Hoy se cumple una semana desde que llegué a la ciudad y a esta escuela tan extraña e intimidante. He aprendido mucho en tan poco tiempo.
Las personas que toda su vida han vivido en casas grandes y no se han preocupado por cuánto gastan al mes, llevan reglas en sus vidas “perfectas”. En mi clase de francés un chico llamado Ariel, sí, Ariel, tuvo una fuerte discusión con nuestro profesor debido a que no enseñó los tiempos verbales en el orden que él quería, alegando, que su padre, quién había vivido la mitad de su vida en París, tampoco lo habría permitido.
Algunos lo apoyaron, otros como yo, vimos la discusión innecesaria y estúpida. De hecho, gracias a ello, nos perdimos toda la clase.
Ahora camino entre las mesas de la cafetería con mi bandeja llena de papas fritas y una provocativa hamburguesa, buscando el rostro fami
—La directora Amelia llamó a mi oficina. Claramente no pude atenderla. ¿Pasó algo que quieras contarme?Antes de contestarle a mi madre, veo cómo la sirvienta nos trae el desayuno. El sol le molesta en la cara mientras camina con la bandeja, pero no podemos evitar desayunar en el jardín. Nos encanta.—Nada importante. Un pequeño cruce de ideas no compartidas —contesto mientras colocan frente a mí, mi fruta.—Candice, te conozco, sé que debió ser más que un cruce de ideas para que llamara a mi oficina —dice luego de tomar un sorbo de su jugo de naranja.—Te dije que papaya no, ¿acaso no entiendes?—Lo lamento, señorita Candice, lo olvidé —ruedo los ojos.—Como sea, vete.—Gracias Marta, puedes retirarte —le dice mi madre.—En todo caso, ya lo he soluciona
La situación del auto negro y fino, me inquietó por varios días, simplemente no puedo explicar lo que esto provocó en mí. Sin embargo, nunca se me cruzó la idea de contárselo a alguien, tal vez es por el rostro brillante de mi madre y su semblante despreocupado y tranquilo, o tal vez es por inmensa felicidad de mi padre al contar sobre su nuevo trabajo. Están felices y contestos, no se merecen algo así, no se merecen una preocupación posiblemente inexistente.Ahora, con la mente un poco liada, me subo al auto de mi padre rumbo a la escuela. Hemos estado intentando conseguir algún auto de segunda para mí, pero en este vecindario son muy costosos. A parte, en el lugar donde trabaja mi padre está irrefutablemente fuera de nuestro alcance.—¿Cómo te sientes en la escuela? Creo que no había tenido la oportunidad de preguntarte, cariño —observo a
Es fin de semana y mi felicidad está alcanzando el máximo poder. Las chicas llegan de visita por estos dos días, así, que tanto mis padres como yo, nos sentimos realmente emocionados de recibirlas. Mientras arreglo mi habitación escucho que en la planta baja mamá y papá preparan algo en la cocina.Alrededor de media hora después mi habitación está lista para recibir a mis dos mejores amigas, así que bajo las escaleras de dos en dos y llego a la cocina donde efectivamente mis padres terminas los últimos arreglos de lo que parece ser una deliciosa tarta. Especialidad de mi madre.—¿Crees que se tarden mucho en llegar? —le pregunto a papá que intenta colocar la tarta sobre la mesa sin que se caiga o se arruine.—No lo sé, cariño, tal vez… —su respuesta se ve interrumpida por el sonido del timbre justo al frente de la casa.
