Nolan bajó la cabeza, le puso la mano en la nuca y profundizó el beso.

Aunque no era más que un símbolo, un mito sobre la rueda de la fortuna, estaba dispuesto a seguirle la corriente.

Al final, el rostro de Maisie quedó sonrojado por la falta de oxígeno después de que terminaran su largo beso.

Nolan le frotó la cabeza y se rio. “Ha pasado tanto tiempo, ¿y todavía no sabes respirar cuando besas?”.

Maisie parpadeó en silencio.

“Parece que tengo que enseñarte de nuevo”. Nolan le puso los dedos en la barbilla y le volvió a besar los labios.

Después de un rato que pareció una eternidad, Maisie se separó de sus labios. Tenía la cara roja y resoplaba con fuerza. Cuando vio que él iba a besarla de nuevo, lo apartó y dijo: “Está bien, está bien. Ya sé cómo”.

Estaba segura de que sus labios quedarían hinchados si seguían besándose.

Cuando ambos se bajaron de la rueda de la fortuna, un niño de seis años que llevaba un sombrero, sacó una rosa de su canasta. Le dijo: “Señor, su novia es la