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En esos días, estaba un poco más melancólica de lo normal. Había decidido r a correr, me estaba poniendo una calza cómoda junto con una zapatilla.

Mañana tendríamos el curso nuevamente cómo era dos veces a la semana. Suspiré, yo estaba afuera, caminando en forma rápida, de esa manera podría entrar en calor. De pronto, una voz me hace tropezarme con mis pies. Caí de bruces al suelo, por suerte había césped esponjoso.

—¿Estás bien?.

—Si... solo quería darle un beso al suelo —bufé.

—Dejame que te ayudo.

El se inclinó a mi altura, se arrodillo y me empezó a ayudar para enderezarme. La caída había sido brusca. Incluso me dolía un poco el tobillo. Él empezó a ayudarme, poco a poco a intentar pararme. Pero al intentarlo, hice un gesto de dolor en mi rostro. Al parecer el lo notó, porque se preocupó.

—¿Te duele?

Yo Asentí.

Empezó a ayudarme, sosteniendo mi cuerpo, y una ayuda mi propio brazo al cual se encontraba arriba de su hombro. Empecé a dar pequeños saltitos mientras él me conducía a la
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