Capítulo 3

Tomo asiento en una de las sillas que se encontraban en el bar para ver la emocionante elección de amantes para los Capos y cualquier mafioso que se encontrara aquí. Me quedé por la simple razón de ver su reacción cuando Patricio la pida. No me importa quien pague dinero por ella, pero siento placer al ver que se tendrá que tragar todas sus palabras.

Mi madre y Alessandra tienen la misma actitud que esta mujer. Espero que no todas sean así porque sé que terminaran muertas por mí poca paciencia.

Las luces bajan la intensidad y salen los futuros objetos sexuales de mis colegas. Veo el rostro de miedo de Ada y sonrío al ver lo cagada que esta.

La vida de este lado del charco no es tan brillante, bella. 

—Iniciaremos nuestras ventas de amanti, ahora mismo —anuncia, Brenda, ella es la encargada de las mujeres del prostíbulo—. Estamos honrados de tenerlos esta noche con nosotros. Tener a tantos amigos aquí, nos hace creer que estas jovencitas tendrán un mejor futuro.

Claro, ¿qué mejor futuro que ser la amante o juguete sexual de un viejo verde?

Veo a 15 jovencitas que se encuentran en la tarima con poca ropa y siento un vacío en mi pecho. Mi hermana y Alessandra eran mejores amigas y estoy seguro de que ella no permitiría que nosotros estuviéramos haciendo esto. Detengo la mirada en una mujer pelinegra con rasgos alemanes y hago una mueca de asco.

Es que están las dos metidas en esto.

¿Qué clase de mujeres son ellas? Alessandra, debes elegir mejor a tus amigas en el futuro.

—Tenemos integrantes recién llegadas de Alemania y están esperando por un buen hombre de corazón puro —señala a las alemanas—, las libere de ser de todos y solo ser exclusiva para uno.

Mi celular empieza a vibrar y lo saco de mi bolsillo atendiendo la llamada.

Llamada telefónica:

—Estoy ocupado, llamen a Alessandro o a Bastian —contesto, mientras una bailarina deja un vaso de whisky con bastante hielo.

Odio esa bebida, tiene el color del té que tomaba mi madre para dormir.

—Estando ocupado igual mencionas mi nombre para que te auxilie, caro. Amor prohibido murmuran por las calles porque somos de distintas sociedades… —responde Alessandro, suspiro viendo a Ada. 

¿Por qué atendí la llamada?

—Tengo suficiente dinero para hacer arrodillar el mundo a mis pies y se supone que eres mi mano derecha. Debes atender mis asuntos —se escucha una carcajada por su parte—. Voy a cortar la llamada, ¿qué necesitas ahora?

—Estás delicado. Voy llegando al bar, no entiendo por qué estás allá. Mi hermana despertó y necesita que la llames. Nos vemos en media hora —termina la llamada.

Empezó la música sexual y no sensual.

Apoyo mis codos en la mesa donde me encuentro y veo el número 4 que pusieron al traer la bebida. Al parecer estoy participando en la compra de mujeres.

No me gusta ninguna, así que estoy fuera.

Busco el nombre de Alessandra y la llamó mientras juego con mi vaso.

Llamada telefónica:

—¡Piccolo! —hago una mueca de desagrado. 

Odio que me llame así, pero a ella siempre le vale madre mis exigencias. Al ser hija de un Capo, es la princesa que todo le permiten. Solo espero que el hombre que su padre le ponga en su camino, no la joda porque no me va a importar matarlo si la hace llorar una sola vez.

—Alessandro me dijo que te llamara. ¿Estás bien? Si quieres que vayamos a la habitación, necesito que nos des una hora para terminar un asunto —hablo preocupado, al escucharla sollozar.

—Estoy preocupada por mis amigas. Nos conocimos mientras estuve en Alemania y no sé nada de ellas después de que nos vimos en Sicilia —responde, sería agradable que me hubiera dicho que está bien.

Tus amigas se vendieron a los Capos del mundo.

—Ellas estarán bien, piccola. Estás preocupada sin necesidad. Ellas pueden estar con algún hombre ejerciendo su prostitución —digo burlón, cuando Ada y yo cruzamos la mirada. 

Sonrío con satisfacción al verla sorprendida y aprovecho de saludarla al verla molestarse.

—¡Son mis amigas de las que estás hablando, Fabrizio! Ayúdame a encontrarlas, por favor. Las he salvado de ser prostitutas porque me ayudaron en Alemania, pero perdí su rastro cuando me he desmayado en la mañana —habla desesperada. 

Ahora me regaña Alessandra por unas desconocidas.

Suspiro negando con la cabeza y veo como las alemanas caminan al centro del escenario.

