El beso del pecado

Su boca persuade a la tuya. Sus besos son más desesperados que antes y respondes a su necesidad con caricias cada vez menos inocentes. Estás perdiendo la cordura en ese momento de pura urgencia. John te lame la boca hasta que estás jadeando y sudando, a pesar del frío de la noche. La presión que tiene sobre tu cuerpo duele un poco, pero te olvidas de eso en cuanto su boca baja hasta tu cuello y hace un desastre como lo hizo la última vez en los establos. Tus piernas se abren mientras él empuja con más fuerza y, de repente, deja de moverse.

"John", te quejas.

Sientes sus labios acariciar la columna de tu garganta y su pierna vestida separa sus piernas desnudas, obligándote a permanecer abierta.

"¿Quieres aprender a montar, cariño?" El acento sureño se derrama como miel sobre tu piel sensible, dejándote sin aliento. "Te mostraré cómo se hace".

John mueve su muslo hasta que el material áspero de sus jeans raspa tu piel sensible. La parte superior de sus cuádriceps empuja tu núcleo y t
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