Capítulo 2
Fue fácil ponerme en contacto con mi familia. Estaban tan felices, sobre todo mi padre. Cuando supo que ya era abuelo, casi se puso a llorar de la emoción y me pidió que regresara de inmediato con su nieto.

Sin embargo, en ese momento, mi hijo, que aún dormía, murmuró suavemente:

—Papi, tú me lo prometiste...

Faltaban solo dos días para su cumpleaños número cinco. Mi hijo, incluso en sueños, seguía creyendo que su padre cumpliría la promesa de estar con él en su día especial.

Mientras acariciaba su carita dormida, no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. Debía soportar dos días, solo dos días más. Quería que mi hijo no se fuera sintiendo que le faltaba algo, quería que tuviera todo lo que merecía.

Pero, antes de que amaneciera, un golpeteo urgente en la puerta lo despertó de su bonito sueño. Era la madre de León, llamando y pidiéndome que llevase a mi hijo de vuelta a la manada.

Me sentí molesta, perturbada. La madre de León siempre nos había menospreciado a mi hijo y a mí. Después de todo, siempre pensó que yo solo era una loba solitaria de otro clan, que, por pura suerte, había encontrado a su querido hijo. Y, por supuesto, no le gustaba su nieto. En su mente, Jazmín, con su sangre noble del mismo clan, era la única Luna que valía.

Mientras yo estaba preocupada, mi niño, por otro lado, parecía emocionado, pensando que su papá finalmente lo llevaría a casa. Pero en cuanto llegamos, nos encontramos únicamente con las miradas despectivas de los parientes de León.

León, que no había regresado en toda la noche, estaba allí, con una expresión suave y dulce, sosteniendo a Jazmín, mientras su madre, sin siquiera mirarnos, anunciaba alegremente:

—Jazmín está embarazada. Según lo acordado, León será el futuro Alfa de la manada Flaroar. El hijo de León y Jazmín será el heredero, y, dentro de poco, se realizarán la ceremonia de Marcado.

Todos los presentes miraban a Jazmín, emocionados, mientras yo solo podía concentrarme en León, quien en ese momento acariciaba suavemente el vientre de Jazmín, como si yo y mi hijo no estuviéramos allí:

—Finalmente, seré padre.

¿Finalmente?

Un dolor agudo atravesó mi corazón.

Mi hijo, parado a mi lado, estaba claramente decepcionado, y apretó mi mano con fuerza:

—Mami, ¿qué está diciendo papá? ¿Acaso yo no soy su hijo?

Su vocecita débil llamó la atención de todos, y los parientes de León no tardaron en soltar sus burlas crueles.

—¿Un hijo bastardo? ¿Cómo se atreve a hablar aquí? —dijo una de las mujeres.

—Si los demás lobos se enteran de que el Alfa de la Manada Flaroar tiene un hijo ilegítimo, ¿qué pasará con el honor de nuestro clan? —repuso un hombre.

—¿Una prostituta quiere quitarle el puesto de heredero? —repuso otra mujer—. ¡Yo no estoy de acuerdo!

—¡No podemos dejar que nadie se entere de que eso es hijo del Alfa!

La madre de León dio un resoplido despectivo, mirándonos con desprecio a mi hijo y a mí.

—De ahora en adelante, dirán que este niño es un huérfano adoptado por nuestra manada, y María... bueno, ella será la sirvienta contratada por León para cuidar de él.

Con los dientes apretados, sostuve la mano de mi hijo con fuerza. Sabía que la madre de León no nos quería. De hecho, había sido ella quien había sugerido que Jazmín tuviera un hijo de León desde un principio.

—Yo no soy huérfano, tengo papá y mamá —protestó mi hijo en voz baja, con los ojos llenos de lágrimas.

León soltó la mano de Jazmín y quiso acercarse, pero yo vi claramente cómo ella lo detuvo. Él dudó por un momento, como si quisiera hacer algo, pero al final se quedó en silencio.

—Está bien, acepto tu sugerencia.

Con la cabeza en alto, caminé hacia León y su madre, con mi hijo a mi lado, y, con firmeza, les dije:

—Mi hijo no es huérfano. No necesita ser adoptado. A partir de hoy, él es solo mío. No tendrá ningún vínculo con León.

Acto seguido, me agaché, con el corazón encogido, y, con la voz quebrada, le expliqué a mi hijo:

—Cariño, ya no le digas más papá a León, ¿me entiendes?

Sabía que yo había aceptado regresar a la Manada Flaroar y su relación con Jazmín, únicamente por mi hijo, por la promesa que él mismo le había hecho de darle un lugar en la manada.

Pero ahora, lo estaba rechazando.

León intentó buscar mis ojos, como si aún quedara algo de amor en ellos, pero yo aparté la mirada, decidida a no volver a darle mi corazón.

Mi hijo, tan pequeño, no entendía nada de esas complicadas decisiones. Solo lloraba, con los ojos hinchados, buscando consuelo en mis brazos.

Sin embargo, cuando intentaba llevar a mi hijo a casa para consolarlo, pero Jazmín me detuvo:

—María, escuché que León te dio un anillo que representa la identidad de su familia. Ahora que soy su Luna y mi hijo será el futuro heredero de este clan, creo que debes dármelo. No es adecuado que sigas llevándolo, dado que podría causar malentendidos.

Así que eso era... Ese era el verdadero motivo por el que me habían citado aquí: para humillarme de manera pública.

—¿Es esto lo que tú también quieres? —pregunté, mirando a León con una expresión imperturbable.

Ese anillo era lo que León me dio la primera vez que estuvimos juntos, un símbolo de su compromiso. En ese momento, me dijo que me entregaba con él toda su identidad, que yo sería su única compañera. Fue por ese anillo que dejé atrás a mi familia, oculté mi identidad y me entregué a él.

Al ver mi mirada interrogante, León desvió la suya, visiblemente incómodo, mientras murmuraba:

—María, solo es un anillo...

—Está bien —asentí, viendo las marcas de besos en el cuello de Jazmín, y, sin dudarlo, me quité el anillo.

Cuando se lo entregué y ella se puso el anillo en el dedo, sonrió ampliamente, victoriosa, y, con una mirada desdeñosa, me dijo:

—Definitivamente, me queda mejor a mí.

Tras esto, e ignorando la sorpresa de León, tomé a mi hijo de la mano y me fui, sin mirar atrás.

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