—¿Quién es el hipócrita aquí? —le espetó Carlos con frialdad.»Cuando estábamos en el país de Taloria, sabías que yo también estaba buscando a Bella, ¿y aun así no me informaste cuando tuviste noticias de ella? ¿No es eso desleal?—¡Los asuntos de mi esposa no tengo por qué contártelos a ti! —replicó Pedro, furioso.—¿Tu esposa? ¡Pero si están divorciados desde hace siglos! —le espetó Carlos con sorna—. Pedro, en el futuro evita usar ese término, me da vergüenza ajena.—¡Tú...!El rostro de Pedro se ensombreció aún más. —Carlos, no creas que por el hecho de que hayas resultado herido no voy a golpearte.—¿Quién te crees que eres para pegarle?Intervino Bella, que acababa de salir del ascensor a toda prisa y se había interpuesto entre ambos.Su delicado rostro reflejaba una expresión gélida. —Pedro, aquí hay cámaras por todas partes, así que no te atrevas a hacer nada.Aquellas palabras de Bella fueron como latigazos para Pedro.Sintió que se le encogía el corazón.Miguel, que no podía
Manuel se preparó para recibir la gélida mirada de Pedro.Pero éste permaneció imperturbable, con el semblante serio y ensombrecido.Evidenciando que había recibido un duro golpe.Manuel no pudo evitar un suspiro. —Hermano Pedro, seguro que mi cuñada está muy dolida porque no la has enviado a la cárcel a Anna.»Incluso Elena está muy enfadada y me ha advertido que si vuelvo a intentar acercarlos a ti y a cuñada, me dejará de hablar.Manuel se encontraba en una posición difícil, pues por un lado estaba su hermano y por el otro, su... buena amiga. No quería ser duro con ninguno de ellos.—Cuñada parece que ya no siente nada por ti —añadió con prudencia—. ¿Quizás deberías dejarlo estar?Entonces Pedro reaccionó, clavando en él una mirada gélida. —¿Tú también crees que Carlos es más apropiado para Bella?—¡No, de ninguna manera! —se apresuró a responder Manuel—. Ella es excelente, Carlos no la merece.Después preguntó, perplejo: —Pero, hermano Pedro, ¿por qué no has dejado que Anna reciba
Manuel empezó a aventurarse por su cuenta: —¿Has descubierto algo sobre cómo enfrentarte a Anna?Pedro tomó unos documentos y su expresión se volvió sombría. —Eso no es asunto tuyo. No indagues ni hagas conjeturas sin sentido, no te conviene.Manuel se quedó sin palabras....Bella y Teresa, la madre de Pedro, habían quedado para verse en una elegante casa de té.Un recepcionista las guio hasta la sala de té en la planta superior.El ambiente estaba impregnado del fragante aroma del té, con incienso y flores decorando el espacio.Era un lugar con más clase y más del gusto de las mujeres.—¡Bella, has llegado! —la saludó Teresa con calidez y naturalidad.—Hola, tía. —respondió Bella.Al entrar, Bella se dio cuenta de que Yolanda también estaba allí.Estaba absorta en la lectura de una tablet, sin reaccionar a su llegada.—Yolanda está más estable hoy, y como ella quería regalarte algo, pensé que sería mejor que viniera conmigo, para que se note la sinceridad. —explicó ella.Bella asinti
Bella asintió. —¿Qué necesita, tía?La señora Romero le explicó: —Has de saber que la situación de Yolanda es complicada. Ahora mismo necesito encontrar un aroma que no le resulte desagradable y pueda ayudar a calmar sus emociones.—La abuela me ha dicho que eres experta en perfumes, así que me preguntaba si podrías ayudarnos a crear uno especial para Yolanda.Teresa le explicó que, si bien había muchos profesionales de la perfumería, tanto a nivel nacional como internacional, Yolanda se resistía al contacto con extraños y le costaba expresar sus preferencias.Por eso, acudía a Bella.De hecho, en una ocasión anterior, cuando estuvieron en la antigua casa, Pedro le había planteado lo mismo.Pero Bella entonces se había negado, al no conocer a Yolanda ni saber cuáles eran sus gustos.Ahora, al ver la esperanza y la súplica de la señora Romero, y a Yolanda, tan dócil, mirando la tablet, Bella no tuvo valor para volver a negarse.—Tía, puedo intentarlo. —asintió Bella.—¡Gracias, Bella! —
