Zoe
Me la paso buscando una simple razón para dejarme llevar por Edgar, el día que lo conocí temblé por miedo, por su mirada que estaba llena de terror sin perder su belleza, pero ayer cuando me besaba todo cambió y dio un giro en mi interior y quería más y más. Quería llegar con él a lo prohibido, pero la imagen de Luis y como me trató este peligroso hombre me hicieron parar causando en él un enfado evidente.
—¡Buenos días! — saludé a Ana al bajar y entrar a la cocina. Mis ojos miraban a los lados, a mis espaldas con la esperanza de ver a Edgar, pero no estaba.
—¡Buenos días!, ¿quieres desayunar?
Asentí — ¿Edgar está en casa?
—No, salió de viaje.
Alcé las cejas y me sent&iacut
EdgarAun así, Zoesigue sin entenderque no se me escapa absolutamente nada, que cada uno de mis empleados los tengo controlados. No soy de fiarme a la ligera de los demás y para ver su lealtad primero deben demostrarlo.—¿Qué vamos a hacer? Solo da la orden y este tipo desaparece del mapa.Zeus me ve nervioso.—¿Qué cambiaría?Negué con la cabeza.—Sé que ella no lo ama, lo sé, joder—grité—. Regresamos a casa.De que me había servido alejarme estos días si han sido los más difíciles que he pasado sabiendo que la tenía lejos.—Busca información sobre ese hombre— le pedí a Zeus montando en el avión ymientras piensoque debo hacer con Zoe.<
ZoeAunque a ratos me siento en lo más profundo de las miserias, él mismo causante de esta es capaz de hacerme sentir en la gloria.Me había entregado a él, me hizo suya de una manera tan arrebatadora que ahora que lo tengo tan cerca, siento que no hay nada más delirante que tenerlo de este modo.—¿Qué cambió ahora que me entregué a ti?Este alzó su rostro mientras el mío descansaba sobre su pecho.—¿Qué debe cambiar?Lo sentí serio.—¿No cambiará nada?—No, Zoe. Y no te creas que esto me ha hecho olvidar lo que hiciste.—Era necesario, Edgar— lo busqué con la mirada.—No lo era.—No puedes poner un punto final entre dos
EdgarNo quiero asustarla ni mucho menos enfadarme con ella por no tomar su lugar y dejar de entrometerse en mis asuntos, pero pensándolo bien ella es ahora la testigo de mi día a día, por mucho que quiera ocultarle cosas tarde o temprano las descubriría.—Zoe, no quiero gritarte, es lo último que quiero hacer hoy. Por favor, no preguntes— me acerco a ella y paso la palma de mi mano por su mejilla y ella se estremeció.—Lo siento, ¿vale? Tienes razón no debería de hacer esas preguntas, no me importa a dónde vas y dejas de ir, ni mucho menos quién eres.Presioné los labios porque asegura que no debía de tener interés sobre mi persona—. Quiero que me preguntes sobre sí te extrañé, si he dejado de pensar en ti, y por lo demás no te preocupes.
Zoe¿Qué cómo me sentía al ver a Edgar junto a mí?, que decir a eso, me sentía como si hubiera nacido de nuevo y me había olvidado de que él me tenía encerrada y que solo estaba viviendo una historia de amor entre un criminal peligroso y yo.—Cuando tenía doce años,a lasalidade laescuela unos compañeros de clase me obligaron a entrar en los baños de los chicos, siempre sufrí bullying por el simple hecho de no tener padres y ellos aprovechabanpara recordarme la falta que me hacíansu presencia en mi vida— me emociono—. Bueno... como decía me llevaron dentro y unos chicos más grandes que yo, me acorralaron entre ellos y sus manos empezaron a tocarme el cuerpo, yo empecé a llorar porque no sabía cómo defenderme, no sabía cómo
EdgarTenía claro que no iba a confundir las cosas con Zoe, ella debe entender que no soy de los que caen a la ligera por el simple hecho de estarentresus piernas, por muy que sienta cosas increíbles por ella, primero estaba el ser inteligente ante cualquier situación, y para que pueda estar plenamente tranquilo primero se debe de ganar mi confianza la cual me demostró las dos veces que confié que no estaba dispuesta a conservarla. ¿Quién me dice a mí que no es una estrategia para hacerme creer que realmente quiere y está cómoda conmigo? Que yo sepa hace unos días y sin ir muy lejos aún sigue pidiendo que la libere.—¿Estás lista? — pregunté tocando la puerta de su habitación.—Dos minutos— escuché.—Te espero abajo.Al
ZoeCada vez que me acercaba más a él este se alejaba de una manera extraña, dolorosa para mí. Me había acostado con él porque así lo quise y no por una estrategia para que me dejara ir. De hecho, después de semanas a su lado no quiero irme, solo deseo llevar una vida normal junto a él y bajo sus condiciones.Soy valiente en reconocer que puede llegar a ser alguien importante en mi vida, que me sentía como nunca en sus brazos y que estaba dispuesta a cambiar mi forma de ser porque en el fondo de su ser vi a alguien diferente al que todos ven y temen.— Eres la salvación de mi señor— la frase de Ana hace eco en mi mente y cierto es que lo quiero ser, pero ¿a qué precio?Sacudí la cabeza y pienso en las dos veces que me dejó helada después de que subiera la temperatur
EdgarJugar a dos bandos no es nada fácil, siempre tenía que estar atento para que nada saliese mal y para eso debía de estar construido con mucha sensatez.—Señor, Edgar—llegaa mí el hombre que hasta ahora le estoy preparando el peor castigo que jamás recibirá de nadie,él es elasesino de mi padre.—¿Hay algún inconveniente? —preguntéhaciendo que borre esa sonrisa deidiota.—No, señor, solo quería saludarley bueno conocer a la joven que lo acompaña.A sussesentaaños
ZoeMis ojos se quebraron cuando me vi al espejo de aquel baño y sentí mi piel aún excitada por su maldito castigo, Edgar jugó con mis emociones y por muy que piense que en el fondo de él hay ese ser con sentimientos ahora me doy cuenta de que es más que un maldito que no vale la pena incluso pensar algo bueno de él.Cierro los ojos e intenté calmar mi llanto y me repito que solo es un proceso, que nada es duradero y que yo no lo iba a ser para él.El blanco y rosa que coloraba mi alma me abandonó para oscurecer los colores y todo se convirtió en gris.Tomé una gran calada de aire y me tranquilicé para salir en busca de ese hombre que me mortificó por nada, me calienta y cuando no termina lo que inició una fría y eléctrica corriente recorre cada extremidad del cuerpo dejá