Cherie se quedó asombrada. “Oh, pero ¿pero lo sabe el Señor Goldmann?”.

Maisie arrastró la maleta hasta la parte delantera del coche. “Él no lo sabe, por eso planeo darle una sorpresa”.

A las once y cincuenta de la noche, el vuelo a Zena despegó a tiempo. El vuelo duraría unas diez horas, y estaba previsto que llegara a las diez de la mañana del día siguiente.

Cuando Maisie se despertó durante el largo vuelo, el cielo fuera de la ventana ya estaba completamente iluminado, y se podía ver una gruesa capa de cúmulos blancos debajo del avión.

Justo a las diez de la mañana, el avión ya había bajado su altitud y sobrevolaba las ciudades de Stoslo. Mirando hacia abajo, los rascacielos que se veían por todas partes parecían maquetas de Lego.

Las calles urbanas que se entrecruzaban parecían las venas de las ciudades.

Treinta minutos después, el avión aterrizó en la pista del aeropuerto de Zena.

“Llevo toda la noche en un avión y me duelen la espalda y las piernas”. Cherie arrastró su equ