Liuggi regresó a Florencia, apenas aterrizó, se fue a la Universidad de donde egresó Lisbani, tratando de investigar los nombres de sus compañeros de clases, por un momento pensó en buscar a Fabrizio, mas no tenía la mínima idea de dónde encontrarlo. En sus tareas de investigación, averiguó varios nombres de personas con quienes había cursado clases, sin embargo, cuando iba a comenzar su búsqueda recibió una llamada de la secretaria.
—Señor Lombardi, siento molestarlo en este momento, pero es una urgencia, no podía esperar. Ha llegado una notificación para usted. Es un proceso aperturado en contra de Lombardi Security y usted, es una demanda del señor Augusto Morelli por estafa.
»El abogado quien ahora está por la señorita Lisbani, necesita conversar con usted.
—¡&iq
Ante la explosión de temperamento de Liuggi, todos quedaron sorprendidos, pero enseguida obedecieron sus órdenes. Cuando ellos salieron, tomó asiento en el escritorio, con las manos en la cabeza, lloró como nunca antes lo había hecho, no podía sentirse más miserable, la culpa lo devoraba, se sintió desesperado, enojado, golpeó el cristal del escritorio con fuerza, queriendo sentir más el dolor físico, porque ahora el de su corazón lo tenía noqueado. Logró romperlo, la sangre le corría manchándole los antebrazos. En ese momento Orlando entró, vio la escena, se conmovió. Se acercó, aunque la voz de Liuggi, lo frenó. —¡Maldita sea! Ordené se fueran todos, ¡déjenme en paz! —exclamó furioso, —¡Ya basta! No puedes seguir de esta manera. ¿Cuánto quieres hundirte? ¿Quieres que cuando la encuentres estés en ese estado? He localizado a Armando ¿hablarás con él o seguirás llorando del remordimiento? —es
Lisbani estaba terminando de vestirse, luego de una ducha, para esperar transcurrieran las horas para irse al trabajo, cuando escuchó el celular repicar, al atenderlo era Joao. —Lis, estoy llegando a tu casa, ¿Puedes abrirme la puerta al llegar? —¡Está bien! Te espero —declaró con una sonrisa en sus labios. Se levantó muy temprano, o mejor dicho, no había dormido casi, sus dolores de cabeza, vómitos y la visión borrosa, se intensificaban cada día más, mientras caminaba a la sala observó la hora en el reloj de pared, apenas eran las cinco de la mañana, pero ya estaba acostumbrada a las visitas intempestivas de Joao. Durante los últimos meses, terminó convirtiéndose en la persona más importante de su vida, como no iba a ser así, sus constantes atenciones, preocupaciones, eran inigualables, jamás se había sentido ser el centro del universo para alguien y eso se lo había demostrado
Ante las palabras de su hermano Liuggi se irritó, no porque le ofendieran, sino porque le tenía sin cuidado su apariencia. —Sophía, no me interesa lucirle a nadie. Por lo demás ¿Te digo algo Sophía Alexandra? A ti sería la última persona a quien le pediría consejos —pronunció con una expresión de fastidio. —¡¿Qué?! ¿Estás insinuando que no doy buenos consejos? —inquirió indignada, sin poder creer esa actitud de Liuggi. En ese momento entró Mauro en tono alegre. —Hay convención de los hermanos Madrid más guapos y no me invitaron. No puedo creerlo Sophí, ¿Acaso ahora este es tu hermano favorito? No eso no lo acepto. Oh debe ser porque lo ves y te recuerdas a mí, pero ya no necesitas la copia, aquí está el original—expresó en broma. —Muy gracioso Mauro. Si hay alguno original soy yo, porque soy el mayor, tú eres el benjamín de la famil
Liuggi, llegó a Florencia después de casi dos horas de vuelo, al bajar de avión sintió un leve mareo, camino con una sensación de estrago, Orlando lo estaba esperando en el hangar, cuando lo vio movió en forma negativa la cabeza.—¡Maldita sea Liuggi! ¡Te estás matando! Vamos a comer —expresó el hombre tratando de poner mayor firmeza en la voz.—No deseo comer Orlando, no tengo hambre. Si muero ¿A quién le importa? —expresó en tono descuidado.—Cuando Lisbani aparezca va a ver un espantapájaros, ni siquiera tendrás fuerzas para cargarla ¿Eso quieres? —inquirió alzando las cejas.Liuggi respiró profundo, terminó cediendo.—Está bien, compramos algo para llevar y me lo como en el departamento —propu
