CAPÍTULO 104. Momentos de tensiónNo puedo quitarme esta sensación de asco que me invade. La llamada de Devon me deja en shock, y su voz resuena en mi mente, y en un segundo, sin saber por qué, presiono la opción necesaria para poner a grabar la llamada.“¡Te odio, Regina, es tu culpa!”“¡Pídele perdón!” grita alguien detrás de él y yo me sobresalto, pero tal parece que a Devon todavía le quedan fuerzas o resistencia para ser un mal hombre, porque ni así me pide perdón.En lugar de eso me maldice una y otra vez, y aunque estoy más que tentada a colgar la llamada, no puedo evitar esta enfermiza satisfacción que siento cuando lo escucho llorando de dolor y de impotencia. Sé que lo están vi0lando, es obvio, y eso no me provoca mi la más mínima compasión, como si él mismo y su madre hubieran arrancado de mí esa capacidad de tener piedad por otro ser humano al mismo tiempo que me quitaron a mis hijos.“¡Me las vas a pagar…! ¡Tú hiciste esto, es tu culpa…!” grita entre sollozos y yo sonrío.
CAPÍTULO 105. Un acuerdo especialHan pasado dos días desde que decidí dar el siguiente paso de mi venganza, y hoy estoy en el camino para reunirme con Ruby. Necesito su apoyo, y en esta locura, es bueno tener a alguien con su… espíritu. Cuando llego a su departamento, la encuentro sentada en el sofá, con un café en la mano y una mirada decidida en el rostro mientras afuera tres hombres hacen guardia—Hola, princesa. ¿Cómo estás? —le pregunto y ella se levanta rápidamente, como si quisiera demostrarlo.—Mejor, gracias.—¿Y cómo te va con la escolta que te puso Ren?—Cagada de risa, son una ternura comparados con la que me puse yo misma —replica ella encogiéndose de hombros.—Genial, en ese caso, necesito tu ayuda con algo especial —le digo, con una sonrisa.Ella levanta una ceja, intrigada.—¿Algo especial?—Puedes traer tu bat3.Ruby se ríe y va dando saltitos hasta su habitación, de donde regresa con ese bate de béisbol que siempre tiene a mano y que adora con toda su alma.—Estoy l
CAPÍTULO 106. Cuando todo esto acabeLa tensión en el departamento se siente como una olla a presión. Bonnie está a punto de un colapso, es evidente, y yo siento que el final de todo esto está tan cerca que la adrenalina correr por mis venas.—¡Lárgate, Regina! ¡No quiero verte aquí! —grita Bonnie, con la voz temblando de ira-. ¡Vete! ¡Márchate! ¡Lárgate! ¡Voy a llamar a la policía ahora mismo y…-Ni falta que hace -me río y ella me mira, aturdida.Verónica, siempre lista para manejar la situación, se adelanta con una sonrisa que no es precisamente amistosa.—No es necesario que llames a la policía, Bonnie. Ya está en camino -le avisa-. Yo misma la llamé porque me imaginé que no ibas a querer poner de tu parte.La mirada de Bonnie cambia de ira a pura desesperación. En un instante, todo se desata, porque como si Vero los hubiera invocado, dos oficiales de policía llegan, con su actitud profesional y su mirada de “esto es un trámite más”.Vero les entrega la orden de desalojo y ellos l
CAPÍTULO 107. Un juicioPasamos todo el día siguiente en el yate, disfrutando del sol, el viaje y el silencio de una vida que, aunque sea por unas horas, no parece estar llena de traiciones, venganzas y juegos de poder. Pero la paz no está destinada a durar para siempre, al menos no en mi caso, así que dos días después llega el momento que he estado esperando: el juicio de Devon.Estoy en el vestidor de nuestro departamento, terminando de ajustar un vestido negro ceñido y unos tacones discretos cuando Viggo entra, apoyándose en el marco de la puerta.—¿Lista? —pregunta, cruzándose de brazos.Lo miro por el espejo. Se ve impecable en su traje oscuro, pero en su expresión hay una mezcla de diversión y determinación.—Lo estoy —respondo, girándome hacia él.Se acerca y me acaricia la cintura con una mano.—¿Quieres que vaya contigo? —me pregunta y sé que es pura cortesía porque ya está vestido para matar.—No tienes que hacerlo —respondo.—Lo sé —dice, inclinándose para besarme suavemente
