Ares —¡Allí estás! —Escuché la voz de un hombre a mi espalda entre la multitud de personas que recorrían los salones y me di la vuelta, para ver de quién se trataba. No lo reconocí de inmediato, pero él se acercó con una sonrisa brillante como si me conociese de toda la vida. —Lo siento —. Menee la cabeza, sintiéndome culpable por no recordar de dónde nos conocíamos —. ¿Nos conocemos? —Por supuesto —. Respondió sonriendo —. Soy el hombre que recientemente te ha salvado el trasero —. Definitivamente, acababa de llamar mi atención. Y después de analizarlo durante un momento, supe quién era. —¿Milton? Las pocas fotos que había encontrado de él, eran antiguas y no le hacían justicia. Imaginé que ser discreto con su apariencia era parte de su oficio. —El mismo —. Nos estrechamos la mano, como si fuésemos viejos conocidos —. Oye, sé que esta es tu gran noche y no me aparecería aquí si no fuese porque tengo grandes noticias —. Dijo dándome un golpe en el brazo —. Amigo, esto es una ma
Ares Llamé a mamá, pero ella tampoco la había visto desde hacía más de media hora. Entonces, vi a mis hermanos bajando las escaleras. Eros se veía molesto y Aquiles, tenía esa expresión que solo veía cuando alguno de nosotros estaba furioso con él. Ignoré la inquietud que me provocó aquello y fui hacia ellos. —¡Qué guapo! —Exclamó Eros llevándose la mano al pecho —. Estás hecho un galán —. Inclinó la cabeza para observarme y su sonrisa se desvaneció al ver mi ceño fruncido —. ¿Ocurre algo malo? —No encuentro a Nora, no está en ningún sitio y no contesta el móvil. Estoy preocupado, para ella esta fiesta es muy importante, nunca se habría marchado así. Mamá, dice que cree que fue la última en verla. Mi inquietud se transformó en pánico al ver que cruzaban miradas. —Aquiles —. Dijo Eros, preocupado y nuestro hermano mayor se contrajo como si fuese culpable de algo. Lo conocía demasiado, así que estaba seguro de que algo callaba. —¿Qué hiciste? —Le pregunté agitado. —Yo hablé con
Nora —Date prisa —me ordenó Máximo, empujándome para que cruzara el alambrado. Lo levantó, lo suficiente para darme paso y luego se coló con facilidad. Tenía la sensación de que estaba cocinando ese golpe desde hacía varios días, puede que desde nuestro encontronazo a unas calles del colegio. Sabía por dónde moverse y como evitar la seguridad. Lo que me aterraba realmente de Máximo, era lo inestable que parecía. —Hago lo que puedo —. Jadee, lo único que deseaba era poder encogerme y cubrirme del frío. La noche era cálida; sin embargo, yo tiritaba violentamente y mi mente era un revoltijo de teorías inquietantes. ¿A dónde me llevaba? No estaba segura de desear conocer la respuesta. Lo vi cruzar el alambrado, sin dejar de amenazarme con una pistola pegada a mi espalda y escruté la oscuridad que nos rodeaba. Unos faros bajaron por la calle de ingreso de los empleados. Un empleado de seguridad, les abrió la valla y pude escuchar las voces lejanas. No obstante, no logré reconocerla
Nora Entorné los ojos, buscándolos entre los árboles, y entonces, los tres hermanos D’ Amico, emergieron muy cerca de nosotros, bajo el brumoso resplandor lunar, con un gesto amenazante.Máximo se puso rígido al instante, los tres parecían lobos a punto de atacar y la única garantía de que no lo hicieran era que yo me interponía entre ellos. No podía estar más feliz de verlos, incluso al gruñón de Aquiles. De ser posible lo hubiese abrazado. —Suelta a Nora, imbéc¡l y puede que te permita subir a la patrulla con todos los huesos sanos —. Siseo Eros, en un tono bajo y escalofriante. Aquiles se acercó un par de pasos despacio. Pero yo percibí la alerta de Ares, al ver lo que Máximo apretaba contra mi espalda. —Ninguno de los tres de un solo paso más, o lo que ocurra aquí, será su culpa. Ares se inclinó ligeramente, midiendo la distancia que nos separaba y calculando el tiempo necesario para estar sobre nosotros. Sin embargo, mi captor, lo leyó al igual que yo y me insto a dar un pa
