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Lara les ordenó que se quedaran un poco detrás, no queriendo que ellos interfirieran y confiando en sus habilidades, y se detuvo delante de la tarima de madera bastante rústica y tosca como todo lo del interior que contrastaba con la tienda exquisita y elegante de al lado. Detrás de este se escuchaban las voces de los lobos, y el sonido del metal siendo golpeado, las llamas volaban de un lado a otro seguido de las chispas. Había un calor inmenso que hizo que la nuca de Lara se humedeciera, pero se quedó allí hasta que un lobo grande y rudo, con la camisa amarrada a la cintura dejando a la vista un buen conjunto de músculos duros y sudados, la atendiera.

El macho estudio a Lara deteniéndose en la barriga que no encajaba con sus fracciones delgadas y arqueó la esquina de la boca.

-¿Qué desea?- a diferencia de su aspecto su trato no fue tan brusco.

-Quiero vender esto- puso sobre la mesa tres de las joyas que le habían regalado y que Lucer le había devuelto junto al resto que se quedaron
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