Capítulo 2
¡Mi decisión ya está tomada!
Me senté en una mesa apartada en el restaurant donde me citó. Era lujoso y muy bien ambientado. Un mesero se me acercó y pedí un jugo de naranja natural.
Estaba llevando mi jugo a la boca cuando sentí una presencia que se detenía en la puerta. No quise levantar mis ojos, supe de inmediato que era Harry Winter. Oí su voz ronca, varonil, imponente cuando se dirigió al mesero y le pidió un café negro sin azúcar. “Llévelo a la mesa al fondo, por favor. Donde está la señorita de suéter azul”. Le Oí decir. A medida que la sombra de su persona se acercaba, mi corazón latía más y más fuerte.
–Buenos días, señorita Smith –dijo con voz segura y decidida.
–Buenos días –le respondí, al tiempo que estiré mi mano y le entregué la carpetita que traía.
–¿Me puedo sentar? –preguntó en tono amable, con su sonrisa disimulada en el temblor de sus labios, mientras sus ojos mostraban un extraño brillo fugazmente.
–Ah, sí. Disculpe. Por favor siéntese –me avergoncé por mi falta de cortesía.
Abrió la carpeta y al ver tantas hojas, comenzó a pasarlas.
–¡No sabía que tenía tantas condiciones señorita Smith! –dijo socarrón.
–Bueno en realidad son solo tres páginas, lo que pasa es que esta doble, es para que me firme las copias y me las entregue. Usted sabe, es para evitar malos entendidos –le dije arqueando una ceja y sonriéndole.
Me miró de soslayo, mientras separaba originales de copias. Después sacó un bolígrafo del bolsillo izquierdo de su saco y empezó a firmar cada hoja sin siquiera leer la primera cláusula de aquél contrato.
–¡Oh no! ¡Tiene que leerlos antes de firmar! –le grité, mientras ponía mis manos sobre aquellos manuscritos –. Sólo leyéndolos puede saber si le conviene o no aceptar. ¡¿Cómo puede firmar algo así, sin siquiera saber que dice allí?! –Quise morir en ese instante. ¿Cómo pudo firmar eso? Ni siquiera leyó una sola de las condiciones allí escritas. ¡No puede ser! Me dije. Estaba al límite de la locura. Mis ojos se abrieron desmesuradamente. Ya era demasiado tarde–: Pero señor Winter, tiene que leerlas primero, yo, yo…
Cerré mis ojos y con dos dedos sobé nerviosa mi frente. Balbuceé su nombre en un nuevo intento, pero que va, él ni siquiera me oía, solo firmaba y firmaba. Al final de la página número 3 escribió:
Yo, Harry Winter, acepto todas las condiciones y sus partes como un todo de este contrato y juro por todos los apellidos de mi familia que los respetaré y cumpliré cabalmente,
Harry Winter
Levanté mi mentón retador y ya bastante molesta por no encontrar la forma de hacerle reaccionar le dije entre dientes, mordiendo cada palabra antes de sacarla de mis labios–: ¡Pude haberle pedido que tomara un veneno ahora mismo y tiene que hacerlo!
Levantó lentamente su mirada de aquel papel firmado y comenzó a enrollarlos. Su rostro mostró una satisfacción tan evidente y a la vez una media luna horizontal dibujada en sus labios, ya era suficiente para tanta humillación, sin embargo, pese a ello agregó:
–¡Una mujer tan hermosa y angelical no puede tener pensamientos tan perversos!
Maldije mil veces su voz y su presencia, me sentí un poco contrariada con aquello y mis mejillas volvieron a tomar el odioso color escarlata.
Sonrió nuevamente, y en sus ojos noté de nuevo, el extraño y fugaz brillo. Bajó su mirada y al volverse prosiguió:
–Mi decisión está tomada desde antes de salir de su casa ayer, señorita Smith. Si esas son sus condiciones yo las aceptó –se levantó y estiró su mano con las copias que acababa de firmar, para que yo las tomara.
“No puede ser”, pensé en esos instantes. “Estoy segura que en cuanto lea ese contrato se va a arrepentir. Debió leerlo. Lo que escribí allí son todos absurdos. No creo que pueda aceptar ni una sola de esas cláusulas.
Mi ira fue en aumento a medida que lo veía acercar su mano estirada a mí, el corazón me comenzó a latir precipitadamente, era un caballo en plena carrera donde ganar era la última oportunidad para mi vida.
“Tengo que detenerlo” –pensé rápidamente.
