REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 49. Un accesorio de seguridadMi cabeza se echa atrás, mi espalda se arquea y sé lo que viene, solo que no espero la condenada ternura con la que viene. No puedo evitar que mi piel se erice mientras siento cada centímetro de su miembro que me invade. Mis paredes laten con fuerza a su alrededor, como si lo llamaran, y las manos de Christian se aferran a mis caderas con fuerza, como si quisiera controlarse para no hundirse en mí de un solo movimiento solo movimiento. Un gemido escapa de mis labios al sentirlo llenándome por completo. Ni siquiera puedo explicar la sensación tan maravillosa, tan atroz, tan perfecta, como si realmente fuera el fin del mundo.—¿Estás bien? —pregunta, acariciando mis muslos con dulzura, dándome tiempo para adaptarme o para contenerse, ya no lo sé.—Quiero más… —jadeo en respuesta y siento cómo sale despacio para ir aumentando el ritmo poco a poco. Su cuerpo se tensa bajo mis manos, lo siento entrar hondo y mis uñas hacen pequeños s
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 50. El inicio de una nueva vidaTengo que reírme, porque las cosas que se le ocurren a este condenado son imposibles de describir. Se estira y sonríe al verme aquí tirada en la alfombra, como si no hubiera nada más en el mundo que él y yo. Se baja de un salto y me exhibe esos músculos con descaro mientras se acerca a mí, suelta mi pie, me toma por la cintura y me besa con suavidad.—Perdón, solo fue una precaución momentánea —dice, su voz coqueta, y yo cruzo los brazos sobre el pecho mientras lo siento acariciarme el trasero con descaro.—¿Precaución? ¿Para que no me escapara? —lo increpo.—¡Para que no te levantaras porque quiero traerte el desayuno a la cama, porque eres importante para mí y quiero consentirte, pero me estás mirando como si me fueras a lanzar el café a la cabeza! —se carcajea él y cruzo mis brazos detrás de su cuello y lo callo con un beso profundo, demandante y libre, porque esto es lo más libre que me he permitido ser en mucho tiempo.—Chr
REINA DEL ODIO. CAPITULO 51. Buenas y... malas noticiasNo siento lástima por Dorothy. La verdad es que no siento nada por ella, solo esa satisfacción visceral que da poder devolverle lo que me hizo. Solo lamento que hoy no esté lloviendo y que ella no tenga a alguien que ama por quien preocuparse; pero me digo que ya lloverá, y que a fin de cuentas Dorothy no puede haber amado a nadie nunca.Ruby y Regina brindan conmigo mientras la escena sigue su curso. No hay compasión, no hay remordimiento. Esto es lo que tenía que pasar y para ellas he demorado demasiado en hacerlo.Desde la camioneta, estacionada al otro lado de la calle, vemos llegar a Elsa y Vanessa. Elsa se ve peor de lo que imaginaba; todavía tiene la cara hinchada, marcada por los golpes, y no puedo negar que me siento satisfecha de ver el resultado de sus actos. Aunque por supuesto, apenas Regina la ve se pone a reclamar por qué no fue paerte del show de apalear a Elsa.—¡Porque estabas en tu viaje de follar! —le replica
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 52. La serpiente despiertaQuiero ahogarla con mis propias manos, porque al parecer haberla echado de la casa en la que ha vivido toda su vida no ha sido suficiente para bajarle los humos a esta desgraciada. Sin embargo Dorothy se planta en el umbral con una expresión de desprecio absoluto, como si el solo hecho de mirarme le causara asco.No me ha visto en años y aún así cree que todavía puede provocarme miedo. Sigue siendo una mujer necia y mezquina, pero no es en ella en quien primero puedo enfocarme, sino en la mujer que aparece detrás de ella: Vanessa.Viene arrastrando una maleta y cuando la suelta, cruza los brazos sobre el pecho, con ese gesto de desafío que se le está volviendo un mal hábito. Creo que voy a tener que empezar a aprender de Regina, porque evidentemente no estoy siendo todo lo villana que debería.—Le debes un lugar decente donde dormir —me espeta Vanessa con una voz llena de reproche—. ¿Cómo pudiste hacerle esto? Echarla de su casa, de
