VítorEl intercambio de palabras con Tomas era cada vez más intenso y hostil. Podía sentir la ira burbujeando en mi interior, y mis palabras salieron en un tono áspero y acusador.- Debes comer mierda para pensar que me estoy aprovechando de Sofía. - Dije, con mis palabras llenas de indignación.Él no dudó en replicar, alzando la voz en señal de desafío:- Mira cómo me hablas, imbécil vividor. - Levantó la mano y me señaló con el dedo.Mi paciencia se agotaba rápidamente y no tenía intención de echarme atrás. La acusación de que me estaba aprovechando de Sophia era absurda, y no dudé en responder, ahora con un tono cargado de sarcasmo e ira:- Hablaré como me dé la gana, y sí, comiste caca, y no cualquier caca, debió ser de la que dejan los perros mestizos que vagan por las calles. Sólo tu cabeza de mierda piensa que le haría algo así a Sophia.La tensión en la habitación estaba realmente al límite. Nuestras palabras airadas y hostiles creaban un ambiente muy intenso, y yo sentía que
SophiaEn ese momento, estaba en la cocina, ayudando a mi abuela a organizar la compra que habíamos hecho. Las bolsas estaban extendidas sobre la mesa y yo me dedicaba a colocar los alimentos en el lugar adecuado, como mi abuela me había enseñado a lo largo de los años.Mientras rebuscaba en las bolsas, oía la acalorada discusión entre Vítor y Tomás en el salón. Mi mente estaba confusa y preocupada por la tensión que se había creado entre ellos. No entendía por qué las cosas se habían descontrolado de aquella manera.Mi abuela estaba concentrada en su tarea, pero sabía que también era consciente de la situación en la sala. Sin embargo, hasta ahora no había dicho nada, probablemente esperando a que yo arreglara las cosas con ellos dos.Sabía que tenía que poner fin a la grosera situación, pero en
TomásSalí de casa de los abuelos de Sophia con un nudo en la garganta y un sentimiento de frustración ardiendo en mi pecho. No podía creer que me hubiera echado de aquella manera, como si fuera un intruso en su vida.***- Tomás, vete, por favor. - Me ordenó con firmeza. - Necesitamos un momento a solas.- ¿Cómo que a solas? - pregunté, completamente confundida por la situación. Miré a Vítor, el playboy que estaba en el sofá con la abuela de Sophia, y luego volví la mirada hacia ella. - No puedo dejarla sola con ese idiota. ¡Y no ibas a decirme que ibas a dejar esta mierda de trabajo!Mis palabras salieron con una mezcla de preocupación y frustración. No entendía por qué Sophia quería quedarse a solas con esta mierda, sobre todo después de todo lo que había pasado. Ademá
VítorCuando Tomás se marchó, la abuela de Sofía nos invitó a desayunar con ellos. Miré a Sofía, buscando su opinión:- ¿Quieres que me quede? - pregunté preocupado por su reacción.Sophia respondió con una larga sonrisa:- Sí, claro. Estaré encantada de que aceptes.Con su aprobación, respondí a la señora:- Muchas gracias por la invitación, estaré encantada de desayunar con usted. - Al fin y al cabo, estar al lado de Sophia era lo que más importaba en ese momento. Agradecí la oportunidad de compartir ese momento con ella y con su encantadora abuela.La abuela de Sophia nos invitó a desayunar y, al mismo tiempo, destacó la sencillez de la casa. Señaló la cocina y se explicó:- Vale, pero no te fijes, ésta es una casa sencilla. No es como tu mansión, donde la criada lo hace todo.Sofía, un poco avergonzada, intervino:- ¡Abuelita!La señora se llevó la mano a la cara, quizá dándose cuenta de que había puesto a su nieta en un aprieto. Sophia estaba claramente preocupada por la impresió
SophiaCuando terminamos de desayunar, mi abuela se levantó con su típica dulzura para darle la medicina a mi abuelo. Era un momento que se repetía a diario, una rutina que ella llevaba a cabo con gran cariño y esmero.Se acercó a la pequeña estantería del comedor, donde guardaba las medicinas de mi abuelo organizadas en cajas y frascos. Su expresión era tranquila y devota, y siempre me sentí profundamente agradecido por tener a mi lado a una abuela tan cariñosa y atenta.Mientras mi abuela preparaba las medicinas para mi abuelo, le observaba sentado a la mesa, sonriendo suavemente mientras sus ojos recorrían la superficie de madera. Era una sonrisa dulce, uno de esos raros momentos en que las sombras de la enfermedad parecen disiparse por un instante.Entonces ocurrió algo sorprendente. Mi abuelo se volvió hacia Vítor, que estaba a su lado, y empezó a hablar.- ¿Cómo están tus padres, muchacho? - preguntó mi abuelo en tono amable.Vítor respondió con una sonrisa forzada:- Oh, mis pa
VítorMe intrigaba la pregunta de Sofía sobre mis padres. Después de todo, nunca antes había mostrado mucho interés por el tema.Por un momento, intenté comprender el motivo de su repentina curiosidad. ¿Quería entablar una conversación? ¿O tal vez quería saber más sobre mi familia? No estaba segura.La verdad es que mis padres siempre habían sido una figura distante en mi vida. Casi siempre estaban de viaje por trabajo y rara vez pasaban tiempo en casa. Mi hermano y yo acabamos haciéndonos cargo del negocio familiar desde muy jóvenes, lo que nos distanció aún más de nuestros padres.Y cuando tuve un accidente en la universidad y me tuvieron que operar, ni siquiera vinieron a visitarme. Me enviaron una tarjeta de buenos días y nada más. Eso selló nuestra relación distante.Así
SophiaMi curiosidad se despertó mientras esperaba ansiosa a que Vítor compartiera su idea. Sabía que no debía dejarme llevar por esas tentaciones, pero cuando estaba a solas con él, algo en mí se volvía más audaz, más dispuesto a desafiar las convenciones. Era como si estuviéramos en nuestro propio mundo, donde sólo existíamos nosotros dos.No podía negar la intensa atracción que sentía por él. Sus ojos eran magnéticos y su tacto hacía arder mi piel. Por mucho que supiera que debíamos ser prudentes y actuar con moderación, había algo en su voz, en la forma en que susurraba sus palabras, que hacía que mi corazón se acelerara y mi mente vagara por caminos peligrosos.Tal vez fuera la sensación de prohibición que lo hacía todo tan excitante. Sabíamos que hab&iacut
VítorEstaba al borde de la locura, completamente abrumado por un deseo ardiente. Ya no podía resistirme al magnetismo de Sophia, y el fuego que ardía en mi interior exigía ser alimentado. Sin pensármelo dos veces, la cogí de la mano y la llevé hasta mi coche. El tacto de su piel, incluso a través de la ropa, era electrizante y me ponía aún más ansioso.Abrimos la puerta del coche y, dentro, el ambiente estaba caliente y cargado de tensión sexual. Sin perder tiempo, nuestras bocas se encontraron en un beso hambriento y apasionado, como si lleváramos mucho tiempo esperando este momento.Sus manos se deslizaron por mi pecho, ansiosas por explorar mi cuerpo, mientras las mías recorrían su espalda, buscando cada curva y contorno. Cada roce, por breve que fuera, era una chispa que encendía nuestro deseo.Con destreza, la tumbé e