AresMe encontraba en el medio del salón, mientras los camareros recogían y la orquesta continuaba tocando con suaves acordes. Me quité los gemelos y arremangué mi camisa, cuando la vi dejar el delantal sobre una de las mesas. Se acercó a mí con los labios curvados en una suave sonrisa. Tenía los ojos brillantes, como el jade, y me perdí en ellos hasta que estuvo frente a mí. —Baila conmigo —. Le dije, tomándola por la muñeca y acercándola a mí, antes de colocar mis manos sobre sus caderas. —¿Ahora? —Miró a nuestro alrededor, éramos los únicos en el salón, además de la orquesta. Les pedí que se quedaran porque no quería irme a la cama sin saber que no había bailado con la mujer que amaba. —Sí, he esperado toda la noche para poder tenerte para mí un momento a solas —. Todavía con dudas en su mirada, se acercó a mí y dejó que la estrechase —. Y si tengo que ser completamente franco, le pedí a la orquesta que continuase tocando porque deseaba poder hacer esto. Bailar contigo, no he
AresUn mes después…León caminaba por el pasillo de la pequeña iglesia de Monte de oro, junto a la Vicky su mejor amiga del colegio. Nos pareció justo que la propusiese a ella para que lanzara los pétalos de rosas, ya que no tenía sobrinas por el momento. Atravesaron el lugar repleto de familiares de amigos, concentrados en llegar a donde estábamos esperándolos, con una sonrisa y los brazos abiertos. Él caminaba a su lado con los anillos sobre una almohadilla de terciopelo negro, mientras ella lanzaba los pétalos con su pequeña mano enguantada.Cuando León llegó a mi lado, curvó los labios en una sonrisa y agitó su manecita, antes de darle los anillos a mi padrino: Aquiles. Se veía adorable en ese pequeño esmoquin a medida, que era exactamente idéntico al que usábamos los tres de Hugo Boss. Tiró de la manga de mi saco y me agaché para poder escucharlo sobre el sonido de la sangre rugiéndome en los oídos. Los nervios estaban acabando conmigo. Apenas si lograba mover las manos por
Ares Aquellos votos eran tan importantes como las promesas que le hice a Nora. Porque al casarte con una mujer que es madre, te debes comprometer a amar y respetar también a sus hijos. Ya que ellos, serán también tus hijos, por quienes trabajaras más duro, por los que pasaras noches en vela y te sentirás orgulloso. Ellos son la razón por la que al final del día, justo antes de cerrar los ojos, sabes que todo esfuerzo valió la pena. —León —. Me arrodillé frente a él y comencé a leer. Su expresión de sorpresa me decía que no entendía lo que ocurría —. Anoche, luego de mi despedida de soltero, escribí esto para ti porque quiero que todos sean testigos del compromiso que hoy tomaré para contigo —. Acaricie su mejilla con los nudillos al ver que su barbilla temblaba —. Mi pequeño Leoncito, mi vaquero y compañero de aventuras… Incluso antes de que tu mami me dejase entrar a su vida… Antes de que admitiese que no podía resistirse a mi encanto innato —. Los presentes comenzaron a reír, entr
NoraAres abrió la puerta de la lujosa suite, negándose a bajarme, por lo que rodee su cuello con los brazos y me apreté contra él, riendo. —Dímelo otra vez —. Le pedí dejando descansar la cabeza en el pliegue de su cuello, en tanto entrabamos al vestíbulo en tono marfil. —La amo, señora D´ Amico y déjeme decirle que me ha convertido en el hombre más feliz de este mundo —suspiré nuevamente al escucharlo y alcé el rostro hacia él, lo que le permitió atrapar mis labios. Me besó con cuidado primero, antes de que su boca se volviese exigente y al separarnos ambos estábamos agitados —. Entonces —jadeo con un brillo hambriento en los ojos —, ¿quieres beber algo? ¿Dar un recorrido por la suite? —Ronroneo contra mi cuello —. Podemos beber algo, bajar a cenar o tal vez comenzar con nuestra luna de miel de inmediato. Lo que sea que hagamos es tu decisión —. Bajo cabeza para besarme la línea de la mandíbula y mordisqueo la suave piel del lóbulo de la oreja. Ambos estábamos ansiosos. Ni siqui