Los cuidados de Dante

–No cierre la puerta. Si se desmaya, quiero enterarme.

Sintiéndose peor que nunca, Allegra entró en el cuarto de baño, cerró la puerta y echó el pestillo.

Mojó el borde de la toalla y se la llevó a la cabeza, tratando de analizar por qué se sentía tan deprimida. Estaba acostumbrada a cuidarse ella sola, ¿no? Siempre lo había hecho. No necesitaba que Dante Beaumont acudiera en su rescate.

Cuando salió, la habitación estaba vacía. Sobre la cama estaba su bolso, en la que estarían las cosas que había anotado en la lista. Aquel Roberto trabajaba rápido. En la mesilla de noche había una jarra de agua y un bote de analgésicos. El que se lo hubiera dejado lo hacía más considerado.

Se tomó un par de pastillas y se puso los pantalones cortos y la camiseta de algodón que solía usar para dormir.

Con una copa de whisky en la mano, Dante vio el reportaje de las noticias desde el hospital. Mostraron unas imágenes de Allegra llegando en una ambulancia, con sangre en la cara, y una entrevista con la
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