~Pov de Alisha~

El finalizar nuestro matrimonio ya había dejado de ser mi decisión.Y no estaba dispuesta a seguir soportando más, las humillaciones que se me han impuesto durante estos tres años.

Con mi mano temblorosa y conteniendo mis lágrimas firme el documento que se encuentra sobre su escritorio y tomando una gran bocada de aire procedo a retirarme de su oficina.

Pero a punto de girar la perilla de la puerta escucho su voz grave dirigirse a mi.

—Alisha Müller.

Giro mi cabeza solo un poco para responder —Me disculpas ya no soy Müller.

Luego procedo a salir rápidamente de allí, sentía que me asfixiaba y con el poco aire en mis pulmones detengo y abordo un taxi al cual indico que me lleve Währing.

Ya eran aproximadamente las nueve de la noche cuando llegue a la mansión Müller, dónde había estado los últimos tres años viviendo en un matrimonio por contrato que había aceptado con amor unilateral de mi parte y pensando que el llegaría amarme, que equivocada estuve.

Desciendo del taxi rápidamente cuando escucho un gran estruendo avisando que comenzará a llover pronto, e ingreso a la mansión olvidando por completo indicarle al taxista que me espere gran error. Solo que no quería estar hay mucho tiempo y encontrarme nuevamente con el.

Ingreso a la que fue nuestra habitación y no puedo evitar que por mi rostro se deslicen lagrimas. "Ali no vale la pena, ya no más" me reprochó a si misma, mientras procedo a secar las gotas saladas y tomar mi maleta para salir de allí.

Hay un silencio sepulcral en toda la mansión que me agobia, y ojeo lo que fue mi hogar por estos años antes de dejar las llaves en la repisa de la entrada. Al salir me doy cuenta de que el taxi ya no se encontraba.

—Mierd@ — exclame frustrada, tendría que caminar un par de kilómetros para poder tomar otro y para mí desgracia mi celular no tenía batería.

Inicie mi camino cuando en mi rostro siento las primeras gotas de lluvia caer, no pude evitar reírme de lo tonta que había sido todo este tiempo, ese hombre nunca mostró un apice de afecto y siempre coloco a esa mujer por encima mío, apesar de que yo era su esposa.

O ese había sido solo un título, el cual había llevado por amor y agradecimiento. Nunca fui su amante en realidad, solo una firma en un papel que nos mantuvo atados por los últimos tres años. Allí estába una joven de veinticinco años con un divorcio que me precedía.

Que miserable debo verme, y que feliz deben estar ellos, medite suspirando mientras caminaba arrastrando mi maleta por las aceras de la gran villa.

Logrando llegar a la avenida principal debajo de la gran lluvia que azotaba la ciudad, totalmente mojada y desaliñada, a lo lejos visualizo las luces de un auto, inmediatamente realizo una señal para que por favor se detenga.

De repente siento en mi espalda unas grandes manos que me empujan con gran fuerza a la carretera.