Capítulo 137
Cuando Sebastián me dejó en la entrada del conjunto residencial, una fuerte lluvia comenzó a caer de repente.

Me desabroché el cinturón de seguridad y bajé del coche, agradeciéndole con cortesía.

—No hace falta —respondió Sebastián con indiferencia.

Su rostro, siempre tan apuesto, no mostraba ninguna emoción. Sacó un paraguas y me lo ofreció. Instintivamente, rechacé el gesto. —No es necesario, puedo correr hasta la entrada. Mejor quédate con el paraguas.

Pensé que él podría necesitar el paraguas, y no quería dejarlo sin protección bajo la lluvia.

Pero Sebastián insistió, empujando el paraguas hacia mí. —Llévatelo, yo no lo necesito.

—Pero...

—No querrás enfermarte antes de ver a Hugo, ¿verdad? Oscar ya arregló la visita, y no podemos perder la oportunidad por un resfriado. Los horarios en la cárcel no son flexibles —dijo con una firmeza que no admitía réplica—. Toma el paraguas.

Entendí que seguir negándome sería descortés, así que acepté el paraguas. —Gracias, señor Cruz.

Frunció el
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