Capítulo 842
Cuando Bella era joven, había decidido llamarse a sí misma con un apodo que consideraba imponente: reina Fernández.

Durante la época en que perseguía a Pedro, se lo había contado como una anécdota divertida.

En ese momento, Pedro no había mostrado ninguna reacción, pero ahora, al mencionarlo de repente, ¿acaso sí lo recordaba?

No le importaba si lo recordaba o no; Bella se encogió de hombros: —Lo que tú digas.

De todos modos, aquel apodo era solo una tontería de niña, y no sería un problema usarlo como nombre para el gatito.

Justo cuando Bella retiraba la vista, se dio cuenta de que había una figura familiar más adelante.

Era una mujer elegante y de porte distinguido: Teresa.

Lo curioso era que hoy no estaba acompañada de Yolanda; en su lugar, había un hombre de unos cincuenta años, con gafas sin montura.

El hombre vestía de manera adecuada y emanaba una serenidad propia de los hombres maduros. No estaba claro si se habían encontrado por casualidad o si habían acordado verse, pero su e
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