Me levanté y con todo el enfado y la rabia que tenía, le dije entre dientes:
–¡Señor Winter, tiene que pagarme hoy mismo 1000 millones de Euros, es la primera e irrevocable condición de ese contrato que acaba de firmar!
Levantó su cara, sus ojos estaban chispeantes, sus labios temblaban en forma incontrolada. Se intensificó el azul de sus ojos y las comisuras de sus labios hacían un ademan casi rítmico mientras aquella carcajada salía sin que pudiera seguir controlándola. Fue una risa tan única, tan desde muy adentro. Lo miré con asombró, pues sus hombros se movían al ritmo de aquél sonido. Le obsequié una sonrisa temblorosa y llena de ira. Mis ojos estaban muy abiertos al punto de terror, mis mejillas ardían como estufa cociendo un estofado de carnero.
Limpió sus ojos que lloraban, tras su risa intensa. Luego de un instante su respirar recuperó su ritmo acompasado, pasada la reacción que mis palabras le habían provocado, volvió a sentarse tranquilamente.
–¿Se está burlando de mí? –le solté tras la calentura que su actitud me hizo sentir.
–De ninguna manera señorita Smith –hizo una odiosa pausa, mientras me miraba con sus ojos risueños–, mañana mismo mi abogado se pondrá en contacto con usted. Por mi parte yo ya he firmado. Todo, absolutamente todo lo que está escrito aquí será cumplido al pie de la letra –me repitió levantando las hojas enrolladas en sus manos, mientras escudriñaba mi rostro con aquella enigmática mirada.
Me sentí desarmada con aquellas palabras. Todo el calor que sentía y la ira que mi cuerpo había sufrido un instante antes, se esfumó y quedé totalmente desarmada. Me invadió una sensación de amarga derrota, pues acababa de perder aquella batalla, sin siquiera lograr mostrar mi arma secreta.
–¿Puedo ordenar mi desayuno, señor Winter? Imagino que usted se va, pero yo no he desayunado aún, si le apetece puede sentarse y acompañarme –traté de retenerlo un poco, jugando con su caballerosidad de inglés. Necesitaba que se tomara tiempo, aunque sólo fuese un poquito, para pensar en lo que aquella ridícula cláusula significaba y cambiara el rumbo de todo. Estaba tan confundida y me sentí ridículamente infantil ante aquel hombre que sin entender el por qué, me provocaba turbación y un no sé qué inexplicable.
–Señorita Smith. Me disculpó por no poder acompañarle a desayunar. Tengo que salir a Londres en este momento, no puedo retrasarme. El vuelo sale en una hora. Estaré de regreso en un par de días. Puede pedir lo que quiera yo dejaré su cuenta cancelada –miró su costoso reloj.
–Se me hace tarde. Ah, señorita Smith, por favor envíeme sus datos bancarios para hacerle llegar lo pautado en este contrato –levantando nuevamente el rollo de papel y sonriendo de aquella manera tan peculiar, más con la mirada que con los labios.
Después se plantó frente a mí y sacó su cartera, extendió una tarjeta y me dijo–: Puede contactarme cuando quiera, ése es mi número. Mañana el licenciado Sutherland le citará en su despacho. Por favor vaya acompañada de su madre y siga el protocolo que él les dirá.
–¡Es decir que usted piensa seguir con esta farsa! –le dije.
–El documento está firmado por ambos, señorita Smith. Esto no es una farsa, esto ya es un hecho. Nos veremos pronto –me dijo y se dirigió a la salida, erguido, altivo y seguro.
Su mirada fija en la mía, aquél fugaz brillo imperceptible y una sonrisa complacida es lo último que me quedó grabado del enigmático hombre que dentro de pocos días será legalmente mi marido.
Llamé a mi amiga Aiora y la esperé allí mismo donde me encontraba.
Lloré con ella mi desesperación después de contarle todo lo que me estaba pasando. Se quedó sorprendida con todo aquello.
–O sea que quiere casarse contigo aunque tenga que cumplir todas tus condiciones y no le importan cuales son, si él ya lo firmó entonces él las cumplirá –repetía Aiora, convenciéndose de lo que yo le había contado.
–Sí, y la primera condición es que esta noche me tiene que poner en mi cuenta bancaria 1000 millones de Euros.
–¿Quéeeee? ¿Estás loca? –Gritó Aiora
–No, yo no, él está loco –grité y seguía llorando –. Me pidió todos los datos bancarios para hacerlo efectivo esta misma noche.
–¡¿QUÉEEEEE?! – volvió a gritar Aiora –. ¡Obvio que está loco y de remate!
