Habían pasado una noche maravillosa, sin embargo, las horas fueron transcurriendo, a Liuggi le preocupaba que Lisbani no se hubiera levantado. Se le acercaba, revisaba su respiración, se veía bien, mas no despertaba.
Eran las cinco de la tarde y ni siquiera había comido, incluso la intentó despertar, pero ella no respondía, él había despertado al mediodía, daba vueltas en la villa, subía a verla, conversaba con su madre y volvía a subir.
Así pasó la tarde en espera de verla despertar, mamma Luisa, también estaba preocupada, y él temía haberse excedido, no podía tranquilizarse pensando lo peor ¿Si le pasaba algo por su impaciencia? La preocupación del hombre era notoria, por eso con toda la vergüenza del mundo, marcó el número del médico de Lisboa, aunque los había referido a uno en Florencia, ellos igual le seguían consultando, al responder el teléfono el médico, lo saludó y le hizo la pregunta.
—Doctor Madeiros, ¿
Liuggi cerraba los ojos comprendiendo que Lisbani, le estaba devolviendo las mismas palabras, esas que por tanto tiempo le había repetido, ella estaba herida y no sabía qué hacer para lograr su perdón, tenía miedo del futuro. —Por favor amor —comenzó a decir suplicante—. Perdóname, me equivoqué, fui un estúpido, pero te expliqué, tenía miedo de aceptar mis sentimientos por ti, no obstante, te juro, si me aceptas, jamás volveré a hacer algo para lastimarte, por favor Lisbani—pronunció de rodillas a su lado, mientras ella permanecía recostada en la cama. —No, no quiero perdonarte—señaló con enojo—. Ahora serías tan amable de salir de esta habitación, puedo comer muy bien sola, y ya te utilicé para desahogarme, solo a fines sexuales, Lombardi, un producto para mi deleite. »Y lo lograste, porque ya estoy completamente satisfecha y si vienes a decirme que esta es tu habitación, perfecto me salgo de aquí de tu casa y bus
Liuggi vio la escena y sintió hundirse en el profundo hoyo de la desesperanza, sin embargo, se hizo el fuerte, no permitiría mostrar cómo se le estaba rompiendo el corazón en ese momento, por eso adoptó una actitud de indiferencia.—Lo siento, lamento la interrupción —pronunció mientras intentaba controlar la voz, para no reflejar la tristeza agitándose en su interior e incluso para retener las lágrimas de autocompasión amenazando con revelarse, porque se sentía destrozado. Muchas veces escuchó decir, que los hombres no lloraban, quien lo dijo fue porque nunca sufrió un desengaño amoroso.» Giacomo, Lisbani —dijo sus nombres en forma de saludo—. Espero tengan un buen día, ¡Enhorabuena por su relación! Les deseo la mayor felicidad —expresó retirándose.<
Minutos después, Nick recorría la vía, sin dejar de prestar atención a todo lo acontecido a su alrededor, pues imaginaba que de sentirse cansado, Liuggi podría estacionarse a la orilla. De repente se dio cuenta de la vía cerrada y al girar la vista, observó un auto estrellado contra un árbol, rodeado de personas.Al reconocerlo bajó corriendo, sentía la adrenalina fluyéndole por las venas, al mismo tiempo percibía en su interior como era atenazado por el miedo. Buscaba la manera de calmarse y alejar los pensamientos pesimistas, mas se le hacía imposible al ver el estado del auto.Apenas llegó intentó abrir la puerta del conductor, por más intento de abrirla, esta se había atascado, la gente intentaba ayudarlo, pero parecía soldada a la base, fue imposible abrirla. Corrió a la parte trasera, subió por all
Giacomo la llevó a la entrada de Villa Verona, la ayudó a bajar sus maletas, sin embargo, prefirió no entrar y despedirse en la puerta. —¡Buena suerte Lisbani! Eres una buena chica y mereces la felicidad con el hombre a quien amas, espero él pueda valorarte como lo mereces —extendió la mano y ella le dio la suya con una sonrisa. —Gracias, estamos a la orden, en mí tienes una amiga. Giacomo subió al auto, ella levantó la mano diciéndole adiós. Como no podía con las maletas, las dejó fuera para pedirle más tarde ayuda a Liuggi. Tomó a los perros, tocó la puerta, esperó por varios minutos le abrieran, como nadie salió, decidió darle al picaporte, el cual cedió, por ello entró; fue a la cocina, subió a las habitaciones, todo era soledad, dejó a los perritos dormidos, colocándoles agua y comida, bajó al despacho, solo encontró botellas de whisky, de ginebra y otras más en el escritorio, algunos vidr
