— Este local está muy bien ubicado, hay mucho potencial aquí. — le decía profesionalmente el agente de bienes raíces. — si desea saber cualquier cosa sobre este local, el dueño se encuentra aquí hoy, puedo presentarlos si lo desea.Antes de que pudiera contestarle, sonó su teléfono y al ver que era Arturo, le respondió.— Hola, Arturo.— ¿Qué tal todo? ¿Cómo tomaron tus hermanos las cosas?— Supongo que bien, pero he decidido mudar la pastelería, justo ahora estoy viendo locales— Tengo muchos locales en los mejores centros comerciales, puedes usar el que quieras.— No, gracias, voy a alquilar uno.— Pero no tienes que mudar la pastelería, si lo que quieres es alejarte de allí, sólo necesitas crear sucursales, y logras dos cosas a la vez.— El negociante a su gusto.— Así puede crecer tu negocio. Puedo ayudarte en lo que necesites, si requieres capital...— Ya tengo capital, soy una chica ahorrativa, pero gracias de todas formas.— Lo que necesites, sólo llámame. No tengo nada mejor q
Al amanecer se levantó descansada y casi feliz. Ya bañada y vestida, se fue a la cocina por su café y al ver a todos los chicos listos para la escuela, se dio cuenta de que por primera vez, se había levantado después que los niños.Cuando los niños partieron a sus clases, ella decidió ir caminando al negocio.La mañana fue como cualquier otra. Fue a mediados de la tarde cuando todo cambió al ver llegar a Roselyn, y observarla pasar por su lado corriendo y refugiarse en la oficina.Bárbara la siguió hasta allí, preocupada.— ¿Qué te ocurre, Ros? ¿Alguien te hizo algo? Dímelo, porque si alguien se atrevió a molestarte, ¡le volaré los dientes hasta Marte!— le dijo tomándola de los brazos. La niña era alta para su edad, y le llegaba casi a la barbilla a Bárbara.— ¡No me toques! ¡Todo es tu culpa!— ¿Por qué me dices eso?— En la iglesia las chicas se burlaron de mí diciendo que eres una...una...— no se atrevió a repetir la palabra. Bárbara siempre fue inflexible con los niños cuando se t
— Hola Bárbara. — dijo la voz sensual de Arturo al teléfono y la chica sonrió para sí misma. Le gustaba escuchar esa voz que siempre la hizo sentir segura.— Hola. — Respondió mientras revolvía su escritorio buscando algo— ¿en qué andas?— Ando en busca de compañía para almorzar ¿interesada?— Sí, me gustaría.— Un auto pasará por ti y te traerá.— No hace falta, puedo ir en el mío.— Si queremos tomar un par de copas, prefiero que no tengas que conducir.— ¿Planeas embriagarme por algún motivo especial?— No, ninguna razón en especial. Sólo la misma de siempre.Bárbara se rio de la ocurrencia y escuchó al otro lado de la línea la risa profunda de él.Acordaron verse pasado el mediodía y continuó trabajando. Fue cuando llegó Moisés y la chica sintió que se le acababan las razones para sonreír.— ¿Qué quieres Moisés? ¿No te bastó con lo de ayer? Yo que tú, me cuidaría de que me vieran entrar aquí. Podrían lapidarte las damas de la Inquisición.— Sólo vine a decirte que tienes razón, q
Esa noche, durante la cena con Andrés, la familia se portó curiosa y cauta, pero él mantuvo el control de los chicos y se mostró muy agradado con todos. Cuando Bárbara le presentó a Arturo, lo miró con curiosidad.— Arturo Montesinos, ¿El magnate hotelero? ¿El mismo de la prensa y revistas de negocio?— preguntó un poco incrédulo.— Arturo Montesinos, el prometido de Bárbara, me gusta más.— Me alegra mucho.— Vamos a casarnos muy pronto, y por supuesto estás invitado.— Me siento honrado de que me incluyan en sus invitados. Al comenzar esta semana, era un hombre solitario que sólo se dedicaba a su trabajo y ahora pasé a ser alguien con una hija y un yerno, e indirectamente, toda una familia. No podría ser más feliz por esto.Ambos hombres compartían el mismo sentimiento y sintieron una agradable conexión.Los chicos hacían preguntas sin filtro a Andrés y aquel contestó todas y cada una manteniendo la calma y con una sonrisa.Esa noche, al despedirse, Andrés tenía otro semblante. Se le