–Siéntate amiga y échale tu misma un vistazo a ese loco contrato y dime quién en sus cinco sentidos lo aprobaría.
–¡Dios! Mariú, si te deposita esa cantidad de dinero, yo no diría que está loco, yo diría que tiene muuuucho dinero –aseguró Aiora con los ojos muy abiertos.
–¡AIORA! –esta vez le grité muy fuerte, tanto que las personas presentes en el local se voltearon a mirarnos con curiosidad –. Disculpa por el grito, pero necesito que me ayudes, no que te burles ni me hagas sentir peor.
–Pero amiga esa es la verdad –se sentó nuevamente y pasando sus manos por la cabeza, aspiro el aire y exhaló resoplando para tranquilizarse para luego añadir–: Bueno, vamos a ver… Pensemos en frío. Aún no sabemos qué te dirá el abogado mañana. Seguramente tendrá el contrato rehecho con las condiciones lógicas y coherentes y entonces tú te negarás a firmarlo y no hay acuerdo.
–¿Tú crees eso?–Le pregunté.
–¿No dices que él hará lo que tú le pidas? –Preguntó –. Entonces mantente firme en eso, esa es tu única forma.
De inmediato Aiora tomó los papeles de la mesa y los abrió, vio la primera cláusula y enarcó sus cejas abriendo exageradamente sus ya grandes ojos. Enseguida me di cuenta del problema que podría generarme si leía todo el contrato, estaría en conocimiento de todas sus partes y en cualquier momento podría escapársele algo de allí y meterme en serios problemas o generarme malos entendidos con el señor Winter.
Me levanté y se los quité de sus manos con cuidado, no podía lastimarla, ni hacerla sentir que desconfiaba de ella, pero había algo importante en juego.
–Lo siento amiga, pero ya te he dicho demasiado. Sé que no me delatarás, pero también sé cuánto me quieres y podrías tener una indiscreción si me ves en aprietos y eso sería una falta para anular el contrato. Y aunque no quiero hacer esto. Ahora no sé cuánto me he comprometido por lo que si me veo obligada a hacerlo, quisiera que por lo menos mi padre salga de la cárcel y se logre salvar la casa, lo demás espero poder enmendarlo cuando todo esto termine.
Capítulo 3¡Primera Cláusula!A la mañana siguiente, como ya lo había decidido, ni siquiera le hice mención a mi madre de lo que estaba pasando entre el señor Winter y yo.Le pedí a mi amiga Aiora que me acompañara a visitar al abogado que me había designado el señor Winter.–¡Buenos días, señoritas! –Saludó el licenciado Sutherland, el abogado del señor Winter–. Tan pronto llegué a España, me puse a revisar los términos legales y aligeré todos los trámites necesarios. Ahora mismo podrá disponer del dinero que el señor Winter hizo llegar a esta cuenta en dinero de curso legal aquí en España –estiró su brazo para entregarme un comprobante bancario, casi caigo al piso cuando vi el estado financiero.
Capítulo 4¡Sombrero chismoso!Después de otra noche sin dormir, salí temprano para encontrarme con mi amiga Aiora. Caminaba despacio hacia la estación más cercana. Me coloqué el sombrero que llevaba en la mano. Hacía un día cálido y soleado. De repente sentí que un auto se acercaba a la acera y seguía despacio detrás de mí, de reojo vi que alguien asomó su cabeza ladeada por la ventanilla para llamarme.–¡Señorita Smith! –aquella voz paralizó mi corazón al instante. Esa era la señal de quien era, no tuve necesidad de verle el rostro, sabía perfectamente que Harry Winter estaba justo ahí, en el carro que se detuvo a mi lado.Me volví a él y levantando mi mentón retador le saludé sin
Capítulo 5 “Un hombre diferente a todos” –¿Casarnos tan pronto? –sus ojos bailaban de un lado a otro de mi cara, buscando leer, en mis ojos, lo que escondía con esa decisión. –No tiene caso esperar más –le respondí levantando mi mentón. –Yo no tengo ningún problema. Pero recuerde que mi abuela condicionó eso en el testamento, así que ella debe estar presente en el matrimonio, y su firma debe aparecer en el libro de registro –argumentó el señor Winter. –Puede llegar mañana mismo aquí a España –le dije de inmediato. –Voy a ordenar los preparativos, pero es complicado–dijo con verdadera preocupación. Primera vez que lo veía un poco nervioso e inseguro de algo. Hasta sentí pena por ponerlo en esas. Pero en realidad quería que ya empezaran a correr los seis meses del contrato. –Bueno –dijo dirigiéndose a mis padres–, Señ
