Capítulo Ciento Doce — Adiós

Pero antes de que pudiera abrir fuego contra Diego, Noah escuchó a sus espaldas un arma amartillada. Lentamente se giró y se encontró con Adam, quien a diferencia de antes, su expresión reflejaba odio y su mano era firme.

Muy firme, apuntando directamente a la cabeza del hombre.

— Hijo...

— No vuelvas a hablarme así nunca más. — el niño disparó dos veces, golpeando cada una de las rodillas de Noah — ¡No fuiste ni serás nunca mi padre!

Diego notó, impresionado, la habilidad del menor en el manejo de un arma de fuego. Ni siquiera parpadeó cuando disparó, a diferencia de lo que le habían hecho momentos antes.

— Adam… — murmuró Noah, tirado en el suelo.

—Nadie te soporta. — murmuró el niño — Todos te odian. Tu Orgullo sólo quiere verte la espalda. Tus hijos se alejan de ti. ¿De qué sirve tener, querer tanto poder si hasta las mujeres que fueron tus compañeras buscan la cama de otra persona en lugar de la tuya? ¡Estás podrido, Noah! Tanto por dentro como por fuera. Y morirá como se merece.
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