Capítulo 389
Las luces de la habitación se encendieron.

El hombre entrecerró los ojos y miró fijamente a Quincy, quien entró con una computadora portátil.

“Yo... no te diré ni una m*erda”. Aunque estaba hambriento y ya no podía soportar el hambre, seguía aferrado a su promesa.

Quincy respondió: “No vine aquí para sacarte ninguna información”.

El hombre se quedó atónito, pero estaba tan agotado que no quería hablar más.

Quincy acercó una silla, se sentó y colocó junto a sus pies una botella de agua mineral que había traído. “No importa si revelas información. Después de todo, alguien hablará aunque no digas nada”.

El hombre se quedó mirando la botella de agua y su rostro, que ya estaba pálido, se volvió completamente blanco. Se sentía como un pez a punto de morir de sed en un desierto. Su deseo de agarrar la botella de agua era tan intenso que le dolía la garganta cuando tragaba saliva.

Quincy encendió la computadora portátil y giró la pantalla hacia él. “Me pregunto si esta persona comparte
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