SofíaSuspiro admirando la espuma de mi café sin siquiera probarlo. Estoy bastante sumergida en mis pensamientos como para escuchar los parloteos de Katy, quien se desvive contándome sobre su reciente enamoramiento del nuevo abogado de la agencia. Mientras mi mente da vueltas tratando de solucionar el problema que me he echado encima con el tal viaje a Chicago la próxima semana. «¿Qué haré con mi bebé?». Mi madre pudiese cuidarla, pero nunca me he alejado de ella por tanto tiempo y me aterra la idea de que le suceda algo y no estar presente.Mi nena es tan pequeñita, que no sabe pasar una noche sin mí; ya siento que le pido demasiado al dejarla en la guardería por tantas horas, como para que tenga también que abandonarla una noche completa.—Y, como te decía…, nos besamos en el baño y me pidió matrimonio de rodillas. —Katy suspira dramáticamente, sacándome de mi ensoñación.—Qué lindo —respondo de manera automática sin prestarle demasiada atención a sus palabras.—Sofía ¿siquiera me e
SofíaLa oficina es una locura desde que llegó ese proyecto y es raro ver a alguien fuera de su cubículo, vagando por la agencia. Todos se encuentran completamente enfocados en el trabajo y no es para menos, si sienten como Evan les respira en la nuca cada vez que descubre a algún pobre soldado fuera de su puesto.—Señorita González, ¿ya reservó las habitaciones y los boletos de avión para el viernes? —pregunta mi jefe malhumorado.—Así es, señor —respondo, observando cómo soba sus sienes con aparente dolor de cabeza—. ¿Quiere que le traiga un café? —Me atrevo a preguntar, odiando la manera en que mi voz delata la preocupación que siento por él.—Tráelo, estaré en mi oficina —acepta y pasa de largo—. Sin…—…Azúcar —completo por él.Después de haberme equivocado en más de una ocasión, Evan siente la necesidad de recordármelo a cada rato.Llego a la cocina y una idea se cruza por mi cabeza. Caliento el agua y, en vez de servir el café, preparo un té de tila que viene muy bien para calma
SofíaDespués de haber tenido un día tan cansado nos pasa esto. No puedo creer que en un hotel con el prestigio que tiene este puedan pasar errores como el que acaban de cometer con nosotros. No me aguanto las ganas de reclamar y termino discutiendo con el recepcionista:—Exijo una explicación, ¿qué fue lo que pasó? —pido desesperada—. Yo hice las reservaciones de la manera correcta. Llame al gerente por favor.—Tranquila —murmura Evan sujetando mi codo—. Así está bien, tomaremos la suite, no tenemos tiempo para buscar otro hotel.—¡No! —Me libero de su agarre que quema como brasas sobre mi piel—. Usted puede quedarse aquí, yo buscaré otra habitación en el hotel más cercano…—Puedo ayudarle con eso —se ofrece el empleado, pero Evan le da una mala mirada y se acerca a mi oído. Pienso que me susurrará algo en confidencia, pero lo que dice provoca que se me suban los colores al rostro:—No es como si no hubiéramos dormido juntos un millón de veces antes —espeta lo suficientemente alto pa
SofíaMis manos comienzan a sudar y el latido furioso de mi corazón lo siento en los oídos. No sé cómo diablos me metí en esta situación, o, cómo saldré de ella.—¿Salmón está bien? —pregunta Evan desde la cama antes de hacer el pedido.—S-sí, está bien —respondo nerviosa.—Bien, envíe un plato de Salmón Wellington y otro a la Carbonara, sin cebollitas y solo un toque de aceite de oliva —describe perfectamente el que, sabe, es mi plato favorito y guarda silencio de pronto, dándose cuenta de lo mucho que aún me conoce—. Perdón —murmura cerrando sus ojos—. ¿Quieres pedir tú?Es el primer gesto considerado que veo de su parte desde que nos reencontramos, y siento cómo se inflan mis pulmones en un suspiro que delata lo mucho que me ha agradado su pregunta.—No, está perfecto.Termina de hacer el pedido y camina directo al cuarto de baño. Espero sin saber qué más hacer, hasta que varios minutos después escucho el timbre de la entrada que anuncia la llegada de nuestra cena.Abro la puerta y
