Cuatro años después.

Ariel aún estaba dormida, cuando de repente dos niños pequeños, una niña y un niño, entraron a la habitación y saltaron a la cama emocionados, para despertar a su madre.

— Mami despierta, ya es hora. — Dijeron los mellizos de tres años que habían sido enviados por su padre, dejando pequeños besos en el rostro de su madre.

— ¿Qué sucede? — Cuestionó Ariel aturdida al abrir los ojos, ellos muy poco la despertaban.

Grayson era el primero en levantarse y como a ella le gustaba dormir un poco más, él se encargaba de que no la despertarán, por lo cual esto era raro.

— Mami tienes que despertar y venir. — Respondió Emmet con una sonrisa.

— Si mami, vamos. — Musitó Alice ansiosa.

— ¿Qué es lo que los tiene tan ansiosos? — Les preguntó Ariel con una sonrisa, fascinada con lo hermosos que eran los mellizos, a veces aún le costaba creer que la Diosa Luna aparté de darle a Grayson, también la había premiado con su preciosa princesita y su encantador príncipe.

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