Cuando la alarma suena, me quiero morir: apenas cerré los ojos. Pero consiente de que todos estarán despiertos, me levanto y me ducho. Esta vez, dejo los pantalones de mezclilla y me prendo con unos leggins de cuero, una camisa blanca y tenis.
Bajo, como era de esperar, todos están reunidos tomando café y desayunado en la mesa y encimera.
Según escucho, la conversación se divide entre la pasada noche y videojuegos.
—Buen día. —Dice Félix quien se levanta y me besa la mejilla— hay tortitas de fresa, para ti.
Con una esplendorosa sonrisa le agradezco. Saludo uno por uno a todos los presentes y cuando me detengo frente a Eric, este vuelve a besarme en la boca. Todos ríen.
—¿Francesco? —pregunto mirando a mi alrededor.
—Está en el baño, aún. Ya le dimos comida. —Responde Massimo.
A las doce del mediodía estamos bajando del coche,
—Jane, ¿qué te parece si celebramos esto como en los viejos tiempos? —Propone Jessica con una amplia Sonrisa.—Jess, no creo que sea oportuno. —Advierte Félix mirándola con contundencia.Los observo a los dos de hito en hito. Como se retan con la mirada y como brillan.Jessica se muerde el labio, tremenda loba. Félix sonríe y aparta la mirada. Eric permanece en su lugar, comiendo pequeños bocados. Orson y Alec que saben a lo que Jessica se refería, sonríen con picardía.No puedo decir que la propuesta no me tienta, me tienta mucho. Estoy con personas en las que confío y en cualquier caso estarán para defenderme. Aparto mi plato, me limpio la boca y musitó, sería:—Jessica, me parece una falta de respeto... —Ella me mira. Cambio el gesto por uno más risueño—, que no lo propusieras antes.Ella salta en su asiento y aplaude. Félix también
Al día siguiente, por la noche, Félix me ayuda a poner la moto a punto. La mitad de los chicos de Marcelo, incluyendo a Orson y Eric se marcharon a sus casas.—¿Qué pasa con Eric? —pregunta Félix mientras acomoda la moto junto a los coches.Sentada en el piso y comiendo una paleta respondo:—Nada, ¿debería pasar algo?Él solo niega con la cabeza y me tiende la mano. La tomo, me levanto. Vamos directamente a la sala de investigación para preparar las armas, chalecos y demás.A la mañana siguiente llegamos minutos antes de iniciar a la carrera. Al final, decidimos venir: Félix, Alec, Eric y Laura a la carrera. Nos encontraremos con el resto después. Me cambio en una milésima de segundos. Eric me ayuda a ponerme la faja pistorela mientras yo me pongo una funda pernera. En caso de una persecución no querría estar desarmada.Salgo a la pista sonriendo pese a la incomodidad qu
Cuando salgo de la impresión, levanto la vista y veo a Alec encima de mí con los ojos cerrados. Me asusto. Lo echo a un lado con ayuda de los demás. La sangre no es mía, es de Alec. El tipo que choco anteriormente con el muro le disparo. Como si leyese mi mente, Eric saca el arma y le dispara varias veces.Junto a Jonathan y Félix asisto a Alec, que tirado en el suelo se retuerce.—Quieto, estarás bien. —le digo desesperada.Abro su camisa. La bala le dio en el costado del estómago. Miro a Renata en busca de ayuda: ella es doctora.—Tenemos que sacarlo de aquí. —Dice. Hace presión en la herida para parar la hemorragia.Los chicos lo agarran con cuidado de no lastimarlo más y lo suben a uno de los coches. Yo subo primero y me acomodo de modo que la cabeza de Alec repose en mis piernas.—¿A dónde vamos? —pregunta Orson al volante.—No podemos ir a un hospital, sería s
