Peligroso Deseo
Peligroso Deseo
Por: Maribel Toriz
Prólogo

El llanto de un bebé se escucha cerca de mi cuerpo, pero no lo logro verlo, la posición en la que me encuentro, me lo impide. No sé si ella está bien o está herida al igual que yo. Esta oscuro, los vidrios de las ventanas del auto están rotos y los pequeños fragmentos están esparcidos en mi regazo, metales prensan mi cuerpo, las respiraciones agitadas y asustadas de todos dentro del destrozado auto, es lo único que se escucha.

El olor a combustible y sangre invaden mis fosas nasales, mi piel arde. Puedo jurar que estoy cubierta de sangre. Con golpes en todas partes de mi cuerpo. Intento de enfocar mi mirada al frente. Pero la vista se comienza a tornar borrosa.

Estoy mal, estamos mal. No quiero entrar en pánico. Pero esta situación se complica más, a cada segundo que pasa.

Si no nos sacan a tiempo, todos moriremos incinerados. Y la torrencial lluvia no ayuda.

La voz de mi mamá tratando de tranquilizarnos me hace mirarla. Diciendo que todo va a estar bien. Mi papá, buscando su teléfono con manos desesperadas. Las sirenas de las ambulancias se escuchan lejanas aún de donde sé a presentado el aparatoso accidente. Todo ocurre en cuestión de segundos.

Las palabras de mi madre haciendo eco en mi cabeza diciendo que me ama y que cuide de Jessie. Que todo estará bien. No quiero que se vaya, ni ella ni mi padre, pero de pronto ellos se desvanecen y solo me quedo con la bebé en brazos. A las afueras de esa casa.

No sé lo que sucede después, solo soy una adolescente asustada con una bebé recién nacida entre mis brazos. Quien llora desconsoladamente, llamando la atención de los transeúntes.

- Tranquila, Jessie. Estaremos a salvo aquí. La policía dijo que ellas cuidaran de nosotras - Beso su frente roja por la fuerza con la que la contrae.

Cuando siente mis labios contra su piel, ella calma su llanto. Y me mira con sus ojos grisáceos.

Una mujer de vestimenta blanca y negra. Abre la puerta con una enorme sonrisa.

- Pero que criaturas tan hermosas. Tú debes ser Ciara y ella, la pequeña Jessie - Sale del recinto y se acerca hasta nosotras con una enorme sonrisa en su boca

Pensé que luciría terrorífica. Tenía miedo de presentarme en este lugar. Pero mi pierna no me dio otra opción que acudir a ellas.

- Si. Dijeron que cuidarían de nosotras - Apenas reconozco mi voz. Es aguda y está rota.

Y es así como me siento. Rota. No puedo retroceder el tiempo y prevenir ese accidente. No puedo tenerlos aquí conmigo una vez más.

La mujer asiente y nos invita a entrar.

Pero es en ese momento en que ella dice que por mi estado de salud y por ser una adolescente y Jessie siendo aún una bebé. Necesitamos separarnos. Para recibir cuidados diferentes.

Es cuando mi mundo se vuelve a desvanecer a mis pies. Por segunda vez en la semana.

No quiero que la alejen de mí. Ella es lo único que me queda en esta vida. Lo único que vale la pena por lo cual luchar y aferrarme después de la tragedia que me los arrebató.

No pueden hacer lo mismo con ella, con mi niña.

Grito y me retuerzo. Lastimándome la pierna. Que arde y duele, pero no más que mi corazón. Cuando esas palabras han sido pronunciadas.

No más que el dolor de no saber hasta cuando me permitirán estar con ella, me perderé las primeras palabras de ella, sus primeros pasos, los dientes de leche. Recordarle quien soy.

Me he vuelto loca, que ellas se ven obligadas a aplicarme una especie de sedante para controlar los desgarradores gritos que salen de mi garganta, para no asustar a los demás niños en el orfanato.

La aguja se clava en mi piel y el líquido recorre mi brazo y la oscuridad me consume viva y la desesperación por tener a Jessie en mis manos nuevamente desaparece porque no puedo hacer nada. Me acompañan hasta que me siento agotada. Ya no tengo ganas ni fuerzas para luchar y gritar.

Solo tranquilidad y ellos vuelven a mi mente diciéndome que haré un buen trabajo.

Que cuide de esa pequeña. ¿Cómo voy a lograrlo si ellas me han separado de mi pequeña?

¿Cómo voy a logar brindarle lo mejor si cuando despierte volveré a gritar y ellas me sedaran?

¿Por qué no solo puedo ir con ellos? ¿Por qué no puedo despertar de esta pesadilla?

El sueño parece eterno. Interminable.

Y es el mayor error que han cometido estas mujeres, porque vuelvo a revivir el accidente. Una y otra vez.

Sin poder identificar cual es la realidad.

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