CAPÍTULO CUARENTA

—¿Dónde pusiste tu ropa limpia?—Theo pregunta mientras sale del agua.

—Yo no traje nada. No tenía planeado nadar—digo, de pie junto a él.

—¿Cómo planeaste caminar de regreso a la manada?—pregunta, arqueando las cejas hacia mí—. ¿Con tu maldita ropa a cuestas?

—No pensé en eso. Solo quería quitarme la ropa sucia y la sangre.

—Está bien. Levanta las manos—dice Theo, y yo hago lo que me pide. Desliza su camiseta sobre mi cabeza.

—Gracias—le digo, dejando caer mis manos.

—De nada. Vamos—dice Theo, cuando termina de ponerse los

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