Estimadas lectoras y lectores Aquí les dejo un capitulo más de esta historia, la cual poco a poco ya se va encaminando al final...
Marco y Valeria ya avanzada la noche se habían movido hacia la habitación que hace un mes compartían, ella no podía negar que extrañaba la calidez del cuerpo de su esposo, tenerlo ahí nuevamente, la hacía sentir segura, se sentía protegida. Sentir la mano grande y fuerte de Marco sobre su pancita hacía que sus bebes se movieran más de lo normal, no sabía si era por emoción o porque les robaba espacio.A Valeria le costaba abrir sus ojos, pero su sueño se disipó cuando Marco apretó ligeramente su vientre y comenzó a besar su cuello, provocando que toda ella se erizara, aquel hombre comenzó a trazar un camino con dulces besos, comenzando desde el cuello, pasando por su clavícula, llegando hasta sus bastos pechos, beso aquella hermosa pancita desnuda, se detuvo al llegar a su cadera y glúteos. Ese hombre parecía estar hambriento y sediento de ella, cada caricia le provocaba un escalofrío, aquella mujer se encontraba a merced de lo que se le ocurriera a este hombre, ella solo se dejó lleva
Magnus regresó a la sala de estar con Massimo, el hombre permaneció sentado envolviendo su rostro entre sus manos, como si tratara de contenerse, masajeaba la raíz de su cabello con sus dedos. El llegar a casa de aquel que se decía su padre, solo le estaba dejando más frustración, tristeza y dolor, no podía imaginar el dolor inimaginable que su madre vivió, o si, eso era lo que más le hacía sentir culpable, él nuevamente recordó que hizo lo mismo con Guadalupe, recordarlo le generaba opresión.— Massimo… Aquí está lo que tu hermano dejo para ti. — Dijo Magnus extendiendo un sobre grueso con papeles y una USB. — Si gustas abrir de una vez los archivos en mi estudio, tengo una portátil.— ¿Qué es esto? — Dijo Massimo con evidente dolor de cabeza y ceño fruncido.— Tal como te lo dije… Es la vida, obra y gracia de Leonardo Pellegrini y Franco Amato.— ¿Tienes whisky? Necesito tomar algo más fuerte que un simple café…— Si… Vamos al estudio, ahí lo tengo…Ambos hombres caminaron por los pa
Mientras Massimo viajaba de regreso de Alemania, en Suiza, Luciano luchaba contra la única opción que le daba su madre, él se negaba, pero ella cada día le recordaba que no estaba bien y lo mejor sería que la dejara ir.— Luciano, piensa bien lo que estás haciendo hijo… Estás tirando por la borda tu dinero, yo nunca voy a volver a estar bien, déjame ir, yo he tomado la decisión.— ¡ESA NO ES TU DECISIÓN M*****A SEA! — Dijo Luciano Frustrado.— ¡Si lo es! Viví una buena vida hijo, tuve la oportunidad de verte crecer, vi a tus hermanos y a Laura, sé que no fui una buena madre, pero sabía que en cualquier momento mi padre o Leonado me separarían de ustedes, nunca quise encariñarme con ustedes, preferí hacer como si no existieran y este es mi mayor castigo…— ¡MADRE! ¡Ya he dicho que no vas a morir! No me importa, así tenga que ir a suplicarle a Massimo apoyo, nunca te dejaré morir, ¿entendiste?— Luciano… Hay algo que nunca te he dicho… — Dijo Alessia con los ojos llenos de lágrimas.— Ma
Massimo regresó de Alemania, su vida había cambiado con ese viaje, el hombre traía más preguntas que respuestas, el único que podía contestarlas estaba en Eslovenia.— Pietro… Eres un hijo de puta, ¿por qué demonios tengo que ejecutar tu estúpido plan? — Dijo Massimo en voz alta.Por obvias razones nadie le contesto, tomaba un trago de whisky cuando alguien llamo a la puerta de su estudio.— ¿Massimo? — Se escuchó una voz femenina.— ¡Adelante! — Dijo Massimo girando su silla hacia la puerta.Paloma entró y camino observando con detalle aquel lugar, el hombre la miro y sintió un gran golpe de calidez al ver cómo su hija miraba curiosamente ese lugar, uno al que muchas veces se negó a compartir con su madre.— ¿Qué sucede Paloma? ¿Cómo te has sentido estos días aquí?— Precisamente de ello te quiero hablar…— Dime… Soy todo oídos…— Vine aquí a cuidar de Laura y los chicos, planeo quedarme una temporada, como dije, espero que no te moleste…— ¿Por qué debería molestarme?— Sé que entre
