El instinto posesivo

"Puedes sentarte y esperar, John, porque yo me quedaré aquí. Te guste o no", siseas, usando la ira, no la tristeza, como tu mejor aliado. No eres una llorona... todo el tiempo.

Esperas a que John te agarre y te arrastre, pero él solo te mira fríamente y aprieta la mandíbula.

Cuando él no responde, sientes la necesidad de romper el silencio.

"Estoy bien aquí", repites con orgullo, levantando la barbilla.

Por fin hace algo. Pero su resoplido es menos conciliador que su silencio.

"Sí, ni siquiera cierras la puerta con llave, niñita", se burla de repente, aunque es más una reprimenda que una broma.

Tus cejas se levantan. La sorpresa reemplaza a la incertidumbre.

"¿Cómo diablos sabes eso, John?" preguntas, tratando de recordar si lo mencionaste o si obtuvo esa información de otra persona.

Oh... ¿Sabrina? ¿Por qué lo hizo? Has confiado en ella y ella no te ha dado motivos para desconfiar. Entonces, ¿qué pasó aquí con esto? ¿Por qué le diría a John que dejas la puerta de entrada abier
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