*Reichel*
Recibimos informes de las manadas sobre ataques aislados de parte de los renegados, cosa que se había vuelto normal después que se anunciara mundialmente a los De LaCurt y a los Logar como traidores, varios de los líderes secundarios de esas dos Razas se habían prestado a ayudar con su aprehensión, pero hasta el momento estaban ocultos, mientras que manteníamos oculto a Francis, alejado de sus hermanos mayores y alejado de Ann que no tardó mucho en darse cuenta porque no permitía que se le acercara, el Príncipe Vampiro por su parte creía que lo mantenía prisionero para que estuviera de mi parte a la hora de tomar el Trono de los Vampiros cuando llegara el momento, cosa que era algo así, pero él tenía que estar bajo mi protección ya que era parte de la familia aun sin saberlo.Ya era el día de la boda y estaba intentando mantener la calma, pero la verdad es que no me podía calmar, estaba nerviosa hasta el punto de querer llorar como magdalena.*Reichel* Ella se carcajeó al aire y me dio una palmada en la espalda. —Si tú lo pides me transformo y salimos corriendo de aquí—dijo con una sonrisa, ahora era yo la que se carcajeo. —Recuerda que estás embarazada—dije cuando paré de reírme. Tome su brazo, ya no había vuelta atrás, respire profundo y comenzamos nuestra caminata. Sara llevaba un vestido largo color fucsia, etéreo, con escote largo y espalda abierta, hacia su hombro el vestido caía cubriendo su tatuaje, estaba muy sexy, su pancita se notaba lo justo para hacerla ver más sexy aún. Sonreí al levantar la mirada y ver a mi compañero con su papá al lado, él sonreía de una manera que lo hacía el hombre más hermoso sobre la tierra. Nuestros bebés estaban esperando a un lado de su papá, parecía no llegar más a su lado, los pasos se hacían infinitos y pensé que me iba a desmayar, pero Misrreal fue más rápida y tomó el control. —Pareces quinceañe
*Sebastián* Misrreal me hizo el amor sin darme tregua, después de hacer que Gregory acabara. Rei se quedó dormida, aún estaba dentro de ella y disfrute cada centímetro cuando salí de ella, la alce y la lleve a los cojines, la seque con cuidado y me quede a su lado, disfrutando de la vista que me daba su cuerpo desnudo, su panza aún no se notaba, pero sabía que ahí estaba mi cachorra. —Nuestra cachorra—dijo mi Lobo con una sonrisa enorme. La dejé dormir hasta que nuestros cachorros entraron corriendo y saltando a la carpa, escuché a Jack decir desde afuera que lo sentía, que ya no se querían quedarse lejos de su mamá. —Mamá estaba soñando que ustedes no le saltaban encima—dijo Rei medio dormida. —Mami queremos ver las luces—pidieron los cachorros a gritos. —De acuerdo, vayan con papá y ahora los alcanzo—dijo en el mismo tono que antes. Ellos se fueron corriendo llenos de alegría, sentí como Jack los aleja
*Reichel* Llegué a la cabaña donde sabía que estaba mi hermana, la puerta estaba trabada, me quedé en el pórtico porque sabía que estaba llorando. —Ella no quiere arruinar la vida de Serafín—comentó mi Loba. —Pequeña si no me abres me enfermare y tu sobrina se enfermará—mentí, pero fue una mentira piadosa. Aria desbloqueo la puerta que se abrió sola, ella estaba sentada en el sillón con unos pañuelos adelante. —Sabía que iba a decir eso, porque no logra entender que no soy lo que él dice—dijo mirándome, en su mirada había tristeza y odio a la vez. —¿En qué mintió?—pregunté acercándome a ella. —Rei, él tiene tres mil años, es el Tercer Hijo del Dios Creador, no logro entender que ve en mí, ya estuvo con todas las mujeres que pudiera desear y me quiere a mí—dijo poniéndose de pie y señalándose despectivamente—¿inteligente, hermosa y poderosa? Por todos los Dioses Reichel… ¿de qué te ríes?—dijo haciendo una pausa a s
