Capítulo 8
El próximo encuentro que tuve con León fue en la ceremonia donde anunciaron que mi hijo y yo éramos los herederos.

Como Alfa de la Manada Flaroar, León tuvo que abandonar la búsqueda de mi hijo y de mí para asistir a ese evento tan importante en el Norte. Mientras el Norte se fortalecía día tras día, la Flaroar, debido a la inacción de su Alfa, León, comenzaba a perder terreno frente a las otras manadas.

Cuando la madre de León y sus parientes se arrodillaron en la ceremonia para rendir homenaje, y al levantar la vista se dieron cuenta de que a quienes rendían culto eran mi hijo y yo, vestidos con elegancia, sus ojos se abrieron de par en par, incapaces de creer lo que estaban presenciando.

León, por su parte, parecía atónito, como si todo fuera un sueño. Se quitó de un golpe la expresión de agotamiento que llevaba, tomó mi muñeca con fuerza y, sin preocuparse por el protocolo, gritó:

—¡María! ¡Por fin te encontré! Sabes cuánto te he extrañado estos días…

No terminó de hablar cuando lo
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