Capítulo 131
Debía verme como una fiera enfurecida, con los ojos llenos de rabia y dolor, desquitándome injustamente con Sebastián.

Imaginé que, siendo Sebastián como es, me ordenaría bajar del coche, me miraría con frialdad y me respondería con su tono gélido, dejándome sin palabras.

Pero, para mi sorpresa, no lo hizo.

Sacó un pañuelo de cuadros de su bolsillo y me lo ofreció. Sí, otro pañuelo de cuadros. ¿Un hombre que siempre lleva un pañuelo limpio? Me pareció un detalle encantador.

Pero estaba enfadada y no quería usar su pañuelo.

Además, la última vez que usé uno de sus pañuelos para sonarme la nariz, prometí devolvérselo limpio, pero nunca lo encontré. ¿Cómo iba a pedirle otro?

Al ver que no lo tomaba, Sebastián resopló con impaciencia y se inclinó para poner el pañuelo en mi mano. —No derrames tus mocos en mi coche. Tengo manías con la limpieza.

Solté un sollozo y usé el pañuelo para limpiarme las lágrimas y los mocos, respondiendo con voz ahogada. —Está bien, esta vez sí lo lavaré y te lo
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