia, por la verdad que se había desplomado sobre ella con la fuerza de un golpe directo al alma.Paula no solo la había castigado con ese beso.Paula la había condenado a entender demasiado tarde.Los años de distancia, de silencios, de resentimiento no habían sido casuales. Habían sido la consecuencia de una herida que nunca cicatrizó, de un dolor que Eleonor ignoró porque creyó que con el tiempo pasaría. Pero el tiempo no curó nada. Solo lo envenenó todo.Apoyó la espalda contra la pared de ladrillos, tratando de respirar.No podía quebrarse. No ahora.Pero, ¿qué se suponía que hiciera? ¿Cómo se arreglaba algo que llevaba tanto tiempo roto?Entonces, sintió unos pasos detrás
Capitulo: Siempre te guardé tu hamaca . Sergio detuvo el auto frente a la casa de Eleonor. La calle estaba en completo silencio, como si el mundo se hubiera detenido después del caos de la noche. Eleonor aún tenía los ojos hinchados por el llanto, pero su mente estaba demasiado agotada para seguir procesando lo que acababa de ocurrir. Sergio la miró de reojo y rompió el silencio con suavidad. —No quiero que pienses que todo esto cambia algo. Eleonor giró el rostro hacia él, confundida. —¿A qué te refieres? Sergio apoyó las manos sobre el volante y suspiró. —A que esta noche no fue como la planeé… pero eso no significa que no quiera decirte lo que tenía en mente. Eleonor sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sergio sonrió con tristeza. —Sé que ahora no es el momento, que hay demasiadas cosas en tu cabeza, pero… quiero que sepas que puedes contar conmigo, para lo que sea. Eleonor bajó la mirada, sintiendo el peso de sus emociones. —Gracias, Sergio. Él ne
Capítulo: "A tiempo para sanar"La noche ya no era tan oscura en el parque .de juegos .Paula seguía sentada en su hamaca moviéndose suavemente de adelante hacia atrás, Eleonor estaba a la par de ella con una mano agarrada a la mano de su hermana.El parque estaba envuelto en una calma suave, casi irreal, como si la ciudad entera hubiera detenido su ritmo solo para ese momento.Las luces tenues de los faroles caían sobre las hamacas, y ahí, sentadas, estaban ellas: Eleonor y Paula. Las hermanas como cuando eran unas niñas de cinco años .Horas habían pasado desde que llegaron. Horas en las que no se dijeron todo, pero tampoco necesitaban palabras. A veces, el silencio es también un idioma, uno que solo entienden los corazones que alguna vez estuvieron rotos por la misma herida.Sergio, de pie a unos metros, las miraba con una mezcla de alivio y ternura. Tenía el teléfono pegado al oído.—Alberto… ellas están bien. Están en el parque, en las hamacas. —Su voz era serena, firme, como si
Capítulo: "En medio de la tormenta, elegí quedarme"El aire de la madrugada aún olía a tierra húmeda, a hojas mojadas por el rocío, a esa mezcla extraña de nostalgia y esperanza que solo se siente después de una noche de revelaciones.Sergio salió del parque en silencio. Caminó con calma hasta su auto, dejando atrás las hamacas que ahora quedaban vacías, pero que habían sostenido por horas los cuerpos y las penas de dos hermanas rotas, que finalmente comenzaban a reconstruirse. Lo último que vio fue a Eleonor abrazando a Paula como si el mundo se hubiera detenido ahí, y, de alguna forma, lo hizo.No quiso interrumpir más.No era su momento.Subió a su auto, encendió el motor y lo dejó correr mientras el viento de la madrugada se colaba por la ventanilla entreabierta. En sus manos aún sentía la suavidad de la piel de Eleonor, en su pecho, el peso de todo lo que había callado. Lo único que le quedaba por hacer antes de regresar a casa era una llamada.Marcó el número de Mateo. Tardó en
