Capítulo 100
—¿Tienes velas? —bajo la brillante luz del sensor, el joven era alto y esbelto, con piel color miel y facciones juveniles que ya presagiaban una futura belleza devastadora.

Sus ojos negros revelaban cierta inquietud, y sus nudillos estaban blancos de tanto apretar los puños.

Ana retiró su mirada escrutadora —La administración tiene personal las 24 horas, si hay un corte de luz, puedes llamarlos directamente.

Mantenía alta su guardia ante un extraño que tocaba a su puerta tan tarde. Dio un paso atrás para cerrar, cuando de repente el joven se desplomó con un fuerte golpe, cayendo de cara al suelo.

Ana suspiró resignada, ¿acaso su nuevo vecino intentaba estafarla? Llamó a emergencias y se agachó para voltearlo, comprobando su respiración con un dedo. El aliento era débil pero cálido.

Seguía vivo.

Ana se relajó un poco. Apoyada en el marco de la puerta esperando la ambulancia, después de pensarlo bien, le tomó una foto al rostro del joven y se la envió a Gabriel.

[Señor Urquiza, ¿conoce a
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