CAPÍTULO 108. Una cesión de estrategias perversasLos juicios son actos llenos de protocolo, así que tenemos paciencia con los primeros, los alegatos de apertura y la parte técnica, antes de que la acción comience, y eso es cuando el fiscal se levanta nuevamente.—El Estado llama a su primer testigo: el señor Bruce Banks, CEO de Green Future Technologies.Un hombre de unos cincuenta años se acerca al estrado y jura decir la verdad sobre una biblia. Se ve seguro, con una postura firme y el ceño ligeramente fruncido.—Señor Banks —comienza el fiscal—, ¿puede decirnos cuál fue su relación con el acusado?—Sí —responde él con voz firme—. Devon Finnigan se acercó a mi empresa con la promesa de que podíamos poner a nuestra compañía a cotizar en la bolsa. Teníamos una tecnología revolucionaria en el campo de la energía renovable. Dijo que había hecho los estudios y que nuestra patente era viable, que nos conseguiría muchos inversores y que cambiaría la industria.—¿Y qué sucedió? —continúa el
CAPÍTULO 109. Un acto desesperadoEl abogado aprieta la mandíbula sin poder disimular su frustración; Devon se mueve inquieto en su asiento; y yo solo me recargo en mi silla con absoluta tranquilidad.Por supuesto que no tienen nada. Devon se empeñó tanto en borrarme de la empresa, en hacerme a un lado y en quedarse con todo el crédito, que se aseguró de eliminar cualquier rastro de mi participación en Tradelink.Me costó un tiempo entender que realmente era muy bueno manipulando y cómo me engañó todo el tiempo, pero al final cada cosa que hizo se le volvió en contra:Se casó conmigo apenas me gradué y jamás me dejó trabajar.Me relegó al hogar, a ser la esposa y ama de casa perfecta.Jamás me llevaba a la empresa más que para los eventos festivos.No me permitió conocer al equipo de analistas para que no “viciaran” mis estudios de la bolsa.Y al final solo quería una cosa: quedarse con el crédito por mi trabajo; quedarse con todo.Me quitó mis acciones. Me sacó de la empresa. Y se ase
CAPÍTULO 110. Una citaciónCuatro días después, el juicio sigue avanzando y Devon está cada vez más acorralado. Todos sabemos que esto ya no va a durar mucho más, los testigos se acaban y todos solo pueden decir lo mismo: que revisaron el informe que Devon les entregó y que parecía completamente legítimo y confiable.Pero el énfasis siempre es:Devon lo entregó.Vino de Devon.Devon lo firmó.Todos creían que era suyo.Así que un día más y para cuando la sesión termina veo el gesto tenso de Devon casi se convierte en uno de terror cuando le dicen que debe regresar otra noche a prisión. No he vuelto a recibir ninguna otra llamada pero no hace falta, solo con ver la forma en que camina me imagino que le deben estar dando un lindo tratamiento.Estoy por salir del juzgado cuando un hombre se me acerca con paso firme y el abogado de Devon me corta el paso.—Señora Sand.Levanto una ceja y respiro profundo.—¿Sí?Me extiende un sobre y lo miro sin tocarlo.—Considérese citada para declarar e
CAPÍTULO 111. ConfiésaloMe siento en el estrado con calma y cruzo las piernas. La sala está en completo silencio. Todos me miran, esperando que responda la pregunta y de mi boca salen solo dos palabras.—Ninguna relación.El abogado de Devon se carcajea y camina con paso medido hasta el centro de la sala.—¿Es una broma, señora Sand? —pregunta con voz firme—. Será mejor que me responda con la verdad. ¿Podría indicarnos cuál era su relación con Tradelink antes de su divorcio del señor Devon Finnigan?Le sostengo la mirada con serenidad y repito.—Ninguna relación. Yo solo fui ama de casa después de que me casé con Devon.El abogado asiente, fingiendo comprensión.—Sin embargo, usted era dueña de un porcentaje de las acciones de Tradelink, ¿no es así?—Sí, Devon comenzó la empresa después de que nos casamos, y me regaló esas acciones en nuestro primer aniversario de bocas. Yo se las cedí de regreso porque eso de estar yendo a tantas reuniones de la junta de accionistas me quitaba tiempo