SofíaDespués de haber tenido un día tan cansado nos pasa esto. No puedo creer que en un hotel con el prestigio que tiene este puedan pasar errores como el que acaban de cometer con nosotros. No me aguanto las ganas de reclamar y termino discutiendo con el recepcionista:—Exijo una explicación, ¿qué fue lo que pasó? —pido desesperada—. Yo hice las reservaciones de la manera correcta. Llame al gerente por favor.—Tranquila —murmura Evan sujetando mi codo—. Así está bien, tomaremos la suite, no tenemos tiempo para buscar otro hotel.—¡No! —Me libero de su agarre que quema como brasas sobre mi piel—. Usted puede quedarse aquí, yo buscaré otra habitación en el hotel más cercano…—Puedo ayudarle con eso —se ofrece el empleado, pero Evan le da una mala mirada y se acerca a mi oído. Pienso que me susurrará algo en confidencia, pero lo que dice provoca que se me suban los colores al rostro:—No es como si no hubiéramos dormido juntos un millón de veces antes —espeta lo suficientemente alto pa
SofíaMis manos comienzan a sudar y el latido furioso de mi corazón lo siento en los oídos. No sé cómo diablos me metí en esta situación, o, cómo saldré de ella.—¿Salmón está bien? —pregunta Evan desde la cama antes de hacer el pedido.—S-sí, está bien —respondo nerviosa.—Bien, envíe un plato de Salmón Wellington y otro a la Carbonara, sin cebollitas y solo un toque de aceite de oliva —describe perfectamente el que, sabe, es mi plato favorito y guarda silencio de pronto, dándose cuenta de lo mucho que aún me conoce—. Perdón —murmura cerrando sus ojos—. ¿Quieres pedir tú?Es el primer gesto considerado que veo de su parte desde que nos reencontramos, y siento cómo se inflan mis pulmones en un suspiro que delata lo mucho que me ha agradado su pregunta.—No, está perfecto.Termina de hacer el pedido y camina directo al cuarto de baño. Espero sin saber qué más hacer, hasta que varios minutos después escucho el timbre de la entrada que anuncia la llegada de nuestra cena.Abro la puerta y
Evan¿Alguna vez han pensado «No debí de hacer esto»? Yo sí.Lo pensé en el momento en que entré a la suite y miré todo el escenario que yo mismo me encargué de ordenar con la intención de mostrarle a Sofía todo lo que se había perdido al engañarme con otro.Lo pensé en el momento en que miré esos pétalos en la cama e imaginé todas las formas en que ambos podríamos jugar con ellos. «No debí de hacer esto», me dije.Lo pensé al mirarla salir del baño vestida únicamente con esa fina bata que le regalé hace tanto tiempo, y que me recuerda todas las noches en que terminó en el suelo sin siquiera llegar con ella a la cama. «No debí de hacer esto».Pero, sobre todo, lo pienso ahora que ella descansa tranquilamente sobre mi pecho y su suave respiración me hace cosquillas en el cuello, mientras que su hermoso cabello negro cae como cascada sobre su rostro y parte de mi abdomen.«¡Diablos! Definitivamente no debí de hacer esto», maldigo mentalmente.Me quedo observándola durante un rato en el
Evan—Es un gusto volver a verlo, señor Preston —saluda la gerente de mercado de Mc Donell con su usual coquetería que me es totalmente indiferente—. ¿Puedo llamarte Evan?—Prefiero mantener el trato formal, si no le molesta, señora Johnson —espeto soltando su mano casi por la fuerza.—Señorita —me corrige, esforzándose por ocultar la molestia que le ha generado mi comentario.—Disculpe, señorita Johnson —le concedo—. Quiero presentarle a mi asistente, la señorita González.Sofía se acerca y saluda cordialmente, mientras que la desagradable mujer la barre de pies a cabeza con la mirada, seguramente notando los hermosos rasgos latinos que sobresalen en ella.No es la primera vez que debemos tratar con personas como Johnson, quienes creen que por estar de este lado del mundo son merecedores de respeto y reconocimiento.—Pasen por favor, el señor Mc Donell los está esperando.Nos encaminamos hacia la sala de reuniones de la empresa, y no me pasa desapercibida la manera en que Sofía se qu
