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CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

—Nos iremos mañana—dice Theo mientras se mete debajo de las sábanas mientras nos dirigimos a la cama.

—No puedo esperar para volver. Los extraño a todos—digo, metiéndome debajo de las sábanas también.

—No nos vamos a casa.

—¿A dónde vamos?

—Es una sorpresa.

—¿Una sorpresa?—Pregunto, mareada.

—Sí.

—¿Adónde podríamos ir que sería una sorpresa para mí? Mmm.

—Ya verás mañana—dice, sonriendo.

—Está bien, buenas noches—le digo, besándolo.

—Buenas noches, amigo—dice cuando nuestros labios finalmente se separan.

***

A la mañana siguiente, Theo y yo salimos muy temprano. Pasamos unas dos horas en el aire antes de aterrizar. Estamos en el coche de camino a un lugar que solo Theo sabe qué es o dónde está.

Aparto la mirada de mi ventana cuando escucho al conductor hablando con alguien. Miro hacia adelante y me doy cuenta de que estamos frente a una enorme puerta de hierro. Es tan grande como las puertas del castillo del rey vampiro.

—Indique su motivo por el que cual está aquí—le pregunta al cond
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