Capitulo :Errores que marcan el alma La madrugada era espesa, silenciosa y cargada de un frío que calaba los huesos. Pero Mateo no sentía el clima. Sentía algo peor: el peso de la culpa, del dolor, de los años que no se pueden desandar. No volvió a casa esa noche. Le había avisado a su madre que no se preocupara, que necesitaba despejarse… aunque no dijo dónde iba. No tenía fuerzas para enfrentar a nadie más. Solo una persona podía entender lo que le pasaba.Álvaro Méndez.El padrino que había sido más que eso. Una figura paterna, un consejero, un ejemplo… aunque no perfecto. Porque Álvaro también había fallado, y quizás por eso, era el único capaz de comprender lo que él sentía.Mateo se estacionó frente a la casa. No tocó el timbre. Solo se quedó ahí, dentro del auto, con los ojos vacíos y el corazón hecho trizas. Desde una de las ventanas, Álvaro lo vio. Su figura estaba encorvada sobre el volante, y sus ojos rojos delataban que había llorado.—Aurora… está Mateo afuera. —dijo Ál
Capítulo: “El momento que tanto esperé” La tarde caía sobre la ciudad con un tono dorado que bañaba los edificios, las calles y los corazones inquietos. El aire tenía ese aroma fresco del mar mezclado con jazmines que florecían en los jardines de las casas, y el cielo parecía más claro, más limpio… como si también él esperara que algo hermoso sucediera. Sergio había estado planeando esta salida con nervios en el estómago. No era solo una invitación cualquiera. Era el día en que por fin se atrevería a decirle a Eleonor todo lo que había guardado en su corazón desde que eran adolescentes. La esperó en la puerta del parque donde solían ir con amigos del liceo. Pero esta vez no había amigos, ni risas de grupo, ni juegos. Esta vez solo eran ellos dos. Y cuando la vio llegar, con su cabello rojo suelto cayendo en ondas suaves por los hombros, con esa sonrisa tímida en los labios y los ojos celestes brillando en la luz del atardecer, sintió que todo su mundo se acomodaba de una manera d
Capítulo: Cerrar círculos, abrir caminosLa noche caía tranquila sobre la casa. Después de semanas llenas de tensión, lágrimas y palabras duras, el silencio en el hogar de Georgina y Alberto ya no dolía tanto. Se había vuelto un silencio de reflexión, de abrazos sinceros, de pasos nuevos.En la habitación principal, la luz cálida de la lámpara de noche bañaba la cama matrimonial, donde Georgina estaba sentada, abrazando sus propias rodillas, en silencio. Alberto salió del baño y al verla así, se sentó a su lado, sin decir palabra.—Necesito hablar con vos —dijo ella, al fin, con la voz apenas un susurro.Alberto la miró con atención.—Claro, amor. ¿Qué pasa?Georgina tragó saliva. Sus ojos se nublaron con lágrimas que ya no podía contener.—Quiero pedirte perdón —murmuró—. Por no haber sido la madre que nuestras hijas necesitaban.Alberto intentó hablar, pero ella alzó una mano, pidiéndole silencio.—Déjame decirlo todo, por favor. No quiero seguir con esto en el pecho. —Sus ojos se p
Capítulo: “Cielos de Perdón”La habitación estaba en penumbras. Solo una pequeña lámpara de escritorio iluminaba el cuaderno abierto sobre la mesa. Mateo llevaba horas con el bolígrafo en la mano, pero las palabras no fluían. ¿Cómo se le pedía perdón a quien uno había roto sin querer? ¿Cómo se encontraba el coraje para decir adiós cuando lo único que uno quiere es quedarse?Respiró hondo, se pasó una mano por el rostro y volvió a mirar el papel.Era su última noche en casa. En cuestión de horas, un avión lo llevaría a otro continente. España. La tierra donde intentaría recomenzar, donde buscaría perdonarse a sí mismo, aunque supiera que el perdón que más necesitaba no dependía de él.Finalmente, apoyó la punta del bolígrafo sobre la hoja y comenzó a escribir.“Paula:No sé cómo empezar esta carta sin que me tiemblen las manos. De hecho, mientras te escribo esto, estoy llorando. Sí, llorando. Algo que no te imaginas de mí, ¿no?No espero que me perdones. Ni siquiera sé si vas a querer