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Después de un tiempo de no hacer nada, llegamos: a una tranquera de madera, algo desgastada. Mire mi alrededor con curiosidad, a un lado estaba una ruta bastante transitada.

—Da miedo la entrada—murmure divertida.

— Buuu

—¿Haces bromas?—pregunté asombrada.

—Si —contestó y rodó los ojos.

Me río.

Un auto venía desde no sabía dónde, una chica parecida a él: se bajó. Tenía una pequeña niña a su lado, de cabello dorado.

—¿Nos bajamos?

—Ella abrirá y entraremos.

La saludé con la mano y ella hizo lo mismo. Pasamos primero y su auto venía detrás.

—Ella es buena onda, relájate.

—¿Qué?... estoy muy relajada.

—Estas arañando el asiento.

—Oh...

Cuando estacionó delante de la casa, una perrita nos recibió. Era de esa especie de policía.

Le hice cariño, y morí de amor.

—¡Que bonita!

—Si... se llama Pampa. Mucho gusto soy Sami.

—Mucho gusto.

—Entremos, tomemos unos mates.

Al ingresar una bonita casa me recibió. Alrededor habían muchas plantas, una mesa junto con dos sillas de jardín estaban en la en
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