CAPÍTULO 108. Una cesión de estrategias perversasLos juicios son actos llenos de protocolo, así que tenemos paciencia con los primeros, los alegatos de apertura y la parte técnica, antes de que la acción comience, y eso es cuando el fiscal se levanta nuevamente.—El Estado llama a su primer testigo: el señor Bruce Banks, CEO de Green Future Technologies.Un hombre de unos cincuenta años se acerca al estrado y jura decir la verdad sobre una biblia. Se ve seguro, con una postura firme y el ceño ligeramente fruncido.—Señor Banks —comienza el fiscal—, ¿puede decirnos cuál fue su relación con el acusado?—Sí —responde él con voz firme—. Devon Finnigan se acercó a mi empresa con la promesa de que podíamos poner a nuestra compañía a cotizar en la bolsa. Teníamos una tecnología revolucionaria en el campo de la energía renovable. Dijo que había hecho los estudios y que nuestra patente era viable, que nos conseguiría muchos inversores y que cambiaría la industria.—¿Y qué sucedió? —continúa el
CAPÍTULO 109. Un acto desesperadoEl abogado aprieta la mandíbula sin poder disimular su frustración; Devon se mueve inquieto en su asiento; y yo solo me recargo en mi silla con absoluta tranquilidad.Por supuesto que no tienen nada. Devon se empeñó tanto en borrarme de la empresa, en hacerme a un lado y en quedarse con todo el crédito, que se aseguró de eliminar cualquier rastro de mi participación en Tradelink.Me costó un tiempo entender que realmente era muy bueno manipulando y cómo me engañó todo el tiempo, pero al final cada cosa que hizo se le volvió en contra:Se casó conmigo apenas me gradué y jamás me dejó trabajar.Me relegó al hogar, a ser la esposa y ama de casa perfecta.Jamás me llevaba a la empresa más que para los eventos festivos.No me permitió conocer al equipo de analistas para que no “viciaran” mis estudios de la bolsa.Y al final solo quería una cosa: quedarse con el crédito por mi trabajo; quedarse con todo.Me quitó mis acciones. Me sacó de la empresa. Y se ase
CAPÍTULO 110. Una citaciónCuatro días después, el juicio sigue avanzando y Devon está cada vez más acorralado. Todos sabemos que esto ya no va a durar mucho más, los testigos se acaban y todos solo pueden decir lo mismo: que revisaron el informe que Devon les entregó y que parecía completamente legítimo y confiable.Pero el énfasis siempre es:Devon lo entregó.Vino de Devon.Devon lo firmó.Todos creían que era suyo.Así que un día más y para cuando la sesión termina veo el gesto tenso de Devon casi se convierte en uno de terror cuando le dicen que debe regresar otra noche a prisión. No he vuelto a recibir ninguna otra llamada pero no hace falta, solo con ver la forma en que camina me imagino que le deben estar dando un lindo tratamiento.Estoy por salir del juzgado cuando un hombre se me acerca con paso firme y el abogado de Devon me corta el paso.—Señora Sand.Levanto una ceja y respiro profundo.—¿Sí?Me extiende un sobre y lo miro sin tocarlo.—Considérese citada para declarar e
CAPÍTULO 111. ConfiésaloMe siento en el estrado con calma y cruzo las piernas. La sala está en completo silencio. Todos me miran, esperando que responda la pregunta y de mi boca salen solo dos palabras.—Ninguna relación.El abogado de Devon se carcajea y camina con paso medido hasta el centro de la sala.—¿Es una broma, señora Sand? —pregunta con voz firme—. Será mejor que me responda con la verdad. ¿Podría indicarnos cuál era su relación con Tradelink antes de su divorcio del señor Devon Finnigan?Le sostengo la mirada con serenidad y repito.—Ninguna relación. Yo solo fui ama de casa después de que me casé con Devon.El abogado asiente, fingiendo comprensión.—Sin embargo, usted era dueña de un porcentaje de las acciones de Tradelink, ¿no es así?—Sí, Devon comenzó la empresa después de que nos casamos, y me regaló esas acciones en nuestro primer aniversario de bocas. Yo se las cedí de regreso porque eso de estar yendo a tantas reuniones de la junta de accionistas me quitaba tiempo
