CAPITULO 50 MARIONETA

DAKOTA

Descubrieron mi rostro, cerré los ojos con fuerza, pues el brillo de una luz me cegó.

—Bienvenida al club, mi querida paloma—la voz burlesca de Pearce me sobre saltó, abrí los ojos poco a poco.

Estaba en una sala de lujo, una chimenea encendida en donde repiqueteaban los leños flameantes. La única persona conmigo era Pearce.

—¿Por qué me trajiste aquí?

—Ah, ahora hablas—bebía algo—, todo el camino no dijiste ni una palabra.

—Responde, ¿Por qué estoy aquí?

Bebió todo el contenido y dejó el vaso en la mesilla de cristal en medio de nosotros, se acercó a mí, tan solo quedando a unos pasos.

—Ah, tranquila, no haré nada que no quieras que te haga, digamos que te tengo como una moneda de cambio.

Me quedé estupefacta.

—¿Por qué de cambio?

—Ah, no, eso no, paloma, no te voy a rebelar mis grandes planes, pero, quiero que veas a alguien—me tendió la mano—. Ha estado delirando por ti, ven.

Me le quedé mirando, si no hacía lo que quería ¿me mataría?, no me ha maltratado, pero nunca se sabe
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