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 53. Justo lo que sembramos.Tengo un nudo en la garganta, pero no muestro ninguna emoción cuando Christian toma la maleta de Dorothy y nos dice que lo sigamos.Ni siquiera parpadeo cuando veo a esa mujer levantar la barbilla con su expresión de superioridad y de triunfo, como si estuviera segura de que al final todos terminaremos rindiéndole pleitesía.No puedo creer lo que está pasando, ni cuando subimos al ascensor, ni cuando llegamos al estacionamiento… pero sé que este es uno de esos momentos que definen una relación. Necesito ver hasta dónde llega todo, necesito saber cómo será el desenlace, solo entonces podré reaccionar.Así que simplemente camino detrás de ellos, en silencio.Christian trata a Dorothy como si fuera una reina, con una educación y una amabilidad que me resultan insoportables. Se inclina ligeramente para abrirle la puerta del auto, le sonríe con cortesía y hasta le ofrece su mano para ayudarla a entrar.—Una señora como usted merece la ma
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 54. Una mujer felizChristian y yo entramos al departamento en silencio. Todo está exactamente como lo dejamos, excepto por un detalle: la cena sigue servida sobre la mesa, ahora fría, esperando por nosotros como si nada hubiera pasado.Ninguno de los dos ha dicho ni una sola palabra en todo el camino. Yo de verdad no esperaba que después de tanta amabilidad él dejara a Dorothy debajo de un puente, literalmente, y cabe destacar que casi fue una cátedra de crueldad la ilusionada que le dio con eso de “hacerse cargo de sus ancianos”.La champaña ya dejó de burbujear en las copas y Cristian mira los patos antes de soltar una risa baja, casi divertida.—Bueno, la cena está fría… —dice mientras se acerca a la mesa—. Pero definitivamente parece que así se comen mejor algunas cosas.Intento relajarme, pero sé que no voy a conseguirlo con facilidad después de la tensión de todo lo que acaba de pasar.—Christian… creo que necesitamos hablar sobre esto —murmuro y él alz
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 55. Una invitación a cenarChristian pasa una mano por su cabello y suspira.—Mañana a primera hora se va, te lo aseguro —declara y me detengo, porque en cierto punto sé que no está bien que él pague por esto.Lo miro por encima del hombro antes de negar haciendo acopio de paciencia y le sonrío.—No te he pedido que se vaya. Simplemente yo ya no aguanto nada de nadie —le digo con sinceridad—. Por eso la que se va soy yo… pero puedes venir conmigo si quieres.No tengo ni que repetirlo, un segundo después entrelaza sus dedos con los míos y caminamos de vuelta al ascensor sin siquiera cerrar la puerta de su departamento. Supongo que ya se encargará Raymond.—Esa invitación es irrechazable —me dice con coquetería mientras se sube al asiento del copiloto y me deja el volante—. Sabes que quiero conocer todos tus secretos ¿y de repente me ofreces uno? ¡Mala mujer, un día me matarás del corazón!Sonrío sin poder evitarlo y conduzco en silencio hasta el puerto. Mi luga
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 56. Un ajuste de planesVoy a la oficina de Christian después del almuerzo y me apoyo en el marco de la puerta, observándolo trabajar.—Perkins me invitó a una cena con el equipo legal —suelto de golpe sin siquiera saludarlo y él levanta la vista de sus papeles, sonriéndome.—¡Uff, entonces elige un restaurante caro, la empresa paga! —exclama y vuelve a los documentos mientras yo ruedo los ojos y entro en la oficina.—¿Estás de acuerdo con que vaya? —pregunto con cautela, pero él solo se encoge de hombros como si fuera lo más natural del mundo.—¿Y por qué no?—Dice que es tradición en su equipo. ¿Es cierto?—Pues no tengo ni idea, pero no lo pondría en duda, a Perkins le encanta gastar su asignación del dinero de la empresa —dice con una sonrisa ligera—. Además, me alegra que vayas conociendo a los empleados. Algo me dice que dirigirás esta empresa más que yo.—No me interesa dirigir tu empresa —digo sentándome sobre el escritorio y una de sus manos se cuela