Evan¿Alguna vez han pensado «No debí de hacer esto»? Yo sí.Lo pensé en el momento en que entré a la suite y miré todo el escenario que yo mismo me encargué de ordenar con la intención de mostrarle a Sofía todo lo que se había perdido al engañarme con otro.Lo pensé en el momento en que miré esos pétalos en la cama e imaginé todas las formas en que ambos podríamos jugar con ellos. «No debí de hacer esto», me dije.Lo pensé al mirarla salir del baño vestida únicamente con esa fina bata que le regalé hace tanto tiempo, y que me recuerda todas las noches en que terminó en el suelo sin siquiera llegar con ella a la cama. «No debí de hacer esto».Pero, sobre todo, lo pienso ahora que ella descansa tranquilamente sobre mi pecho y su suave respiración me hace cosquillas en el cuello, mientras que su hermoso cabello negro cae como cascada sobre su rostro y parte de mi abdomen.«¡Diablos! Definitivamente no debí de hacer esto», maldigo mentalmente.Me quedo observándola durante un rato en el
Evan—Es un gusto volver a verlo, señor Preston —saluda la gerente de mercado de Mc Donell con su usual coquetería que me es totalmente indiferente—. ¿Puedo llamarte Evan?—Prefiero mantener el trato formal, si no le molesta, señora Johnson —espeto soltando su mano casi por la fuerza.—Señorita —me corrige, esforzándose por ocultar la molestia que le ha generado mi comentario.—Disculpe, señorita Johnson —le concedo—. Quiero presentarle a mi asistente, la señorita González.Sofía se acerca y saluda cordialmente, mientras que la desagradable mujer la barre de pies a cabeza con la mirada, seguramente notando los hermosos rasgos latinos que sobresalen en ella.No es la primera vez que debemos tratar con personas como Johnson, quienes creen que por estar de este lado del mundo son merecedores de respeto y reconocimiento.—Pasen por favor, el señor Mc Donell los está esperando.Nos encaminamos hacia la sala de reuniones de la empresa, y no me pasa desapercibida la manera en que Sofía se qu
EvanMi boca baila con la suya en una sincronía tan perfecta que, a pesar de haber estado con otras mujeres, no recuerdo haber encontrado en ninguna este nivel de complicidad. Sofía enrolla sus brazos alrededor de mi cuello y deja salir un jadeo que me pone los vellos de punta cuando siento de lleno su dorso contra el mío.«Ha crecido», reconozco solo para mí.Mis manos se pierden bajo su falda, disfrutando de la suavidad de sus piernas y me dejo llevar por el deseo que me incita a enredarlas en mi cintura hasta que nuestros centros se encuentran y se embonan a la perfección.—Cuánto te extrañe —se me escapa y me arrepiento de inmediato de dejarle ver mi debilidad por ella—. Eres de los mejores polvos que he tenido —digo solo para contrarrestar lo anterior.Se pone rígida después de escuchar mi comentario e intenta apartarse, pero no la dejo; me apodero de su boca nuevamente hasta que comienza a cederme el control otra vez.El sonido del elevador nos distrae, sin embargo, no dejo que
Sofía—Perdón por molestarte a estas horas, Katy. —Abrazo a mi amiga en cuanto cruza la puerta de mi departamento—. No sabía qué hacer y no quise despertar a mi madre.—Tranquila, cariño, hiciste bien —pronuncia limpiando una lágrima que ha resbalado por mi mejilla sin que me diera cuenta—. ¿Qué te hizo ese desgraciado?—Él… lo sabe —sollozo arrojándome a sus brazos—. Sabe que tengo una hija. Vino aquí y me exigió respuestas, pero Angie comenzó a llorar y la descubrió… No sé qué hacer. Tengo mucho miedo de su reacción.Me derrumbo, aterrada de que Evan quiera quitármela, porque sé que tiene los medios y estoy segura de que me odia hoy más que nunca.—¿Dónde está ella? —pregunta alarmada—. ¿Él te dijo algo, te amenazó?—No —respondo sorbiendo mi nariz—. Creo que ni siquiera la miró bien, estaba muy borracho y se fue sin querer escucharme. Angie está dormida —le aclaro—. Tardé mucho tiempo en tranquilizarla después del escándalo que Evan provocó.—Ay, amiga, tu vida parece sacada de una