46. Desbundados
FELIPE

—Buenos días dormilón —dice Emilia con su dulce voz, dejando un recorrido de besos por mi espalda, pasa por mi cuello y siento su respiración cerca de mi oreja, por lo que me doy vuelta enseguida y me besa en los labios.

—Qué rico amanecer así —digo sin abrir los ojos aún, ya que ser despertado por la persona que amas, es una de las mejores sensaciones de la vida. Poco a poco abro los ojos y me encuentro con esos ojos pardo que me tienen loco desde hace años y que, por fin, podré ver día a día al abrir los ojos—. ¿Desayuno en la cama? —pregunto sorprendiéndola, ya que quiero consentirla como nadie lo ha hecho nunca.

—¿De verdad? —pregunta sorprendida, mientras se despereza.

—A su orden, bonita —contesto y si fuera por mí, si me pide que le baje la luna, lo hago.

Me pongo de pie de un salto y me dirijo a la cocina, sólo en bóxer.

Entro a la cocina, pongo agua para preparar café y escucho “¡Gracias amor!” por lo que voy hacia el dormitorio, me asomo por la puerta y Emilia me lanza
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