Tengo un fuerte dolor de cabeza. Intento mover el brazo derecho, pero este no me responde. Agitado abro los ojos y lo primero que veo son los ojos color esmeralda de Eric. Me sonríe y me quita el cabello de la frente. Desorientada miro a mi lado, veo a Alec, con una transfusión de sangre en proceso. Pequeños fragmentos de lo que paso hace unas horas llegab a mi mente.—¿Él está bien? —le pregunto a Eric.Me noto la boca seca y el cuerpo débil, a dolorido; como si me hubiesen pasado un camión por encima.—Está bien. Renata dice que en unas horas despertara. —Me acerca un vaso a la boca—. Bebe.Le hago caso. Una sustancia espesa y dulzona se desliza por mi garganta. Agradezco el frescor. La bebo toda y me asiento en la cama. Eric con cuidado de no lastimarme el brazo vendado, me acomoda la almohada.—&ique
A la mañana siguiente estoy molida. El brazo me duele horrores y tengo náuseas. Refunfuñando me levanto y me ducho. Tengo compromisos que no puedo posponer. En una mochila empaco un par de prendas. Me visto con algo que tape mi inflamado brazo.Al entrar a la cocina veo a Alec apoyado en la encimera doblado de dolor, se presiona la herida. Rápidamente dejo la mochila en el suelo y voy a ayudarle.—¿Qué haces? —preguntó angustiada.—Tenía sed —Indica. Mira mi mochila y cuestiona —: vas con mi padre, ¿no es cierto?—Tengo que hacerlo, lo prometí. —Destaco.—Ya sé que no puedo meterme en vuestros asuntos, pero necesito que me prometas algo.—Lo que sea —respondo sin dudar.—Jane, las personas que estarán mañana con ustedes son muy peligrosas. Los hombres de mi padre no podrán pasar más allá de la puerta de principal. Tú y mi padre estarán solos en territorio ajeno —Toma mis manos—. Prométeme que traerás a mi pad
Como era de esperar, viajamos en un avión privado. Antes de subirme me aseguro de tener todas mis medicinas en orden en caso de necesitarla. Marcelo me mira más de lo común, pero no dice nada, respeta mi silencio. Dough, uno de sus guardaespaldas, se me acerca un par de veces e intenta hablar, sin hacerle caso, dejo que hable. Es lo mejor. Reflexiono mi vida, desde que vine a Madrid hasta la fecha, no me han pasado muchas cosas buenas, en realidad, ninguna.Unos meses antes de cumplir diecinueve, Simón me secuestra. Así que, los cumplí encerrada. Como regalo obtuve una follada con tres tipos, excelente regalo, ¿verdad? Antes de cumplir veinte estuve con hombres que no recuerdo ni sus caras. Cuando cumplí veinte me escape. Fui a la casa de Marcelo, a llevar a Valentina, quien en ese momento era una de las chicas secuestradas y que me pidió el favor de llevarla con su familia, lo hice. Alec fue el prim
—¿Todo listo? —pregunta Dough antes de llegar a la mansión de los Ramírez, donde nos reuniremos para tratar, por lo que entendí, sobre un puesto en la mafia y esas gilipolleces de mafiosos.—Listo.Me siento como un tamal, cubierta de armas, micrófonos y el chaleco antibalas. La situación desde mi punto de vista es fácil. Entramos, hablamos y si se presenta algún inconveniente Marcelo y yo podremos defendernos o al menos, hacer tiempo. Para ellos, es meterse en la boca del lobo. No entiendo su temor, razones tendrán.—Diosa, sé que no te gusta obedecer, pero por favor, hazlo hoy. —me pide Marcelo antes de bajar del coche.—Haré el intento —no prometo nada concreto, es una promesa que con seguridad romperé.Pasamos los grandes muros que separan la propiedad con el exterior
Mi último díaCon este dicho doy la vuelta y me sumergió en las calles de México. La ciudad es preciosa, pero no tengo tiempo ni el ánimo para apreciarla. Tomo un taxi que me lleva al aeropuerto internacional de la ciudad de México. Compro un boleto para el vuelo más cercano que sale a Madrid. Compro un sándwich en la cafetería y espero sentada. Le doy vueltas al teléfono que Félix me dio. Está apagado, pero sé que Félix está tranquilo, mi pulso esta normal y no hay rastro de sangre. Observo la cicatriz, tan pequeña como un grano de arroz; ahí está el chic que complementa el móvil. Félix me lo puso mientras dormía. Nos llaman el vuelo en el que estoy y pasamos una sala de embarque, donde no esperamos mucho para montar el avión. Estoy en la parte del ala, justo en la ventana. Me tomo las medicinas.