Mariana lo miró de forma desafiante, con una sonrisa, pero al ver la firmeza del hombre, se contuvo, mientras la rabia por Nick crecía a niveles agigantados en su interior. —¡No la toco pues! —exclamo soltándola de forma despectiva—. De todas maneras, ya hablé con ella, dejándole claro mi punto de vista o mejor dicho la verdad. Ya veremos, si Lisbani es lo suficiente inteligente para darse cuenta de lo que le conviene. Además, mi intención no es discutir con ella, solo quiero saber cómo está Liuggi y acompañarlo en este momento, después de todo soy su esposa —declaró, sin ocultar un semblante de prepotencia. —No Mariana, por si lo olvidaste, me encararé de refrescarte la memoria, no eres ni siquiera su exesposa, porque ese matrimonio es como si nunca existió. Por otra parte, te agradecería mantenerte al margen, no intervengas en esto. »Liuggi te habló claro, no te quiere en su vida. No sé porque sigues insistiendo,
Lisbani, al escuchar a Sophía, no pudo soportar el fuerte dolor golpeándola con fuerza en su interior, prefirió alejarse, apartándose de todos, pues no quería ser la causa de ningún conflicto entre los familiares de Liuggi.Entretanto, la otra chica observó a Nick con una mirada de auxilio, no obstante, al ver la expresión de indiferencia, se sintió avergonzada ante las palabras de la mamá de Liuggi, incluso por un momento reflexionó en ellas, llegando a la conclusión, de que había ido muy lejos al atacar a Lisbani, se equivocó por completo.—Lo siento señora Luisa, usted tiene razón, discúlpeme por haber actuado de esa manera, no debí opinar sin conocer las circunstancias, me dejé llevar por la molestia al saber a mi hermano herido —respondió la chica con respeto.
La opresión en el pecho era dolorosa, le quitaba el aliento, dejándola al punto del ahogo, no entendía porque Mariana tenía la osadía, de entrar a besar a Liuggi y mucho menos ¿Cómo había llegado allí? ¿Quién le había permitido el ingreso? Todas esas preguntas revoloteaban de forma continua en el cerebro de la joven, exigiendo respuestas. Su primera intención fue darse la vuelta y huir, sin embargo, algo en su interior la conmino a enfrentarse a Mariana, por eso decidió entrar a la unidad de cuidados intensivos; la mujer al escuchar la puerta se giró, cuando vio a Lisbani, no pudo simular esbozar en el rostro una sonrisa de satisfacción, pues veía en ese momento, una irrepetible oportunidad para deshacerse de una vez por todas de la mujer. Había tomado una decisión, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para lograr estar de nuevo con Liuggi Lombardi, por ello, mientras más rápido se pudiera liberar de los obstáculos, pronto podría darl
Doña Luisa estaba indignada, sin embargo, antes de poder pronunciar su punto de vista, apareció Mariana, se quedó viendo a la señora sin poder ocultar su creciente nerviosismo, al punto de ocultar su mirada. A pesar de esta, haber sido una mujer diplomática, en esta oportunidad no pudo contener el enojo. —¡¿Quién carajos eres, para creerte con el derecho de entrar en la habitación de mi hijo?! —Señora, yo soy la esposa…—no pudo continuar la oración, porque fue interrumpida con firmeza, por mamma Luisa. —¿Con quién crees que estás hablando? Para tu desgracia Mariana Arciniega, estoy al tanto de todo lo sucedido con mi hijo. No vas a poder engañarme, no eres su esposa, sino la mujer quien intentó cargarlo con un hijo de otro hombre, porque la misma noche de bodas se fue a dormir con un desconocido, para tratar de cazarlo, porque sabía que no tenía ningún futuro con él, porque amaba a otra. »Tam