CAPÍTULO 112. Una mujer que necesita sanarDevon se tambalea un poco en su lugar. Su rostro está rojo de furia y desesperación. Sé lo que le estoy provocando porque juro que lo he sentido en mi propia piel: esa impotencia desgarradora de saber cuando alguien está mintiendo sin ninguna vergüenza delante de ti.—¿En serio tú me hiciste eso? —le digo como si me burlara de él—. ¿Siquiera tienes pantalones para eso?—¡Sí! —grita fuera de sí, señalándome con el dedo—. ¡Sí, maldit@, yo lo hice! ¡Yo fui quien mandé a mi madre para que te diera esas pastillas! ¡¿Y sabes por qué?! ¡Porque no iba a dejar que trajeras a este mundo a esos tres mocosos! ¡Ya quería que dejaras de embarazarte y le dije que esperara, que te las diera cuando los niños estuvieran más grandes a ver si te quedabas estéril, maldit@ desgraciada!Quizás esto es lo único que logre sacarme de balance en todo este espectáculo, pero mis manos se hacen puños en mi regazo y cierro los ojos, controlándome. Necesito estar bien… nece
CAPÍTULO 113. Lejos de todo.El aire en la sala del tribunal es denso, y los murmullos son bajos, casi contenidos; pero la tensión es palpable.Han pasado tres días desde la última vez que todos se reunieron en esta audiencia, y todos están aquí hoy esperando el veredicto.Yo estoy sentada en mi lugar, con la espalda recta, la expresión neutra, y las manos sobre mi regazo. No es nerviosismo lo que siento, ni siquiera ansiedad, solo es calma. Una calma que se siente nueva, extraña, pero bienvenida.Viggo está a mi lado, con una mano sobre su rodilla y la otra descansando entre las mías, como si su sola presencia bastara para recordarme que no estoy sola.Comienza el protocolo habitual, y cuando uno de los jurados se levanta con aquella nota, todos comprenden lo que viene.—En el caso del Estado contra Devon Finnigan, por los cargos de malversación y fraude, este jurado lo encuentra… culpable.Devon cierra los ojos y su mandíbula se tensa. Bonnie, sentada un par de filas detrás de él, s
CAPÍTULO 114. La pregunta del millón—Por favor… —Es lo único que sale de mis labios antes de que asalte mi boca y sus dedos se muevan dentro de mí con una rapidez desesperante.—Vas a tener que suplicar mejor, nena, mucho mejor —me gruñe y un segundo después lo tengo entre mis piernas.La humedad de mi sexo envuelve su miembro en un instante y antes de que pueda decirle que estamos completamente expuestos, siento ese empujón que lo envía dentro de mí con un jadeo de placer.—Maldito exhibicionista —gimo sin poder evitarlo y ya sé cuál es el castigo que me toca.La poca tela que me queda desaparece en un segundo, y al otro lo siento arrastrarme hasta que el agua me llega a la cintura y darme la vuelta.—No, no, no… —jadeo cuando me abre las piernas y sujeta mis muñecas sobre la arena, pero no hay nada que hacer.—Dilo… —gruñe en mi oído y mis manos se cierran en puños.—Lenguaje —digo conteniendo el aliento y la siguiente embestida viene con agua salada.No puedo evitar el grito. El a
CAPÍTULO 115. Donde todo terminaMi estómago se revuelve y mis dientes se aprietan sin que pueda evitarlo. De sobra sé que esto era lo que quería, pero nunca esperé que fuera tan literal. Y por otra parte la sensación de que hay algo más, algo que no sé, no se me quita. Llamémoslo instinto, lo cierto es que ya no me trago cuentos ni dramas de nadie, mucho menos los suyos.—Seis horas es demasiado tiempo amenazando con saltar —murmuro—. Por una parte me alegra que no tuviera ni idea de que no estábamos en el país, y por el otro… bueno, necesito saber qué pasó. Porque te aseguro que esto no es gratis.Viggo asiente tecleando rápidamente en su celular y mi respiración se vuelve pesada. No sé si es sorpresa, confusión o incredulidad lo que me provoca esta situación, pero definitivamente no siento lástima.Viggo me sube a la camioneta en el asiento trasero y sé que no se va a dar el lujo de ponerse a conducir o ir sin escolta en medio de esta… llamémosla “crisis”. La cuestión es que el aut