Cuando cruzamos la enorme puerta principal, noto que la música está más alta de lo que parecía y que dentro, es definitivamente más que una fiesta de adolescentes. De hecho, no hay adolescentes. Maya se detiene a medio camino y viene hacia mí.—Tenemos que irnos, Heather, tenemos que irnos ya —escucho su voz elevada intenta sobresalir ante lo fuerte de la música.—Lo sé, pero al parecer Camile no quiere —señalo a la susodicha que está pegada a una copa de lo que parece ser champaña—. No podemos irnos sin ella.—Veo en sus rostros que quieren irse —Candice se aparece de la nada—, pero no pueden. Sebastián prometió que las llevaría a su casa y así tiene que ser. Además, Heather, te quiero presentar a alguien.—No nos vamos a volver a subir al auto de un desconocido que te coges —Candice l
En cuanto salgo del despacho de Dominik, mi sonrisa refleja mi estado de ánimo. Heather es una chica muy bonita y en cuanto la reparé con mayor detenimiento supe que me haría ganar mucho dinero, pero como siempre he dicho, no se trata de dinero, en este caso, se trata de poder. En este mundo en el que me muevo, el poder es todo lo que importa, entre más poder tengas, mejor te tratan.En mi vida cotidiana ya soy una mujer poderosa; mi apellido me lo da, pero ese es el caso, no quiero que sea mi apellido quien me haga tomar las riendas de mi vida. Quiero ser yo misma quien lo haga.Sé que en cuanto Dominik se coja por primera vez a la becadita, tendré su respeto, el de todos esos cerdos. Comenzaré a escalar poco a poco y eventualmente llegaré a la cima de este negocio.Atravieso el pasillo para volver a la fiesta, sin embargo, no veo a las chicas por ningún lado, ni a las amigas de Heather. Es extra&nt
Intento calmarme, pongo todo mi esfuerzo en lograrlo. Desde pequeña siempre mi madre me ha dicho que la mejor manera de resolver nuestros problemas es respirando profundo, esperar unos segundos y comenzar a pensar soluciones con la cabeza fría, pero el lugar donde estoy no me ayuda en esa tarea.Fui engallada, me lo advirtieron, de hecho, no lo quise creer o eso es lo que quiero pensar. Tal vez solo soy chismosa y tonta, lo que para mí mala suerte, no es una buena combinación, o solo soy estúpida. A estas alturas opto por lo segundo.Noto que comienzo a atraer atención, que todos estos hombres no paran de verme con sus ojos lascivos y asquerosos, lo cual es un choque en la realidad; no tengo tiempo de llorar. Debo hacer lo que me enseñó mi madre, debo respirar, buscar a mis amigas y huir de aquí. Cuando esté en casa a salvo, pensaré qué hacer. Así que me limpio las lágrima
Anoche fue una mala noche, de eso estoy segura. Lo sé por las profundas ojeras que descansan bajo mis ojos, lo sé por la piel seca de mi rostro, lo sé por mi sofocante sensación de resaca cuando ni siquiera bebí un solo trago. Luego de cepillar mis dientes y lavar mi rostro, bajo a la primera planta y de inmediato entro a la cocina, donde preparan el desayuno.—¿Para quién es eso? —es lo primero que pregunto.Noto que preparan panqueques de harina, lo cual es rarísimo.—Buen día, señorita Candice. Son para su madre —contesta una de ellas mientras continúa preparándolas.—Mi mamá está en dieta. ¿Acaso sufren de alzhéimer o algo así?—No, señorita —contesta la otra—, en realidad es para la compañía de su madre. Ella pidió bananas —mi respuesta es un ase
Es realmente agotador pensar cada día en las cosas que has hecho mal, en lo que te arrepientes y en todo lo que no fue debido a algo que hiciste. Es justo cómo me siento ahora mientras bajo del auto de mi padre. No he dormido nada desde el sábado en la noche, mis amigas están de camino a sus casas en estado de shock. Como si venir aquí hubiera sido una pésima idea; tal vez lo fue.Me arreglo la falda de mi uniforme y sujeto muy fuerte mi bolso. Mientras los estudiantes pasan de un lado a otro con sus mochilas y las llaves de sus autos, me impiden la vista hacia la entrada del establecimiento, sin embargo, cuando todos comienzan a dispersarse puedo ver perfectamente a Candice del otro lado. Está justo en la entrada con su cabello perfectamente peinado en ondas, y su corbata con broche de pedrería intacto. Sus botines de tacón tan altos como ella misma firmes sobre el suelo. Se ve imponente y fuerte; justo como es.