Lisbani llegó a la oficina, luego de haber tenido la cita médica, Joao la acompañó porque no pudo evadirse de las reuniones, por lo cual fue acompañada por su amiga Bianca, sin embargo, las noticias no eran para nada alentadoras. El médico estaba empeñado en hacerle una cesárea de emergencia, por cuanto el tumor tuvo un leve crecimiento y era necesario tratarlo, no obstante como el bebé aún no había alcanzado las veintisiete semanas, era riesgoso, ella no aceptó, no estaba dispuesta a arriesgar a su hijo. Aguantaría todo el tiempo necesario para poder traerlo al mundo a feliz término. Entró a la oficina, sus pasos eran lentos, porque no sentía muy bien, los síntomas de la enfermedad, no aliviaban, todo lo contrario, estos se iban intensificando. Estaba negada a conocer el sexo del bebé antes de su nacimiento, prefería mantenerlo como una sorpresa. Tomó la bolsa de compras, no pudo resistirse a pasar por un centro comercial a comprarle un
Al leer las palabras fueron las mismas leídas, hacía un momento, no habían cambiado, su ángel iba a morir.—No. Nooo, ¡Ella no! —empezó a gritar mientras sentía le faltaba el aire— si miro atrás estoy perdido —se dijo—. Mi niña bonita, si lograste ser amada, yo te amo Lis, solo fui un necio, ciego, terco —pronunciaba entre sollozos.»Perdóname por negarlo mi ángel, ¡No sabías que eras tú! Lo juro ¡No sabías que eras tú! Dios por favor no me hagas esto, te lo suplico, no me separes de la mujer a quien amo. Permítenos estar juntos, yo la amaré, la cuidaré, la protegeré, le seré fiel hasta con mis pensamientos, nunca dudaré de ella, viviré para adorarla y hacerla feliz.Decía mientras el corazón se le encog
Liuggi se sentía destruido le parecía una pesadilla, se repetía una y otra vez en su mente “Esto no está sucediendo, solo es un mal sueño, de donde pronto despertarás” se clavó las uñas en las palmas de las manos, tratando de despertar de ese horrible mundo donde sus pensamientos lo habían llevado, porque solo de esa manera podía explicarse lo sucedido. No obstante, sintió el dolor, nada se desvaneció, todo seguía allí, era la real, su cruda y desagradable realidad. —¡No! ¡Tú no puedes irte! Debes escucharme. Debes saber la verdad, siempre fuiste tú, por favor Lisbani, amor, no me dejes, ¡No sabías que eras Tú! Tanto tiempo junto a ti y fui un ciego, un idiota. Mi amor no. ¡Yo te amo! ¡Quédate conmigo!—decía mientras la abrazaba y se le tiraba encima—Lis no me hagas esto, por favor, preferiría mil veces morir yo. ¡Oh Dios mío! ¡Qué dolor más grande! ¡Lis no me dejes cuando apenas te acabo de encontrar! El doctor intentó calmarlo, s
Liuggi lloraba sin parar, ni siquiera un solo momento, esa pérdida era demasiado dolorosa, sentía como lo atormentaba hundiéndolo en el más profundo cráter del averno. No podía encontrar la ansiada paz para su herido y maltrecho corazón, porque a la muerte de la mujer a quien había descubierto amar, más que a su propia vida, se le sumaban los remordimientos, él no haber aprovechado cada momento con ella, el hecho de haberla echado sin contemplaciones, acusándola de cosas a la cuales ella era incapaz de hacer, y dándole un trato cruel e inmerecido, eso intensificaba sus emociones de desdicha, angustia y tristeza. No pudo evitar pronunciar el nombre desde lo más profundo de su alma, en un ahogado grito de desesperación. —¡Lis! ¡Oh mi Lis! ¡Mi Angéli! ¡Mi ángel! Te amo Por favor ¡No me dejes!¿Cómo voy a poder continuar sin ti? Sin siquiera prestar atención a quienes lo observaban, se lanzó encima del ataúd, sus sollozos eran s