Era la tarde noche de domingo, Laura fue a su habitación después de comer, los chicos, cada uno en su habitación haciendo la tarea de último momento, Massimo los amenazo con que el castigo, sería ejemplar, si no presentaban su tarea completa o si alguno de ellos faltaba a algún deber en el colegio. Paloma, por su parte, estaba con sus padres, recién le habían escrito y el fin de semana lo pasaba con ellos.El hombre caminaba por el jardín trasero, cuando de pronto su móvil comenzó a vibrar, saco el móvil del pantalón y vio un número desconocido, estuvo a punto de colgar, pero imagino que debía ser alguien importante, ya que pocas personas tenían acceso a su número.— ¿Sí?— ¿Massimo?— ¿Sí?— ¿Acaso no reconoces mi voz?— ¡Diana…!Se escuchó una risa tímida del otro lado de la línea.— Finalmente, decidí llamarte, llevo poco más de un mes, casi dos en Italia y tú no me has buscado. Cuando estaba en México creía que era por la distancia, tus hijos, tu trabajo, pero ahora me causo curios
Massimo vio la hora en uno de sus relojes y se percató que ya iba retrasado, rápidamente tomo la ropa que su hija, meticulosamente le había seleccionado, incluso se colocó la colonia que le había escogido. Cuando salió del cambiador tenía público, ya que en la cama estaban sentadas las dos hijas de Massimo, ambas vieron salir a su padre y abrieron de más esos ojos grises, azulados y verdes.— ¡Papá! ¡Te ves, guapísimo! — Dijo la rubia de ojos verdes.— Massimo, ya vez como si te quitaste algunos años de encima… — Dijo la hija ojiazul.Ambas estaban sonrientes y expectantes a su padre.— Papá, date una vuelta, hace mucho tiempo que no te veía así, ya no recuerdo cuando fue, debo ver cómo se verá el futuro abuelo de mi bebe, te verás tan guapo como mi tío Pietro. — dijo Laura sonriendo de oreja a oreja.— Oye… ¿Acaso no soy guapo?— Sí, pero te veías un poquitín pasado de moda… — Dijo Laura sonriendo.— ¡Bueno, bueno! Ya váyanse a dormir, yo tengo que salir corriendo si quiero llegar a t
Luego de algunos minutos en silencio, contemplando la ciudad, Diana y Massimo subieron al auto, la plática continuó como si de un par de amigos se tratara, ella trataba de entender la nueva vida de aquel hombre al que había esperado por 6 años. Después de unos minutos conduciendo, finalmente llegaron a la dirección que la chica le había dado, él planeaba dejarla en la entrada, pero ella lo invitó a tomar un café, él sabía perfectamente que aceptar ese café significaba iniciar algo de los que no sabía cómo saldría librado.La pareja tomó el ascensor y subió hacia el departamento que la compañía de Diana le había rentado por un mes, en lo que ella encontraba algo más apropiado para vivir. Ella sostenía su mano tal como si fueran una pareja, la sorprendió tarareando una canción, él frunció el ceño, tratando de entender la letra, pero no pudo hacerlo, luego la campañilla sonó anunciando la llegada al piso requerido, ambos caminaron, ella sacó la tarjeta de acceso al apartamento.Entraron a
— No me iré a ningún lado Massimo… Quiero volver a verte, quiero tenerte cerca, ¿acaso no entiendes que me gustas? Siempre me gustaste… Ya es hora de que busques tu libertad, ya es hora de que vivas la vida que siempre quisiste vivir, sé que lo más importante para ti, son tus hijos, tu hogar y yo quiero estar ahí… No me voy a ir, ¿me entiendes?Massimo entendió todo lo que decía Diana, él en algún momento le contó los sueños que tenía de niño, él quería una casa, uno o dos perros, también quería gatos, aunque no sabía si era alérgico, porque nunca tuvo uno, quería tener muchos hijos, quería tener un matrimonio como el de sus padres. Aunque claramente, ahora esa idea se había venido abajo con la repentina información que saco a la luz Pietro.— Diana… Me tengo que ir, debo llegar a casa, en un par de horas debes ir a trabajar y yo debo ir a la oficina, será el primer día trabajando de mi hija Paloma, no puedo fallarle.— ¡Entiendo! ¿Podemos volver a vernos?— ¿Te veo en la noche?— ¿De