*Serafín* Mi hermana me mira, ella tiene el cabello color lila y largo, le cae en ondas, tiene los ojos negros que se contraponen con la alegría que desprende su pelo, su cara de satisfacción me irrita. Tiene esa sonrisa de lado que solo usa cuando está ahogando una carcajada. —Tu cara no tiene precio—dice reprimiendo una sonrisa mayor. No le respondo nada. Llevamos más de dos horas mirándonos las caras una y otra vez. La carta que me entrego me dejó sin habla. Una orden directa de mi Padre. Me ordena ser la niñera de una mortal. Mi hermana no habla, sabe que en cualquier momento mi paz se acabara, esto debe ser una broma de muy mal gusto, entre tantos Ángeles. ¿Por qué me envían? Soy el Tercer Hijo del Dios Creador, título que me gane después de trescientos años de lucha contra el anterior Tercer Hijo. Yo era el Quinto Hijo, título que me gane a golpes, sabiduría
*Serafín* Los cachorros han nacido saludables y fuertes, ha pasado una semana y se han transformado, sus Lobos son muy monos y tiernos, me sorprendió ver la Loba de Ann ya que tiene un don único que no había visto desde hace unos dos mil años, un don oculto, de los más interesantes, me gustara verlo en acción. Estamos fuera de la mansión, estoy a varios metros del grupo. Los cachorros corren copos de nieve y se ven alegres. Misrreal me mira, bueno lo intenta ya que ella no me puede ver. —Pensé que los Ángeles tenían buenos modales, pero tú me estás espiando desde hace varios meses y aun no te presentas—dice mirando hacia donde estoy. —No es posible que me detecté aquí—digo en voz alta sabiendo que ella no puede oírme. —Puedo hacer muchas cosas Ángel—dice acortando la distancia que nos separa. —Es imposible—digo nuevamente en voz alta sin salir de mi asombro. Ann se acerca a Misrreal y se para a su lado.
*Reichel* Me desperté con los mimos de mi esposo, me moví sobre él acurrucándome más, aunque creo que eso no era posible, ya que él me sujetaba con todos sus músculos. —¿Mi Luna pudo descansar?—preguntó el grandulón que tenía debajo de mí. Solo recibió un gemido de mi parte. —Al parecer no—dijo cambiando de posición, se me quedó viendo con unos ojos que me comían—no sabes lo hermosa que te ves en este momento—dijo recorriéndome una y otra vez con la mirada. —Tú no te ves nada mal—dije sonriéndole picarona. —Gregory dice que no tienes energía—dijo haciendo un puchero. —Eso es cierto—dije acurrucándome entre sus brazos—pero aquí puedo descansar muy a gusto—termine de decir. —Nuestro esposo se aguantará las ganas—dijo mi Loba algo triste. —Pero no es necesario que nosotras lo hagamos—conteste divertida a mí Loba. —Reichel nuestros cachorros nos esperan abajo—dijo Misrreal totalmente tris
*Sebastián* Estaba en una reunión cuando el equipo de seguridad me llamó, pedí disculpas y me dirigí a mi despacho para hablar con la gente de seguridad. —Majestad—dijo el jefe del equipo—tenemos un problema—terminó de decir. —¿Gregory sucede algo con Reichel o la cachorra?—pregunté con rapidez a mi Lobo. —No, ellas están muy bien—respondió igual de rápido mi Lobo. —Te escucho—respondí al jefe de seguridad. —Reichel nos ha pedido ir al hospital—dijo el Lobo que estaba nervioso. Reichel y yo decidimos que nadie más que yo la llamaría Luna y aunque en un principio fue problemático al final todos los miembros de la manada principal se acostumbraron a llamarla así, cosa que la hacía poner feliz ya que odiaba eso de las reverencias y el respeto. —¿Por qué van al hospital?—pregunte con rapidez. —Están con el Alfa Maximilian y su compañero—respondió este. —Hablaré con ella directamente—dije
*Reichel* Ya habían pasado los días de celo y al despertarme Sebastián no estaba en la casa, Maximilian y Matius se quedaron con nosotros y eso me encantaba, Matius era modista y le había encargado mi vestido para la coronación a lo que Caroline y Sara también pidieron que él les realice sus vestidos. Recibimos a los Alfas Rick Mongort y Lucas Sinclair, Rick ya tenía a su Luna, pero esta no había viajado con él porque tenía un embarazo avanzado ya, mientras que Lucas era un Alfa de cuarenta y dos años que aparentaba veinte o veinticinco años, era un joven muy alegre y moderno, pero que aún no encontraba a su Luna, al ver su cara cuando le dije que pronto la encontraría me cautive por la sonrisa de niño que recibe un regalo en navidad que me dedico. Los despedimos como a las cinco de la tarde dejándome saludos para el Príncipe, el cual me envió un escaso mensaje diciendo que no llegaría a cenar. —Estos dos nos tienen esperando todo el día por