Al verlos, el señor Llona les saludó con un leve gesto de cabeza.En cambio, la mirada de Víctor denotaba cierta impaciencia, sobre todo al ver a Yolanda y Bella cogidas de la mano.—¡Yolanda, no puedes irte así con cualquiera! —la regañó en un tono severo.Yolanda se sobresaltó, visiblemente nerviosa.Bella se apresuró a abrazarla con cariño. —Señor Romero, no grite así, va a asustar a Yolanda.Víctor no parecía nada contento. —Maleducada. Estoy hablando con mi hija, ¿a ti qué te importa?—Hermano, son jóvenes, no hace falta ser tan estricto. —intervino con serenidad el señor Llona.—Claro, la señorita Fernández solo se preocupa por Yolanda. —añadió Natalia.Ante esas palabras, la expresión de Víctor se suavizó un poco.—¡Yolanda!En ese momento, Teresa se acercó a toda prisa, después de atender la llamada.Primero comprobó el estado de Yolanda y luego se dirigió a Víctor: —Últimamente Yolanda está muy inestable emocionalmente, tenga más cuidado cuando hable con ella.—¿Qué hacen uste
Nadie esperaba que Julio aceptara la invitación.Por lo general, cuando alguien se encuentra en un entorno social ajeno a él, suele rechazar la oferta.Pero dado que lo habían invitado y él había aceptado, no tenían razón para retractarse.Así que el grupo se dirigió a este restaurante.Todos bebían y jugaban alegremente, excepto Julio, que era una presencia aparte: no probaba la comida ni el alcohol, y nadie lo involucraba en los juegos.Aun así, él no hizo el menor intento de marcharse.Los demás sabían la reputación de Julio. Simplemente con estar allí, parecía generar una sensación de opresión.—Julio, nosotros estamos acostumbrados a armar juerga, y tú, que ni bebes, podrías irte a descansar temprano. —le sugirió otro de los médicos.Julio no era sociable, pero no por eso dejaba de percibir el trasfondo de esas palabras: lo estaban echando sutilmente.Julio no pudo evitar mirar a Elena, que en ese momento conversaba animadamente con un colega.Con las mejillas sonrosadas por el al
—Esposa mía, eres mi esposa...Musitó Julio, acercándose a Elena con aire ebrio y envolviéndola en un abrazo. —Mi amor, ayúdame, di algo...El peso del hombre borracho recayó sobre ella, y Elena exclamó: —¡Ayúdenme a apartarlo, está ebrio!Entre la sorpresa, los presentes se apresuraron a separar a Julio.—Elena, cariño, vamos a casa...Decía Julio, agarrando el brazo de un médico con la mirada perdida. —No me ignores...Quedó claro que Julio ya no distinguía a las personas.—El jefe lo conoce, que le pida la dirección de Julio y lo lleven a su casa. —sugirió uno de los médicos.Alguien contactó al jefe mientras Julio seguía llamando confundido a Elena, esposa.—¡Ah, ya entiendo! —exclamó con entusiasmo una de las enfermeras—. ¿Será que Julio pidió el traslado a nuestro hospital porque se enamoró de la enfermera jefe Elena y quiere que sea su esposa?—Ahora que lo mencionas, he visto a Julio pasar varias veces por el puesto de enfermería, ¿será que quería ver a Elena? —comentó otra enf
Pronto, Elena se acercó a Julio.Él estaba siendo ayudado por un médico masculino, y sus ojos detrás de las gafas de montura metálica tenían una mirada algo perdida.Pese a su embriaguez, la complexión de Julio era imponente, con rasgos definidos, aún irradian una frialdad y distancia difíciles de alcanzar.De repente, Elena recordó la primera vez que lo vio, aquel sentimiento de asombro y admiración.Ella había pensado que su aceptación de un matrimonio relámpago significaba que él también tenía los mismos sentimientos que ella.Abrigaba grandes esperanzas en su matrimonio.Lamentablemente, todo esto no era más que una ilusión suya.Lo que Julio necesitaba era una mujer tranquila, eficiente, refinada, capaz de resolver sus necesidades fisiológicas y cuidar de él y su familia.Mientras que ella, lo que quería era un esposo que la amara, la entendiera y la cuidara.Al tener necesidades tan diferentes, con el tiempo, surgieron conflictos y resentimientos.Elena no era ajena a esto. Sabía