Narra Bruno.
Me siento ahogándome, como si me encontrara en el fondo del océano con una pesa atada a mi pie que no me deja salir a la superficie, mis criterios eran erróneos; el amor existe y duele mucho, es sofocante, siento que hasta que no vea a Abigaíl no podré salir a respirar.
Tengo una sensación extraña de que cada hora o minutos que paso sin ella algo dentro de mí muere, es fatal sentir está agonía, sin embargo, siento merecerlo, por ser tan soberbio, arrogante, y un imbécil al no poder reconocer la verdad ante mí, ella era y siempre será mi verdad.
Anhela encontrarla, incluso ya he pagado investigadores para que lo hagan, pero el temor me invade, y miles de preguntas abordan mi mente; y si ella me rechaza por haberle pedido que aborte a nu
Narrador Omnisciente. Él se sentó de frente a ella y se veía extraño tenerlo a él; siendo el que se sentaba al otro lado del escritorio viéndose como una persona normal, no como el arrogante jefe jactancioso que presumía de estar apetecible. —Quiero pedirte perdón, sé que debes estar furiosa por cómo reaccioné cuando me disté la noticia de mi hijo—, Ella alzó ambas cejas. —Tu hijo— repitió con ironía. —Sí; lo siento me equivoqué, yo me arrepiento de haber dicho esa estupidez y de haberme comportado como un idiota, no tengo justificación, pero la verdad es que me asustó mucho no ser digno de ser padre, y aún lo hago siento miedo de no tener nada que ofrecerle a esa personita que es parte de mí, de no ser lo suficiente para él o de defraudarlo—, las lágrimas rodaban por sus ojos como un gri
Narrador Omnisciente. Con una sonrisa en los labios iba saliendo Bruno de la oficina, después de ambos haberse lavado las caras y sus ojos rojos e hinchados dejaban ver que habían llorado; pero aun así no se sintieron cohibidos de salir, son dos personas con problemas distintos que deben sanar sus heridas. Sin embargo, la sonrisa de Bruno desapareció cuando vio a Daniel entrando al taller, no sabía quién era, pero la presencia de un hombre en ese lugar no le agrado, — ¿él es tu jefe? — le preguntó y ella mostró una sonrisa antes de responder sin altanería más bien orgullosa de su propio mérito. —Yo soy mi propio jefe, — se mordió la lengua para no decirle que se acabó tener que cumplirle los caprichitos a su antiguo jefe inmaduro. — ¿Y él qué hace aquí?, —cuando hizo esa última pregunta s
Narrador Omnisciente.En Sky Limited de nuevo las llamadas y ocupaciones de presidencia eran pasadas a la oficina de Wilmer, ya que Emiliano entre risas le dijo que él estaba más capacitado para atender la empresa, por el hecho de que era quien gozaba del amor en su vida; a Wilmer le pareció que Emiliano no lo dijo con su habitual burla, sonreía, pero no con la misma repugnancia por lo bello de la vida, no pudo analizarlo más.—¿Cómo puedo llevar el departamento de Marketing cuando debo atender la empresa entera? —dijo a su oficina vacía e ignorando por treinta segundos su teléfono que no dejaba de sonar.—Señor, la señora Jennifer Gales lo busca —dijo su secretaria utilizando el intercomuni
Narrador Omnisciente.Las empleadas de Abigaíl cuchicheaban, sobre Bruno, quién estaba en la oficina esperando a Abigaíl y soltando un bufido cada dos minutos, se le hacía larga la hora que ella llevaba fuera.—Será que primero fueron a construir el restaurante, antes de comer— dijo molesto hablándole al espacio cerrado.Abigaíl entró al taller y todas las chicas la veían con una sonrisita en el rostro, Bruno abrió la puerta de su oficina y puso sus manos en la cadera, se había quitado el saco y la corbata y subido los puños.—¡¿Bruno, no saliste?! —preguntó Abigaíl, aun sin poder creer que él, siendo el más orgulloso y déspota de los homb
Narrador Omnisciente.Bruno la besó y Abigaíl abrió más sus piernas para darle más acceso, se sentía feliz y quizás se quería engañar, pero quería experimentar esta faceta de estar enamorada con Bruno, aprovecharía un poco de la vida…, Bruno de repente paró y se separó de ella un poco espantado—¿Qué pasó? —preguntó Abigaíl sintiendo el vacío de él al alejarse.—¿Puedes?, es decir, en tu estado, ¿no te hará daño?Abigaíl se echó a reír.—Tienes razón, no podré tener sexo en el próximo año y medio,
Narrador Omnisciente.Más tarde Abigaíl y Bruno muy decentes vestidos de nuevo estaban en el escritorio de Abigaíl, ella emocionada le enseñaba cada boceto para la colección, las costureras se mantenían dando las últimas puntadas del día y casi era hora de salir.—Veo que te gusta mucho esto —le dijo Bruno a Abigaíl impresionado con el talento de ella.—Así es, he tenido mucha suerte y conseguí un contrato con una casa de moda.—¿Te dan un buen trato?, puedo conseguirte asesoría.—Estoy bien, aunque no desaprovecharé tu ayuda, gracias, después de todo le debo mucho a haber sido la modelo de la campaña public
Narrador Omnisciente.Llegó el día tan esperado para la cita de Emiliano y Arantza; él después de salir de trabajar fue a la mansión Garcés, aún era temprano para su cita, llegó directo a la habitación de su padre y no estaba, se asomó al balcón y lo vio paseando por el extenso jardín, decidió buscarlo, en cuanto Emiliano ubicó a su padre estaba abrazado de Penélope y compartían un beso, Emiliano quiso morirse de vergüenza, pero ya era tarde y los enamorados lo habían visto, rascando su nuca saludó.—Buenas tardes, perdón, quería hablar contigo, ya no importa, será después. — Emiliano dio la vuelta y se iba a alejar, pero Marcelo lo llamó. 
Narrador Omnisciente.Emiliano compró un cachorro golden retriever, porque los otros eran razas pequeñas y él no llegaría a tanto para andar con esos perritos que las mujeres meten en bolsos; este era un cachorro adorable, vivaz y hermoso, Emiliano sonrió, estaba seguro de que a ella le encantaría, le mandó a colocar un lazo azul, porque era un macho, la dependienta reía de la actitud del rudo y sexi hombre, esperaba a Arantza, tratando que el condenado cachorro no masticara la cinta del lazo, le habían dado el más travieso de los cachorros.—¿Emiliano? —llamó Arantza extrañada al ver que él estaba concentrado en algo en sus manos y entonces lo vio, Arantza puso las manos en su boca emocionada y en seguida se lo quitó de las manos —que bello cachorrito—, e