Capítulo 6“Un mal trato”Sentí la necesidad de estar a solas para llamarle. Mi corazón comenzó a palpitar ruidosamente. Sólo iba a oírle su voz, no lo tenía al frente y sin embargo ya mis mejillas eran color escarlata y mis ojos buscaban en mi mente su recuerdo. Eso no era normal.–¡Diga! –Se oyó la voz fuerte e imponente desde el otro extremo del teléfono.–Buenas noches señor Winter, es María Eugenia Smith. Antes que nada por favor disculpé, no pude llegar a la reunión con el doctor Sutherland, estoy muy apenada por ello –le dije.–Buenas noches, ya sabía que era usted –su voz se hizo tan personal, varonil, tan seguro de cada palabra que decía, pero a la vez transmitía calidez y ternura –. No tienes qu
Capítulo 7“Ya nada puede herirme”Mi madre entró al salón con una botella de champaña en sus manos, venia alegre y sonriente, mientras mi padre conversaba con el señor Harry Winter y mi amiga Aiora no dejaba de mirar todos los movimientos de aquel hombre.Pensé: “¿por qué Aiora no deja de mirar a Harry Winter?” Era una fijación un poco extraña. Lo vi algo sospechoso. Y como mi cabeza ya alucinaba, sentí una rara sensación.Mi madre también andaba, como de costumbre, soñando con todo lo que haría a partir de ahora con un yerno adinerado, mi padre caminaba hasta la botella llenaba las copas y volvía para seguir hablando de ¿negocios? con mi flamante prometido. Creo que ambos estaban felices. Claro, hicieron el negoción con su ú
Capítulo 8“Mi Matrimonio es real”Me levanté con mucho nerviosismo ese día. Mi madre ya estaba metida en la cocina, al verme salir del cuarto me miró con una enorme sonrisa dibujada en sus labios.–¡Buenos días hermosa novia! ¿Cómo dormiste?–. Me ofrecía una taza de café.–Mamá, aunque este matrimonio es por meros formalismos. Aún así, estoy hecha nervios –le dije sinceramente.–¡Matrimonio es matrimonio! Sin importar si es real o de mentiras. Siempre trae consigo mucho nervio, pero sobre todo es muy bonito hija –me respondió sonriendo de oreja a oreja –. Pero Mariú, debes tener en cuenta que tu matrimonio no es de mentiras, es real y ello implica una serie de responsabilidades, de ambas partes.
Capítulo 9 “Él no tiene sentimientos” Me quedé mirando los vivaces ojos de la abuela Cecil, en el mismo espejo, donde también yo me veía. Hurgué en ellos a ver si encontraba respuesta a lo que ella me acababa de preguntar, pero eran tan enigmáticos como los de su nieto. –No creas que no he notado lo que pretendes. Pero antes, debes oírme. Chiquilla, debes estar siempre atenta porque Harry es un hombre demasiado perceptivo. Cuida y guarda para ti todo lo que él te dice y lo que hace. Se quedó pensando un breve momento y prosiguió: –Debes saber, mi querida chiquilla, que él es un seductor de nacimiento. Y hasta ahora no ha habido jamás, ninguna mujer que se le resista, eso te incluye a ti, porque aunque pones cara de no querer estar cerca de él, ya eres su prometida, y estas a punto de firmar tu acta de matrimonio con él. –Abuela Cecil yo… No me dejó terminar, ella alzó su vo
Capítulo 10 “El amor siempre es un juego” –Abuela Cecil, ¿alguna vez lo has visto enamorado? –me atreví a preguntarle. –¿Te refieres a enamorado, enamorado, enamorado? –movía su cabecita y miraba a lo alto buscando en sus recuerdos, mientras repetía esa palabra. –Sí, abuela Cecil, me refiero a ¡ENAMORADO! – arqueé mis cejas. Se quedó pensando cabizbaja, después subió de nuevo su cabeza altiva y entonces sonriendo vivazmente me dijo: –¿Y tú? ¿Acaso te has sentido enamorada antes? O quizás alguna vez… ¿Te has sentido amada? –Yo creo que no abuela Cecil, no podría mentirte. Reconozco que amo a mis padres, que amo a mi amiga Aiora, que amo la vida y sobre todo que me amo a mi misma, pero… Amor por un hombre, no lo he sentido jamás. Y estoy segura que tampoco he despertado ese sentimiento en un hombre todavía –ése final lo dije con un poco de vacilación, y muy bajo. La abu