Ese fin de semana se llevaría a cabo la boda. La familia de Arturo confirmó su asistencia y el primer sorprendido fue él.Para la ceremonia, Bárbara vistió una linda creación color champaña, a media pierna, con tirantes estilo griego, que dejaba sus hombros a la vista. Peinó su cabello recogido a un lado, y colocó un discreto adorno con pequeñas flores de cristales. Unas sandalias sencillas color beige, de tacón alto completaban el atuendo. Bajó las escaleras y allí la esperaban su futuro esposo y los chicos.Arturo se veía simplemente increíble en su traje color carbón con corbata de moño. Su barba perfecta como siempre y sus ojos relucientes en un azul intenso encuadrados en su cabello rubio, por primera vez peinado correctamente.Los niños se veían hermosos, sonrientes y vestidos con trajes adecuados, la esperaban para acompañarla a la ceremonia.Al bajar todos la abrazaron y Arturo le ofreció su brazo, y así, viéndose como una pintura de familia feliz, salieron al jardín donde los
Los días pasaban y esa semana firmarían los papeles de la adopción. Gracias a las influencias de Arturo, los abogados habían logrado que los trámites se hicieran rápidamente. Los chicos estaban felices y Bárbara se dio cuenta de que su vida estaba en calma, todo marchaba sobre ruedas. Su nueva pastelería funcionaba maravillosamente, y la clientela crecía día a día. Ya se estaba haciendo de un nombre en el ramo por sí misma. Un par de sus recetas personales habían logrado un lugar de honor en un concurso al que entró por insistencia de su personal y eso la había puesto en la escena entre los mejores pasteleros.Andrés, su padre, estaba haciendo una rutina al cenar con la familia los viernes y se veía rejuvenecido y feliz y a Bárbara le hacía sentir bien tenerlo cerca.Siguiendo el consejo de su esposo, decidió que era el momento de crecer en el negocio, y fue con los administradores de las propiedades de Arturo, para escoger otro local para la nueva sucursal. Acababa de llegar al lugar
— Odio esas fiestas de caridad, son un montón de desobligados con demasiado dinero y muy poca inteligencia, y me enferman estas tontas trofeo que se cuelgan del brazo de algún gordo rico, como si fuera lo mejor que les ha pasado en la vida. — expresó Bárbara mientras se colocaba unos pendientes de zafiro como complemento a su vestido de terciopelo azul, que se ajustaba a su cuerpo con delicada gracia, mostrando sus curvas con el movimiento de la tela.— ¡Gracias por lo que me toca! Así que soy un desobligado — respondió divertido Arturo, mientras esperaba sentado en un sillón cerca de la peinadora donde Bárbara daba los últimos toques a su apariencia. La chica lo miró y sonrió a través del espejo y observó que Arturo levantaba una ceja al ver los pendientes. Se veía realmente guapo en su smoking, sentado con su pose característica: las piernas cruzadas, recostado cómodamente, una mano sosteniendo levemente su sien; siempre tan seguro de sí mismo.— ¿Zafiros? ¿Por qué no diamantes? Va
Los meses habían transcurrido casi sin advertirlo. Sus vidas eran agradables, sobre todo porque Arturo procuraba que siempre hicieran actividades como familia y los niños eran en extremo felices con ese padre que los trataba con verdadero afecto y era un ejemplo para ellos.Bárbara se sentía relajada en esa vida serena, compartiendo la custodia de los niños con Arturo, y sintiendo por primera vez la paz de saber que ya no corría el riesgo de perder a sus hermanos.El sentirse más tranquila le permitió disfrutar más de su pasión por la pastelería y consideró que era el momento de crear más sucursales, y se puso manos a la obra.Tras el arduo día de trabajo, bastante entrada la noche, Bárbara llegó a casa y vio con alivio que ya todos los chicos estaban en sus habitaciones.No solía llegar tan tarde, pero la nueva pastelería requería de muchos detalles aún y las horas se le fueron tratando de resolver todo los pendientes.Se sentía realmente cansada y sólo deseaba darse una ducha, meter