EvanMi boca baila con la suya en una sincronía tan perfecta que, a pesar de haber estado con otras mujeres, no recuerdo haber encontrado en ninguna este nivel de complicidad. Sofía enrolla sus brazos alrededor de mi cuello y deja salir un jadeo que me pone los vellos de punta cuando siento de lleno su dorso contra el mío.«Ha crecido», reconozco solo para mí.Mis manos se pierden bajo su falda, disfrutando de la suavidad de sus piernas y me dejo llevar por el deseo que me incita a enredarlas en mi cintura hasta que nuestros centros se encuentran y se embonan a la perfección.—Cuánto te extrañe —se me escapa y me arrepiento de inmediato de dejarle ver mi debilidad por ella—. Eres de los mejores polvos que he tenido —digo solo para contrarrestar lo anterior.Se pone rígida después de escuchar mi comentario e intenta apartarse, pero no la dejo; me apodero de su boca nuevamente hasta que comienza a cederme el control otra vez.El sonido del elevador nos distrae, sin embargo, no dejo que
Sofía—Perdón por molestarte a estas horas, Katy. —Abrazo a mi amiga en cuanto cruza la puerta de mi departamento—. No sabía qué hacer y no quise despertar a mi madre.—Tranquila, cariño, hiciste bien —pronuncia limpiando una lágrima que ha resbalado por mi mejilla sin que me diera cuenta—. ¿Qué te hizo ese desgraciado?—Él… lo sabe —sollozo arrojándome a sus brazos—. Sabe que tengo una hija. Vino aquí y me exigió respuestas, pero Angie comenzó a llorar y la descubrió… No sé qué hacer. Tengo mucho miedo de su reacción.Me derrumbo, aterrada de que Evan quiera quitármela, porque sé que tiene los medios y estoy segura de que me odia hoy más que nunca.—¿Dónde está ella? —pregunta alarmada—. ¿Él te dijo algo, te amenazó?—No —respondo sorbiendo mi nariz—. Creo que ni siquiera la miró bien, estaba muy borracho y se fue sin querer escucharme. Angie está dormida —le aclaro—. Tardé mucho tiempo en tranquilizarla después del escándalo que Evan provocó.—Ay, amiga, tu vida parece sacada de una
SofíaEl día me ha resultado eterno trabajando bajo las órdenes de Jackson. Sus peticiones son tan ridículas como innecesarias y ya me tiene harta con sus odiosas insinuaciones a cada rato.—Preciosa, ven aquí —me llama desde su oficina y, con todo el dolor de mi corazón, debo acudir a recibir sus siguientes instrucciones. Por suerte ya casi termina mi horario de trabajo y, si no hay más problemas, pronto podré llevar a casa a mi princesa.—¿Se le ofrece algo, señor?—Sí, se me ofrecen muchas cosas —dice de manera sugerente, barriéndome con la mirada—. Pero, por ahora necesito que lleves estos informes a Preston.«No, por favor, no estoy lista para volver a verlo este mismo día, o semana, o mes», pienso con horror.—Por supuesto, señor —espeto tomando el dichoso informe, pero el gracioso de mi jefe no lo suelta y me hace jalonearlo en repetidas ocasiones, provocando que mi mano se mueva de una manera que sugiere una obscenidad.Jackson suelta una risita ronca que me eriza la piel, y n
EvanMe encierro en mi oficina después de la horrible discusión que tuve con Sofía debido a la situación con nuestra hija. «Mi hija».Jamás podría explicar lo que sentí cuando vi esos ojos tan parecidos a los míos por primera vez. Fue un calor abrazador instalándose en mi pecho y llenándolo de toda clase de sentimientos y, aunque no todos fueron buenos, ninguno de ellos iba dirigido a la pequeña que lloraba en mis brazos al escuchar las súplicas de su madre.«La amenacé con quitársela», me recuerdo. ¿Cómo pude ser tan imbécil como para hacer algo así?Ver a Sofía destrozada, humillándose en el suelo, me hizo sentir como el peor de los patanes, pero jamás se lo demostraré. Tiene que saber que lo que me hizo tendrá consecuencias, que no puede simplemente venir y ocultar a mi hija bajo mis narices y seguir con su vida como si nada.Sé bien que, desde afuera, el villano en la historia he sido yo por tratarla como lo hago, pero ¿acaso no fue ella quien se equivocó? ¿No fue Sofía quien me t