—Te recuerdo que el Capo de la Cosa Nostra soy yo y si digo que son prostitutas, es porque las estoy viendo serlo —hablo con seriedad—. No quiero que te pongas mal otra vez, pero me voy a cansar de tus malcriadeces y no me va a importar que te vayas a la m****a. ¿Entendiste o te lo vuelvo a explicar con manzanitas, Alessandra? —le advierto sin titubear.

—Son mis amigas y para mí son famiglia. Soy una mujer en un nido de ratas que se pelean por estupideces y ellas fueron las únicas que me prestaron ayuda cuando más lo necesité. Los imbéciles de los soldados las secuestraron por órdenes de mi padre. Eres el único que puede callar la boca de todos y creí que al ser mi amigo podía recibir tu ayuda. Lamento mucho mi equivocación, Capo di tutti capi —termina la llamada.

¿Se molestó? Dame paciencia con las mujeres que no puedo lastimar.

Escucho cifras ofrecidas para las protegidas de Alessandra y estoy tan cabreado que me vale vergas lo que les pase. Decidí dar por terminada la noche de diversión. Le diré en la mañana que hubo un accidente y ellas pasaron a mejor vida.

Sí, que las llore en silencio por la eternidad.

—Quinientos mil dólares por las mujeres —volteo a ver al soldado a mi lado, su rostro parece de matón y una de sus manos acaricia su polla. 

¿Este de donde va a sacar tanto dinero?

—Dos millones de dólares por ellas —dice otro hombre con una cicatriz en el rostro. 

Veo lo asustada que están las dos y río internamente.

¿Quién es ese hombre de cicatriz? Debo hablar con Alessandro para que me diga quien entra a este bar.

Es peligroso para nosotros tener extraños.

—Cincuenta millones de dólares por cada una —interviene Patricio, el Capo de Irlanda.

Excelente subasta.

—Oh, apareció un Capo para comprarlas. Sabemos que nadie se atrevería a quitarle una mujer a un respetado jefe —anuncia la presentadora. 

Sonrío al ver como los ojos de Ada, se cristalizan.

Te vas a arrodillar ante mí, bella.

—Cien millones de dólares… por las dos —intervengo, ya fastidiado de esto. 

Patricio se levanta y viene hacia mí para enfrentarme. Todo queda en silencio cuando las armas son sacadas y apuntadas en mi dirección.

—Son mías, pagué por ellas para que las trajeran de Alemania. No estás respetando los mandamientos de la mafia. Ninguna mujer es tocada —las luces son encendidas y el rostro de Patricio perdió todo el color.

—Yo no estoy haciendo nada ilegal. Todavía no hay un documento que diga que son tuyas. Las alemanas pertenecen a la Cosa Nostra, hasta que llegue un mejor comprador —me levanto de la silla—. Tú estás siendo irrespetuoso porque tu gente me está apuntando con un arma. Fui un anfitrión respetuoso que no ha dado la orden de ejecutarte.

—Bajen sus armas —le pide a su gente—. Don, yo pagué para que las trajeran hasta aquí. Son mías. Yo hice mi negocio con ustedes desde hace meses.

—No tengo por qué darte una explicación, pero para que veas mi bondad, lo haré. Ellas pertenecen a este bar, son propiedad de la Cosa Nostra y, por ende, son mías. Alessandro pagó por una y yo por la otra. Solo estaba divirtiéndome un poco —ladeo la cabeza—. ¿Ibas a matarme, amigo?

—Hay que respetar nuestras mujeres, Capo —insiste.

Miro a las alemanas y sé que me voy a odiar por esto, pero es necesario. Alessandra no me perdonaría si dejo que se vayan de aquí.

—¡Ada es mi amante y Cristal es la amante de Alessandro! —estoy jodido—. ¡Si alguien se atreve a ponerles un dedo encima, tendrán de enemigos a las personas equivocadas! Esto lo hice porque las quería presentar en la sociedad —esta vez me dirijo a Patricio—. Nadie, escúchame bien, absolutamente nadie, puede mirarlas o hablarles con malas intenciones.

Hago una seña para que las bajen de la tarima y veo como todos empiezan a salir del recinto. Sé a la perfección que Patricio no se quedará con los brazos cruzados y también sé, que metí a Alessandro en un problema.

Él está comprometido con la hija de uno de los Capos de Ámsterdam.

Mi madre se va a enterar de esto y sé que me buscaré un problema innecesario por no tener una amante mucho mejor que Ada, pero no puedo tener a muchas mujeres felices a la vez.

¿Algo importante de todo esto? Es que la mujer de ojos azules, que hoy presenté como mi amante, no podrá salir de mi territorio. Ella tendrá que decirme el motivo del por qué se lanzó al cuerpo sin vida de mi hermana menor, hace veinte años.

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